De mayor quiero ser niña

De mayor quiero ser niña. Quiero ser portadora de toda su inocencia, es decir, su sabiduría.

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Xulio Formoso: de mayor quiero ser niña

El 20 de noviembre celebramos un año más de la Convención sobre los Derechos del Niño (las Niñas, como ocurre frecuentemente, no nos vemos).

De mayor quiero ser niña. Quiero tener su precisión en el lenguaje, su agudeza en la interpretación de la realidad.

Mientras tanto, mientras no crezco sino que me enredo con tonterías adultamente concebidas, quiero poner el oído a su altura. Quiero escuchar lo que dice esa especie en extinción que son nuestras niñas y niños.

Durante los dos últimos años he recogido algunas anécdotas: humorísticas para la gente banal, cuestionadoras de nuestros patrones de crianza para quienes nos pensamos los objetivos, nos revisamos los procedimientos, nos alentamos en nuestras intenciones.

Vaya a ustedes algunos de estos ejemplos que nos matan las lecciones. Tal vez sean improperios de un mundo que se nos crece dentro y no le damos cabida.

Países gelatinosos

Noemí es una chica afortunada. Tiene un papá que la ayuda con sus tareas escolares. A los cuatro años cualquier “asignación para mañana” parece (y a veces es) inmensa.

– Hija, ¿Qué te mandaron esta vez?

– Tengo que dibujar las banderas de los países gelatinosos.

– ¿Gelatinosos? ¿Cuáles serán esos? ¿Los que tienen petróleo, tal vez?

– No, papá. Los gelatinosos.

– ¡Ay, Noemí! Yo no sé cuáles son esos.

– ¡Papaaaaá! Los de la América Gelatina.

– ¡Ah, claro! América Latina.

– No papá. No hables como mi maestra, todo mocho como si estuvieran mandando mensajes por el teléfono. No se dice LATINA sino GELATINA.

Heroísmo

Declara el nieto:

– Los mayores héroes del mundo son Jesucristo porque vino a salvarnos, Francisco de Miranda porque le dio las buenas ideas a Simón Bolívar y mi abuelo porque me enseñó a atarme las trenzas de los zapatos.

El libro

Nada hay más perfecto que ese momento en el que la noche nos invita a la intimidad.

Los grillos y sapitos cantan en el patio, la neblina vespertina se diluye para dejar que el fulgor de las estrellas coquetee con nuestras ganas de fantasear.

Mis dedos enredan los rulos de la cabecita que reposa en mi vientre mientras los deditos del nieto consentido juegan a los escaladores por mi pierna.

Es el momento propicio para las profundas confidencias.

– ¿Sabes, abuela? Yo estoy escribiendo un libro… Ya casi está listo… Sólo le faltan las letras.

La E

En una escuela de cosmovisión constructivista la maestra enseñaba las vocales.

De una caja iba sacando las letras y se las presentaba a los niños y niñas que la observaban arrobados.

– Y ésta es la A. La A de avión. La A de abuelo. La A de amor. Seguía la mirada interesada aunque silente de las y los infantes.

– Esta otra, que ven acá, es la E. La E de enano. La E de elefante… Uno de los niños, un poco más adelantado que el resto, exclamó:

– ¡La E de escoba! No hay nada más satisfactorio para un o una docente que recibir de su grupo, no importa el nivel o modalidad que sea, una señal de entendimiento. La cara de la maestra se iluminó de profunda satisfacción profesional y felicitó con creces al chiquillo antes de continuar.

– Decía que esta es la E de… Una niña agitaba su mano con fruición pidiendo la palabra.

– ¡Maestra, maestra! ¡La E de El trapo!

Bien hablado

Yo no quiero que mi nieto se críe a mi imagen y semejanza y por tanto ande por el mundo dando saltos mortales en el aire y en el amor, pero eso sí, le propongo entretenimientos menos riesgosos que la virtualidad y juegos un poco más emocionantes que los bélicos.

En una de esas propuestas lo llevé a un parque que tiene un puente colgante de una longitud más o menos regular con travesaños de madera.

Después de algunas dudas (e imagino cálculo intuitivo de velocidad igual aceleración por gravedad por tiempo) finalmente Fabián se unió al grupo de unos cuatro niños que corrían por el fulano puente.

Lastimosamente el puente no está en sus mejores condiciones (le faltan unas cuerdas y maderas) y con las carreras y piruetas de los niños comenzó a balancearse violentamente.

Corrí a prevenirles pero me quedé con la palabra en los ojos cuando uno de los enanos gritó:

– ¡Carajo, maricos! ¡Miren que nos escoñetamos y nuestras mamás nos van a dar unos vergazos en el culo y esa vaina duele que jode! Un tanto avergonzado, mi nieto salió en defensa de su amigo:

– ¡Perdón, abuela! Él quiso decir que tengamos cuidado. ¿Perdón? ¿Por qué? ¡Exactamente como lo dijo el carajito era que yo lo quería decir!

Leer en defensa propia

La hermana mayor de Salvador es poeta. Sólo tiene un año más pero tal vez por esa condición o por su impronta protectora, al empezar su escolaridad, él decidió delegar en ella todas las tareas que tuviesen que ver con letras, libros y cuadernos.

Él prefería cazar saltamontes y fantasear que era Alejandro Gamboa (nombre que hasta la fecha nadie sabe de dónde sacó: simplemente lo adoptó como alter ego) mientras Mariana le hacía las tareas.

Salvador no sabía leer ni escribir pero tenía una labia tal que convencía a su maestra de que él no se inspiraba en la escuela, se ponía nervioso, necesitaba la soledad de su habitación para concentrarse y hacer los trabajos. Copiaba de la pizarra, eso sí, porque eso es como hacer un retrato: se dibujan signos y rayitas aunque no se sepa de momento qué significan.

Llegaba a casa y, por supuesto le mostraba a Mariana lo copiado. Ella le leía la tarea, se la resolvía, le explicaba lo que le preguntarían al día siguiente, se lo hacía aprender de memoria.

Pero hasta el amor fraterno tiene fluctuaciones.

Una tarde, Salvador le mostró un papelito a Mariana.

– Dime lo que escribió mi maestra acá.

–  Tienes que hablar con mamá. Tienes un compartimiento. Dile que te de dinero para comprar un refresco para que lo lleves a la escuela.
Salvador esperó la llegada de la mamá y con seguridad se lo solicitó.

– Mamá,  necesito dinero porque mañana tengo un compartimiento.

– ¿Un compartimiento? Se dice un compartir.

– No, mamá. Compartimiento. Acá tengo la nota – Dijo entregándole el papelito.

– ¡No hay ningún compartimiento! -Exclamó la madre- Aquí lo que dice es que tengo que ir a hablar con tu maestra por tu mal comportamiento.
Ese día Salvador tomó la resolución de no confiar más en interpretaciones ni traducciones ajenas. Tendría que aprender a leer en defensa propia.

Amor regalado

– Tía, ¿Hacer el amor es muy difícil?
Digo para mis adentros: ¡Ah, mundo! ¿Cómo se le responde eso a una niña de tres años?

– Es que mis amiguitos dicen que cuando papá y mamá se encierran en el cuarto es para hacer el amor pero yo lo busco y no lo consigo. Yo quiero que hagan el amor rápido para que me lo regalen.

Autores:

  • Palabra: Ileana Ruiz
  • Ilustraciones: Xulio Formoso
Ileana Ruiz
Ileana Ruiz (Venezuela). Activista de derechos humanos, investigadora social y periodista. Asesora en resolución de conflictos, educación popular, participación ciudadana y derechos humanos y profesora de la Universidad Nacional Experimental de la Seguridad. Articulista en el semanario venezolano “Todosadentro” del Ministerio de la Cultura desde 2006. Premio Nacional de Periodismo de Opinión, 2013. Entre sus publicaciones: De la indignación a la implicación (2006); Pueblo de agua: Cuentos para la educación en derechos humanos sobre la identidad del pueblo warao (2009); Servicio de policía bajo la mirada ciudadana (2010); La clave del acuerdo. Practiguía para la resolución pacífica de conflictos (2011); Pasos dados poco a poco. Memoria y cuentos del proceso de constitución de los Comités Ciudadanos de Control Policial (2012).

3 COMENTARIOS

  1. De acuerdo con los comentarios de Alberto y Densy…!. Ileana…, siempre conectandonos con multiplicidad de tópicos. En este caso nos acercas al mundo hermoso de los niños, donde todo es posible, hasta la E de trapo que me hizo sonreir, Un mundo donde los sueños comienzan en su despertar, y leyendo esto se me ocurrió pensar en cuales eran mis sueños de niña y les pido que hagan un ejercicio de rfeflexión sobre nuestros sueños de niños El mundo de los adultos esta pleno de tristes realidades done no hay cabida para la dulce inocencia de los sueños. El dibujo de Xulio Formoso impacta y nos lleva tambien a reflexionar sobre el mundo que le ofrecemos a nuestros niños hoy, en nuestro día a día . Dónde estamos parados como sociedad, como país? El mundo que le ofrecemos a nuestros niños es un mundo de miedos que tristemente opacan sus sueños. Un mundo trastocado en valores, un mundo donde todos pedimos que nos regalen un poco de amor, que tal vez viene envuelto en el enseñar a un niño a amarrarse la trenza de sus zapatos. Gracias Ileana, gracias Xulio

  2. Excelente Ile, siempre deleitándonos con tus escritos que nos llevan a la reflexión y nos dejan una gran enseñanza. Saludos y que dios te Bendiga.

  3. Que hermoso artículo, qué ternura plena de humor y que gran oficio y «savoir faire» de la escritura, el de Ileana. El dibujo de Xulio, emocionante, aunque más que emocionante conmocionante como todo lo que él hace. Siempre nos deja pensativos, lo miramos una vez y lo volvemos a mirar una y otra vez para captar toda su dimensión y su tragedia. Nunca nos deja indiferentes.

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