Algunos biógrafos de Charles Dickens han llegado a decir que fue este escritor, con la publicación de su obra “Canción de Navidad”, quien inventó ese sentimiento que inunda el alma de las gentes durante las fechas navideñas.
Sí es verdad que en el siglo XIX la Navidad no era en Inglaterra la época festiva en la que más tarde se convertiría y que desde sus primeras novelas Dickens muestra su preocupación por establecer en estas fechas un “espíritu navideño” que en cierto modo es el que perdura en la actualidad. Para él, la fe cristiana era una versión ampliada y excelsa de los valores que propone en este relato navideño, mezclada con sus propios recuerdos y con la denuncia social que caracteriza su obra.
Como es sabido, en “Canción de Navidad” el avaro Ebenecer Scrooge recibe durante la Nochebuena la visita de tres espíritus que le llevan a contemplar el pasado, el presente y el futuro para que vea las consecuencias que su actitud provoca en la vida de sus semejantes y en la suya propia, y la soledad a la que se está condenando si persiste en mantener su codicia. Este personaje era en cierto modo la prolongación de Gabriel Grub, un viejo sacristán de “Los papeles póstumos del Club Pickwick” al que unos duendes mostraban también su pasado y su futuro para redimirle.
“Canción de Navidad” es, además de un cuento navideño, otro relato en el que Dickens denuncia la injusticia y la explotación de las clases más desfavorecidas. Para los personajes Ignorancia e Indigencia el escritor se inspiró en dos de los desarrapados niños de la escuela de Fild Lane, en el barrio londinense de Safron Hill, un lugar inmundo donde sus habitantes eran diezmados por las enfermedades y la delincuencia en un ambiente en el que se mezclaban el hedor, la suciedad y la pestilencia más nauseabunda. En “Canción de Navidad” Dickens vuelve a su infancia, que late con fuerza en el relato y constituye gran parte de su atractivo.
El éxito apoteósico del cuento a finales de 1843 hizo que el escritor se decidiese a publicar a partir de entonces un relato navideño cada año, compromiso que cumplió con fidelidad durante cinco años. Estas narraciones se publican ahora en un ejemplar recopilatorio con el título “Cuentos de Navidad” (Mondadori).
El siguiente cuento navideño fue “Las campanas”, un inquietante relato escrito durante una estancia en Génova en la que el estruendoso sonido de las campanas de la ciudad le inspiraron la historia de Troti Veck, un viejo recadero que sobrevive pobremente y a quien las campanas de la catedral a cuyas puertas espera los encargos le adelantan una visión de su propia muerte por suicidio para que pueda evitarla. La historia no remite ahora a la Nochebuena sino que transcurre durante el paso del Año Viejo al Año Nuevo, fecha en la que se había fijado la boda de Meg, la hija del recadero, frustrada por las maniobras turbias del Concejal de la ciudad. El relato fue recibido con elogios pero también con críticas furibundas a cargo de quienes veían en él un ataque al sistema político y a los usos de la sociedad británica de aquellos años. Dickens fue acusado nada menos que de idealizar en esta historia al rufián y al libertino, al incendiario y al delincuente.
A su regreso de Génova Dickens decide fundar la revista “The Cricket” (El Grillo), una publicación cuyas páginas se inspirarían en la filosofía de “Canción de Navidad”. El material recopilado para esta publicación, que finalmente no pudo editar, lo incluyó en una nueva narración navideña, “El grillo del hogar”, con un argumento de carácter moralizante sobre las infidelidades del matrimonio. Dickens echó mano, más que en ningún otro relato, de sus propias experiencias.
“La batalla de la vida”, el relato navideño del año 1846 lo escribió Dickens al mismo tiempo que “Dombey e Hijo” (también había escrito simultáneamente “Los papeles del Club Pickwick” y “Oliver Twist”) porque no quería interrumpir la relación establecida con su público navideño, a pesar de costarle ya un gran esfuerzo. La historia de dos hermanas, Marion y Grace, hijas del Dr. Jeddler, enamoradas de un mismo hombre, se engrandece con los valores sugeridos por el título: la fortaleza del carácter y la conquista del poder, causas que entonces eran las más apreciadas. La historia además se desarrolla en una campiña que había sido un sangriento campo de batalla en el que habían perdido la vida miles de soldados y que ahora era un camposanto lleno de polvo de huesos y astillas de cráneos hendidos: “Ni un centenar de los hombres que participaron sabían por qué luchaban, ni un centenar de los que se alegraron de la victoria se vieron beneficiados por el triunfo o la derrota”.
“El hechizado y el trato con el fantasma” fue su cuento navideño de más cuidada elaboración y probablemente el mejor escrito. Sus mensajes de esperanza y redención están aquí expresados con mayor fuerza y convicción que en ninguna otra obra del autor. La memoria y el olvido, temas centrales del relato, cobran un protagonismo ejemplarizante.
Este fue el último relato navideño que escribió Dickens. El día de su publicación, como era su costumbre, también se ausentó de Londres.
Las navidades de Robert L. Stevenson
La intensidad narrativa de “El extraño caso de Dr. Jekill y Mr. Hyde”, la imaginación de “La isla del tesoro”, el misterio de “La flecha negra”, están presentes en “Un regalo de Navidad” (Periférica), un cuento poco conocido del autor de todas esas grandes obras maestras.
Robert Louis Stevenson ha condensado en este breve relato algunas de las grandes virtudes de su literatura. Pero además, en las pocas páginas de esta narración late el pulso intenso del Dostoievski de “Crimen y castigo” y se recrean la atmósfera de los mejores relatos góticos de Poe y el ambiente de las novelas de Dickens. El cuento era aún más corto cuando Stevenson lo escribió para publicarlo en “Pall Mall Gazette” en 1884, y tuvo que ampliarlo para su edición en libro.
Markheim, un joven atrapado en el laberinto de sus deudas de juego, acude a la tienda de un anticuario, esta vez no para empeñar o vender alguno de los objetos de la colección de su tío sino, supuestamente, para comprar un regalo de Navidad a su prometida. Tras rechazar el espejo de mano de época que le ofrece el anticuario, por ser los espejos, dice, recordatorios de años, pecados y desvaríos… en fin, por ser “una conciencia de mano”, Markheim se precipita sobre el viejo anticuario para asesinarlo con el fin de robar el dinero que esconde en algún rincón de su vivienda, en el piso superior de la tienda, un dinero que necesita para saciar su ludopatía. En el desenlace, la presencia de otra conciencia, esta vez no de mano sino de cuerpo entero, lleva al protagonista a una revisión de toda su vida y a un final inesperado. A lo largo de la historia, en los diálogos de los tres protagonistas emergen agudas reflexiones sobre el bien y el mal, el destino y la muerte.
“Un regalo de Navidad” se completa con otra de las narraciones cortas de Stevenson, “Olalla”, sin ninguna relación con la Navidad (únicamente que fue escrito para la edición navideña de 1885 de la revista “The Court and Society Review”) pero sí con el ambiente de misterio y suspense de los mejores relatos del género.