Creo en el periodismo local por muchos motivos. El primero es porque está apoyado en un modelo más cercano, en esa proximidad que es la que siempre funciona en comunicación, la que cubre las necesidades más inmediatas en lo temporal y en lo espacial: ello, indefectiblemente, ayuda a que su continuidad sea más que justificada. En paralelo, no precisa de tanto bagaje económico como los proyectos de más envergadura, cuyas altas inversiones suponen también el compromiso de recoger supremos dividendos que no siempre se consiguen en tiempos de crisis.
Además, la confianza publicitaria se demuestra más en aquello que se ve, en lo que se halla más apegado a la realidad donde operamos. Tengamos presente que, como todo proyecto pequeño, acaba siendo la estructura más sólida de cualquier sociedad en todos sus perfiles. No olvidemos que, en el territorio estrictamente económico, son las Pymes, las pequeñas y medianas empresas, las que tienen menos de 50 trabajadores (las más de las veces, están entre los diez o veinte), son, decimos, las que aguantan mejor las embestidas de las carencias financieras.
Por añadir un argumento a todo esto, es más difícil no “empatizar” en una empresa pequeña que en una grande, y eso hace que, a la hora de apretarse el cinturón, todos y cada uno de los trabajadores vean la dinámica de este tipo de entidades como propia y soporten mucho mejor los momentos malos o quebradizos.
Son tiempos pésimos y aciagos los que nos toca experimentar. Miles de compañeros (se habla de 20.000 a nivel nacional desde el año 2007, a los que hay que sumar los nuevos licenciados) han perdido sus trabajos. Los que quedan laborando han visto reducidos sus salarios y/o sus condiciones laborales. Donde ha golpeado más fuerte la crisis ha sido en la gran industria periodística. Se ha prescindido de muchos colaboradores, de muchos contratados, de muchos corresponsales o delegados, y se ha aplicado la “multifunción” a todos los que han quedado, a veces con rebajas salariales importantes, con lo que ello supone. Ante esta tesitura, las pequeñas empresas, entregadas a una labor encomiable y de resistencia desde su creación, han sabido ver, desde el principio, que todo era crisis y han hecho de los problemas y vicisitudes oportunidades de negocio, como nos demuestran cada día.
No es el periodismo un menester que enriquezca en lo económico. Pocos periodistas son ricos, y, cuando lo son, no trabajan casi nunca como profesionales de la comunicación, no de manera completa. Si hay compañeros que han aprendido esto que reseñamos son los que trabajan en los territorios más pequeños, que se hacen más grandes por las dificultades que superan y por la encomiable tarea de servicio público y de interés general que desarrollan.
Afán por conocer lo cercano
Por todo esto, y seguramente por razones objetivas y subjetivas, creo en el Periodismo que se lleva a cabo en lo local, desde lo local, en pueblos y ciudades pequeñas, donde un órgano de comunicación se desenvuelve con honorabilidad, con afán de conocimiento, y mediante las raíces mismas de aquellos que se esforzaron por los cambios sociales, económicos y políticos en las sociedades democráticas.
En ese sentido, medios como el que ustedes están leyendo son básicos. Piensen en qué sería de todos nosotros sin esa pequeña información (o ingente en lo próximo) que nos cuentan solo ellos, sin saber de una determinada actuación municipal y de los pareceres que genera, sin conocer de esa visita institucional o de los logros de los chicos y chicas de sus respectivos centros educativos en la esfera investigativa, por poner unos ejemplos más o menos cotidianos. Seguro que se sentirían un poco huérfanos, un poco abandonados, sin la suficiente identificación, sin señales que les/nos hicieran ver que la vida en sociedad merece la pena y, sobre todo, desde los cimientos de la concordia y el buen hacer.
La pluralidad y los valores universales que ustedes obtienen cada día por un precio simbólico tienen la estimación intangible de todas las fortunas del mundo, aunque, a veces, por inmaterial, no siempre captemos su valía, pero ahí está. Es justo, pues, que demos la enhorabuena a los profesionales que trabajan en estos medios periodísticos, a sus responsables, y, fundamentalmente, a las sociedades que simpatizan con ellos y que saben que su faena no es cuestión de dinero. Por eso, precisamente, no debemos dejar de contribuir para que salgan a la luz. Si creemos, podemos.