“¡Socorro, se han vuelto locos!”, se lamentaba Jean-François Leroy, director de Visa pour l’Image, el festival de fotoperiodismo de referencia que se celebra en Perpiñán. Se refería a la fiebre de la manipulación de las imágenes que ha desatado la revolución de la fotografía digital, “que ha enterrado a la analógica mucho más rápido de lo que nadie hubiera previsto”.
Cierto que esta revolución ha aportado nuevas herramientas, como los programas de tratamiento de imagen. Pero, en palabras de Leroy, “lo que tendría que haber sido una simple ayuda, se ha convertido en un peaje obligatorio. ¡Qué lástima!”
La ética en el tratamiento de las imágenes se hace cada vez más perentoriamente necesaria para no no perder los referentes de la realidad ‘real’ frente a la (ir)realidad virtual.
Y para botón de muestra, un ejemplo extremo de retoque dramático: una anciana de 100 años es transformada, rejuvenecida y totalmente falseada en la nueva apariencia virtual como una joven veinteañera por obra y gracia del retoque extremo:
Retocar fotos es algo que se viene haciendo desde los miemos comienzos de la fotografía en 1839. A nadie le molesta salir un poco más favorecido en la foto.
La cuestión de fondo no es otra que la de estsablecer dónde está el límite de la verdad en la fotografía actual. Y aquí es donde entra de lleno la ética en escena. Mejor dicho: debe entrar la ética, vaya, porque en la mayoría de los casos está totalmente ausente. La pregunta cuya respuesta urge consensuar es ¿dónde está el límite de la verdad en la fotografía actual?
Las respuestas no escritas al uso que están en la mente de todos van de la destreza del retocador a la honestidad del fotógrafo, aunque no faltan quienes ponen como factor determinante el presupuesto del cliente.
Los tres supuestos son válidos… siempre que se tenga en cuenta al actor que represetna la cuarta pata del banco en el territorio del retoque fotográfico: el observador de la foto. El espectador tiene que saber en todo momento qué tipo de imágenes le son ofrecidas.
Si imágenes reales, esto es, lo que se entiende por “fotografía directa”, en la que el fotógrafo no altera a posteriori elementos de la toma original, o imágenes ‘intervenidas’ en el proceso de posproducción, la edición de las imágenes, lo que en la era convencional era el proceso ‘húmedo’ del laboratorio fotoquímico en el cuarto oscuro y ahora es el proceso ‘seco’ de la edición de imágenes en la pantalla del ordenador a plena luz del día.
Al debate pendiente sobre los límites de la verdad en fotografía es el que prestó su visión en 2004 el Ministerio de Salud y Asuntos Sociales del Gobierno de Suecia con la creación de la web Girlpower*, de una revista de ficción, Metropolitan, de la que se muestra el paso a paso de cada operación de retoque en la fotografía de la modelo de la portada. La web, galardonada en los Premios Europeos EPICA 2005 a la publicidad creativa, generó una campaña de denuncia de manipulación extrema de las imágenes en este caso una modelo que es sometida a todo tipo de retoques hasta aparecer en la portada como… otra persona.
«Girlpower». Revista de ficción ‘Metropolitan’, objeto de una campaña contra el retoque extremo. Ministerio de Salud y Asuntos Sociales de Suecia. Paso a paso de la manipulación digital «Girlpower». Revista de ficción ‘Metropolitan’. Mapa de la serie de retoques practicados en la foto de portada «Girlpower». Revista de ficción ‘Metropolitan’. Ojos, labios, nariz, pómulos, cabello… Ninguna parte del rostro de la modelo quedó libre de la manipulación digital «Girlpower». Imagen de la modelo de portada, antes y después del retoque digital.Retoques extremos por supuesto que es posible hacerlos con la tecnología analógica de la fotografía húmeda convencional. Pero el proceso de retoque con el uso de lápices, pinceles, aerógrafo, cuchillas y demás puede llevar no una hora, sino varias jornadas de trabajo. En la era digital se acortan los tiempos de retoque de forma espectacular.
Pero como en todo, también con el retoque digital vale la sabia regla no escrita de “Menos es Más”. Retocar fotos… ¡no es obligatorio!
De todas formas, cuando se impone o apetece retocar, máxime cuando los retoques alteran de forma dramática la apariencia de una fotografía, y sobre todo si se trata de personas, es absolutamente imprescindible desde cualquier punto de vista ético contar con la autorización, y mejor si es firmada, de la persona cuya imagen es objeto del retoque.
La fotografía de retrato no cambia de protagonistas: el fotógrafo y la persona retratada.
* Manuel López, Fotografía Creativa I. Guía didáctica de un Curso Completo de Fotografía en una plataforma 2.0. Fondo Social Europeo ⁄ Fundación Tripartita / Ministerio de Trabajo e Inmigración / Vía Formación. Maren Formación, Madrid, 2010, 382 páginas.
Enlaces:
- Retoque ético /1: Imágenes del apocalipsis
- Retoque ético /2: Cuando lo digital se da de bruces con la ética
- Retoque ético /3: Mejorando lo presente
- Retoque ético /4: Matar al mensajero
- Retoque ético /5: (Ir)realidad virtual
- Retoque ético /6: “Situation Room”
- Retoque ético /y 7: Por ejemplo, Urbanizarte
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