Si en algún contexto procede tomar muy en consideración la “ley Campoamor” es justo en el del retoque fotográfico: “En este mundo traidor / nada es verdad ni es mentira / todo es según el color / del cristal con que se mira”. Dije retoque fotográfico y no retoque digital, porque la tecnología digital, no nos cansamos de repetirlo, aporta facilidad de acceso, rapidez, economía y respeto medioambiental al proceso, pero no ha venido a añadir hasta la fecha una sola herramienta nueva de manipulación fotográfica. Todo lo que puede hacerse a una foto en digital podía –y puede–hacerse con una foto tomada y procesada en convencional.
Lo que ha cambiado diametralmente de sentido es la filosofía y la propia esencia del marchamo de “fehaciente”, de “documento notarial” de la fotografía de película. Ahora, una imagen digital ni da fe es documento notarial de nada. A saber a qué manipulaciones habrá sido sometida la foto que ilustra la página de arranque de deportes del periódico de hoy, la cubierta del libro que estamos leyendo o el póster que hemos comprado para la puerta de la despensa.
Entrar a cuestionar la validez ética del retoque fotográfico es, si bien se mira, un agravio comparativo hacia el fotógrafo o el editor (‘manipulador’) de imágenes frente al profesional o artista que, en vez de la máquina fotográfica, usa el teclado del ordenador para narrar una historia o expresar su pensamiento sobre un tema dado.
Estaría bueno que el reportero de sucesos de nuestra emisora de radio preferida no pudiera reconstruir a su buen criterio en antena los hechos de un acontecimiento dado, o el corresponsal político del diario de nuestra preferencia no tuviera la libertad de elegir los que él considera datos clave para armar su crónica de la sesión cuyo desarrollo pretende narrar.
A finales de los años ochenta fui requerido por la Audiencia Nacional a actuar como perito fotógrafo en una de las macro causas contra narcotraficantes. La tarea consistía en dictaminar la condición o no de “fehaciente” de las fotografías de retrato de documentos nacionales de identidad de algunos de los encausados. Tarea ciertamente espinosa, pues por aquellas fechas la propia foto pegada al soporte de cartón del DNI y la de la ficha policial eran los únicos documentos gráficos disponibles. A su tamaño pequeño y el hecho de ser fotos en blanco y negro se unían unos parámetros de calidad fotográfica en gran parte de los casos mejorables.
Hoy, con la tecnología digital, el peritaje hubiera resultado infinitamente más fácil al existir la posibilidad de recurrir a los metadatos de las tomas –el “ADN” de las fotos–, así como al negativo digital de la toma original de las fotografías a efectos de peritaje judicial.
Pero no todas las fotos tienen por qué estar sujetas al inflexible “pedigrí” de la fidelidad 100% al original. Una cosa es la función reproductora de la fotografía y otra la interpretativa. No es lo mismo estar obligados a ‘calcar’ lo que está delante del objetivo que usar la cámara como instrumento narrativo.
El par de fotografías antes-después que traemos a este último artículo de la serie muestra el proceso de ‘hermoseado’ de una imagen que pretende ser amable de un escenario urbano en el que destaca una pintura en toda una pared exterior de una casa en la calle Loreto de Dénia, Alicante, en 2012 a cargo de la asociación multisectorial Urbanizarte. Se trataba de dar valor a espacios urbanos desaprovechados en los que artistas pudieran pintar la obra que habían propuesto. Vestir de arte la calle, vaya.
La intervención del fotógrafo ‘limpiando’ de cables e imperfecciones la imagen original se viene a sumar claramente a la iniciativa de los empresarios y artistas locales. ¡Hermosear un paisaje, un escenario en la foto no es delito!
Hacer que luzca más bonito lo que se mira limpiando el cristal del color del cristal con que se mira. Eso es todo lo que pretendí hacer con esta foto. Para este artículo teníamos esta semana el recurso fácil que brinda toda la imaginería crítica que ha saltado a las redes sociales con motivo de la abdicación del rey Juan Carlos. Pero estamos en un medio serio, comprometido hasta el tuétano con la ética en la comunicación.
El colofón para esta nueva aproximación nuestra al tratamiento de las imágenes, esta vez centrada en el retoque digital, me lo da servido en bandeja Eugenio, comunicante que me pasa este omentario que reproduzco aquí íntegramente:
Muy interesante tu nota, querido Manuel. Unas cuantas observaciones a tu trabajo:
1) Alguien dijo que la diferencia entre un buen fotógrafo y un mal fotógrafo es que el buen fotógrafo no muestra las fotos malas (que toma). Y tú, como buen fotógrafo, debes de estar de acuerdo con este dicho ¿verdad?
2) Hoy más que nunca hay una intencionalidad oculta o semi oculta cuando se muestra o se dice algo. La inocencia la perdimos hace rato.
3) La manipulación, no solo de las fotos sino de las noticias, es algo que, aparentemente, ya no se puede detener. Ha sido siempre así y mucho más ahora con la tremenda relevancia que tiene el gigante llamado Redes Sociales;
4) No creo que las alteraciones que muestras de la foto supuestamente original sean tan inocentes o inspiradas en el humor; más bien creo que reflejan algo de lo que dices en el quinto párrafo de tu nota.
5) Por lo dicho más arriba, no dejamos de pensar en aquel dicho: ‘Nada es verdad o mentira; todo depende del cristal con que se mire’.
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Enlaces:
- Retoque ético /1: Imágenes del apocalipsis
- Retoque ético /2: Cuando lo digital se da de bruces con la ética
- Retoque ético /3: Mejorando lo presente
- Retoque ético /4: Matar al mensajero
- Retoque ético /5: (Ir)realidad virtual
- Retoque ético /6: “Situation Room”
- Retoque ético /y 7: Por ejemplo, Urbanizarte
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