Nueva política vieja en España

Los mensajes del PP muestran con claridad la diferencia entre la “Vieja” y la “Nueva” política. El PP está escandalizado ante lo que está ocurriendo y no lo entiende, convencido de su misión y del error ajeno.

Mensajes como “No importa lo que haya comprometido su partido con la gente; lo que importa es la ley y les vigilaré atentamente”, (Montoro); o “cambiar por cambiar no, tendremos qué ver si es bueno para los españoles”, (Ana Pastor); o “Uds. (PSOE) han pasado de ser un partido alternativa de gobierno a un partido alternativo”, (Soraya Sáenz) muestran una dirección: la política como una profesión que poseen; se trata de decir a la gente qué debe hacer, cuándo y cómo sin aceptar que es al revés: somos la gente los que decimos qué hay que hacer y cuándo. ¿De verdad cree Pastor que en reunión secreta van a decidir “qué es lo bueno para los españoles”? No, la Nueva política es tan vieja que recupera aquel axioma de Demos, pueblo y Kratos, gobierno en el que la gente define su presente y su futuro.

Para los habitantes del PP la cosa es ininteligible: eso de que mande la ciudadanía les supera intelectualmente y de ahí sus actitudes arrogantes con todo lo ajeno. No responden preguntas, sus ruedas de prensa no permiten réplicas; si un periodista insiste en preguntar se le retira la acreditación o se le remite a unas declaraciones anteriores que nunca existieron, etc. Con sistema tan siniestro no es de extrañar que la vicepresidenta del Congreso se dedique al Candy Crush mientras habla su Gran Líder.

mariano-rajoy_marisa-babiano Nueva política vieja en España
Mariano Rajoy, por Marisa Babiano

A mí me recuerdan aquel anuncio de los 70 en que un guardia daba el alto a un vehículo y el conductor le espetaba “Usted no sabe con quien está hablando” y el locutor en off le contestaba “Pero usted sí, compórtese.” Es lo que pasa con los mandamases del PP: van por la vida diciéndonos a todos que no sabemos con quién estamos hablando sin darse cuenta que son ellos los que deberían saber con quien están hablando y que están ahí no por haber sido tocados por el dedo divino de Dios o Rajoy para dirigirnos como a un rebaño de imbéciles, sino porque ha habido gente, personas, ciudadanos que les votaron y a quienes deben el puesto, un respeto y mucha humildad.

Pero no lo entienden; igual que no entendieron y perdieron en Europa y perdieron en las municipales y perderán en las generales. Solo espero que con su tradicional saber perder –es ironía, claro- no vuelvan a gritar que quien suceda a Rajoy llegó en cercanías a Moncloa.

Manuel Pascua
Analista político y económico. Mis armas son las palabras y mi razón mis convicciones. Me gustan los números y la economía a la que, sorprendentemente, hasta entiendo. Sé que hay otros caminos para nadar las aguas negras de la vida y que el que nos imponen -comer basura, tragar inquina y vaciarnos los bolsillos- es el resultado de mezclar ineptos gobernantes con espabilados banqueros. Soy filólogo, soy letraherido y he vivido en Suiza, en Inglaterra y en Colombia. En España he vivido en Barcelona, en Madrid, en San Sebastián y en Cádiz y mi alma y mi carácter son castellanos: seco y claro, aunque con un sentido del humor ácido y las más de las veces corrosivo cuya primera víctima soy yo y la segunda la realidad estrambótica que me rodea. Mi ley es la opinión y prefiero construir a destruir, sumar a restar, el ruido al silencio, la furia a la calma del camarón dormido en la corriente. Amo nuestro siglo de Oro y no creo que otro mundo sea posible: estoy absoluta y completamente seguro de que es así.

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