Carmen Iglesias Cano: una mujer ilustrada

Es miércoles 9 de diciembre de 2015. Estamos en el Instituto Cervantes de Madrid, donde Carmen Iglesias acaba de recibir el premio Antonio de Sancha de la Asociación de Editores de Madrid.

Carmen Iglesias en el Instituto Cervantes

Ya han hablado todos los que tenían que hablar antes que ella (el director del Instituto Cervantes, el secretario y la presidenta de la AEE), y ahora es el turno de la protagonista, Carmen Iglesias Cano, quien ha preferido hacerlo en forma de entrevista:

-¿Qué han significado los libros en la vida de Carmen Iglesias? -pregunta Victoria Prego, periodista y amiga de Carmen Iglesias.

Bueno -empieza a hablar con su voz de hilo-. Creo que no hubiera sobrevivido sin ellos.

-¿Ha tenido una vida dura? Háblenos de ella y qué hubiera sido de usted sin los libros.

Yo era hija única y… Pero no creo que esto sea lo más importante. Cualquier vida se puede convertir en una tragedia o en un cuento de hadas según como se mire. Y ahí detrás están los libros. La lectura es una suerte porque no hay infortunio en la vida que no se pueda sobrellevar con una buena lectura. Después de una hora de lectura, todo se puede ver de diferente manera.

Carmen-Iglesias-Cano Carmen Iglesias Cano: una mujer ilustrada
Carmen Iglesias Cano en la RAE

Cita a este propósito a los escritores ingleses (Virgina Woolf entre otros) que han dejado dicho que «la lectura no nos hace felices pero ayuda a llevar el infortunio de la vida».

Cuenta el efecto producido en ella por el libro José y sus hermanos, de Thomas Mann, que le ayudó a comprender muchas cosas. Cuando leyó a Thomas Mann, cuyos libros atesoraba año a año, sobre todo «José y sus hermanos», comprendió cosas de la vida que hasta entonces se le escapaban y que la habían hecho sufrir. El narcisismo de José es la causa de su infortunio. Era tan bello que su propio ensimismamiento le impedía ver el dolor que causaba en los demás; dolor acrecentado por su propia existencia, al ser el favorito del padre. Él no hacía nada, incluso era bueno, pero con su inacción y su incapacidad de ver lo que les pasaba a los demás, se buscó su propia ruina.

Es un libro cargado de una simbología iluminadora, riquísima en imágenes de una belleza deslumbrante que ayuda a ver, por ejemplo, que Saúl, el padre de José, es engañado dos veces: cuando se acuesta la noche de bodas con la que él cree su hermosa Raquel (él, como era ciego, no se entera de la suplantación) y cuando le dicen que su hijo más querido, José, ha muerto, cosa que tampoco es verdad pero el sufrimiento es el mismo.

Recomienda leer el artículo reciente de Javier Cercas titulado «El lector vampiro», y también seguir sin perderse nada el discurso de ingreso de Juan Pablo Fusi el domingo 13 en la Academia de la Historia. Ella lo cita y luego se arrepiente por miedo a adelantarse: «Son los clásicos los que nos crean a nosotros y no nosotros los que hacemos de ellos un clásico».

Respecto a si ha sido dura su lucha como mujer en un entorno de hombres para escalar los puestos a los que ha llegado (pertenece a dos reales academias, fue directora de la de la Historia, educadora de príncipes…), Carmen Iglesias asegura que no ha tenido que luchar más que una vez para sobrepasar a los hombres, y fue para conseguir la cátedra de Historia de las Ideas y Formas Políticas, algo muy llamativo en el antiguo régimen. «Estaban todos los compañeros tan seguros de sacarla ellos…» «Y peleé porque eso era conquistar una libertad muy grande. Sí es cierto que he roto más veces el techo de cristal, pero sin empujar».

Cuando dice enérgica «No permito que delante de mí se humille a nadie», me recuerda a Pilar Bardem, quien, en sus Memorias publicadas en 2005, dice lo mismo: «Delante de mí, no se humilla a nadie». Ya son dos las mujeres a las que se lo oigo decir en un contexto de creciente tendencia a volver la cara. Dos referentes a los que hay que agarrarse ineludiblemente y que se agradece tenerlos ahí.

Una población -sigue Carmen Iglesias- que no lee es una población desamparada. La educación es la asignatura pendiente de la democracia porque en ella se ha extendido de forma mayoritaria la formación, pero las humanidades se han olvidado totalmente. Esta última frase me recuerda lo que Javier Reverte dice en su libro Un verano chino, citando a Somerset Maugham: “Cuando China era todavía un país sin civilizar, todos los hombres educados eran capaces de escribir versos con cierta elegancia”.

-El desmantelamiento de la secundaria, que es la vertebración del joven –se lamenta Carmen. Y sigue: -Hay una ruptura entre lo político y lo social, lo que provoca que, en las Comunidades Autónomas, la historia sea falseada con mentiras y haya sesgos ideológicos en ese querer borrar el pasado. Los historiadores tenemos que luchar contra esos tópìcos fatalistas que parecen querer aplastarnos cada vez que levantamos cabeza: «Somos así. En España, ya se sabe, Es lo que hay. Y qué esperabas».

-¿Dónde están en esto los intelectuales españoles? -pregunta Victoria Prego.

Intelectuales los hay orgánicos y exiliados: Félix de Azúa, Arcadi Espada, Albert Boadella están borrados del mapa y de la vida civil, muertos civilmente.

Se han mezclado todos los términos en «la memoria histórica». Porque la memoria es individual, pero la historia es colectiva… Ahora bien, nunca se ha dejado de escribir historia y, gracias a eso, está todo escrito, todo el franquismo está escrito, no se silenció nada, nada, al contrario, todo se tuvo en cuenta pero hay que pasar página, y es lo que hizo muy sabiamente la Transición, que hizo una obra de arte porque se basó en la historia precisamente para no repetirla: ¡no queremos otra guerra civil!

Lo que pasa es que la postguerra fue muy larga, Y Franco, no lo olvidemos, murió en su cama y dictando condenas a muerte. Julián Marías en su libro La guerra civil cómo pudo ocurrir ilustra muy bien el desconcierto que todo ello supone. Y creíamos que se había recuperado la memoria íntegra y que de algún modo podíamos pasar página, la amnistía es necesaria para olvidar. Creíamos que lo habíamos logrado, pero no, parece que ahora hemos dado de nuevo un paso atrás. Parece que ha habido siempre un péndulo antifranquista que toca ponerse y que nos lleva a ser todos antifranquistas, los que más, incluso los más insospechados, y a pedir cuentas al resto.

-Alguno hasta se tuneó la biografía -señala Prego, poniendo humor a lo que dice Carmen Iglesias.

Y no fue totalitarismo lo de Franco, esto hay que distinguirlo. Lo de Franco fue dictadura, no totalitarismo. Porque si hubiera sido totalitarismo, no estaríamos aquí ninguno de nosotros. Sí dictadura, y nadie quería que se volviera atrás. Así que -concluye porque le marcan que el tiempo se termina – los intelectuales están, pero su influencia es infinitamente menor que la propaganda política, y esto en España es notorio.

-Gracias por estar aquí -concluyó Prego-. Y gracias por ser representante de la intelectualidad femenina y de todos los intelectuales honestos, y que vivas muchísimos años.

María del Carmen Iglesias Cano es historiadora del pensamiento político. Nacida en Madrid en 1942, ingresó como estudiante de la Universidad Complutense en 1962; al final de su licenciatura recibió el nombramiento de profesora ayudante del profesor Luis Díez del Corral y redactó su tesis doctoral «Conexiones entre política y ciencia natural en el siglo XVIII». Ha escrito trabajos sobre Rousseau, Montesquieu, Comte y fenómenos tan básicos para comprender debidamente el mundo moderno como son la Ilustración o los nacionalismos. Es catedrática de Historia de las Ideas y Formas Políticas en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid; desde 1996, ejerce como directora del Centro de Estudios Políticos y Constitucionales. En 1984 fue nombrada tutora de la infanta Cristina en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología.

Entre otros muchos cargos y honores, en su currículo destaca su ingreso en 1989 en la Real Academia de la Historia. En el año 2000 fue elegida académica de número de la Real Academia de la Lengua Española, donde ingresó con un discurso sobre las relaciones entre historia y literatura el 30 de septiembre de 2002 para ocupar el sillón E que dejara vacante Gonzalo Torrente Ballester. La obra colectiva Símbolos de España, coordinada por ella, obtuvo en el año 2000 el premio Nacional de Historia.

Nunci de León
Doctor en Filología por la Complutense, me licencié en la Universidad de Oviedo, donde profesores como Alarcos, Clavería, Caso o Cachero me marcaron más de lo que entonces pensé. Inolvidables fueron los que antes tuve en el antiguo Instituto Femenino "Juan del Enzina" de León: siempre que cruzo la Plaza de Santo Martino me vuelven los recuerdos. Pero sobre todos ellos está Angelines Herrero, mi maestra de primaria, que se fijó en mí con devoción. Tengo buen oído para los idiomas y para la música, también para la escritura, de ahí que a veces me guíe más por el sonido que por el significado de las palabras. Mi director de tesis fue Álvaro Porto Dapena, a quien debo el sentido del orden que yo pueda tener al estructurar un texto. Escribir me cuesta y me pone en forma, en tanto que leer a los maestros me incita a afilar mi estilo. Me van los clásicos, los románticos y los barrocos. Y de la Edad Media, hasta la Inquisición.

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