Gobernanza en España: la hora de la verdad

Si en mi anterior entrega sobre la situación política en España[1] tras las elecciones decía que cada palo debía aguantar su vela, teniendo en cuenta los resultados salidos de las urnas, en esta ocasión, y cuando el líder de la oposición, Pedro Sánchez, se apresta a buscar la formación de un Gobierno tras la sonada renuncia de Mariano Rajoy, creo que ante dicha gobernanza ha llegado la hora de la verdad, demagogias, salvadores de la patria y marchantes en busca de acomodo aparte.

Y la verdad es que algunas cosas han cambiado en nuestro país, y con esto hay que contar a la hora de tomar decisiones. Porque si antes teníamos dos partidos mayoritarios que se habían alternado en el Gobierno durante años, esto es algo que ha pasado a la historia, puesto que ahora son cuatro los partidos mayoritarios, separados entre sí por escasos votos. Tenemos pues un Parlamento más heterogéneo, pero Parlamento al fin y al cabo, por mucho que algunos, expertos en la materia, hayan intentado convertirlo en un plató de televisión, lugar donde se mueven como pez en el agua.

Ante semejante panorama, y de cara a la formación del próximo Gobierno, lo cierto es que éste ha de salir de la voluntad en forma de acuerdos de los parlamentarios que se sientan en la Carrera de San Jerónimo o, en caso contrario, estaremos abocados a recurrir a nuevas elecciones, hecho éste sobre lo que algunos políticos ya hacen sus cálculos, por mucha hipocresía que finjan de momento de cara a la galería. A fin de cuentas, los que perderíamos el tiempo para salir de estas situación seríamos los ciudadanos que, por cierto, les pagamos el sueldo a sus señorías.

Los hechos están ahí, y cada cual podrá juzgarlos como crea conveniente, por lo que estas líneas pretenden ser simplemente un argumento más. Tenemos un partido mayoritario, el Popular, con un presidente en funciones, Mariano Rajoy, que ha declinado en una primera instancia presentarse a la investidura alegando que no tenía votos suficientes para sacarla adelante, y al parecer en la segunda oportunidad ha sido el Rey, Felipe VI, el que no lo ha considerado la opción adecuada, inclinándose por el secretario general del Partido Socialista Obrero Español, Pedro Sánchez.

Resulta curioso comprobar cómo al señor Rajoy se le ha llenado la boca por activa y por pasiva de ser la primera fuerza política, con más de siete millones de votos, todo ello cierto, pero que al mismo tiempo no haya tenido la valentía, dignidad o agarraderas de postularse para dirigir este país, precisamente por respeto a esos millones de votantes que, en buena lógica, depositaron su confianza en el Partido Popular que él representa, y que con su decisión los ha dejado en la tacada.

Otra cosa puede ser que en una pose de dontancredismo de la que hace gala esté esperando sentado en la puerta de su sede en la calle Génova para ver pasar el cadáver político de su enemigo socialista, Pedro Sánchez, para volver a la carga, ya que según sus propias palabras no se ha ido. Pero como capitán de ese barco a la deriva que parece ser en estos momentos el Partido Popular, debería haberse puesto al mando del timón y afrontar los vaivenes provocados por vientos que procedentes de latitudes como Valencia, con arrecifes cortantes que en forma de AquaMed, Gúrtel, Imelsa, Taula y otros desconchones varios amenazan con llevarse por delante al partido genuinamente representante de la derecha española.

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Cruce de manos entre Albert Rivera, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias en el debate electoral

 

Por su parte, el candidato y aspirante socialista a presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, no lo va a tener fácil, por lo que tendrá que ensamblar muy bien su frase de que “A cualquier mal buen ánimo repara” si quiere que sus aspiraciones de cara a ocupar la Moncloa cobren visos de realidad. Y lo tendrá difícil desde dentro y desde fuera de su órbita política. Desde dentro, porque algunos de los conocidos como “barones” del PSOE más que serlo, en ocasiones han dado la sensación de que a veces pasan a comportarse como “moscas cojoneras” que en nada contribuyen a allanar el camino, sino más bien a joder la marrana, que diría el clásico. Porque una cosa es el Comité Federal, máximo órgano de debate democrático, y otra muy distinta que en cuanto le colocan a alguno una alcachofa radiofónica delante de sus napias se sueltan un aria que, más que desentonar con la partitura socialista, es un “gallo” fuera de lugar.

Y desde fuera también las pintan calvas para el líder socialista en su camino hacia la presidencia del Gobierno, ya que tendrá que vérselas con partidos situados a su derecha y a su izquierda, como son Ciudadanos y Podemos, que en buena lógica intentarán sacar réditos a su postura, si bien habrán de calibrar sus cálculos, no vaya a ser que vayamos a nuevas elecciones, objeto del deseo de algunos, y de tanto ir el cántaro a la fuente acabe rompiéndose, derramando de nuevo sobre la Moncloa esa leche proveniente de Galicia, a la que unos aspiran mientras otros le hacen ascos.

Estas líneas se entregan en redacción el 10 de febrero, por lo que las cosas pueden variar en cualquier momento, habida cuenta del ritmo de las reuniones que están habiendo en busca del consenso. Pero algunas cosas parecen claras a estas alturas: por ejemplo, que Ciudadanos parece haber entrado en una vía de diálogo que, con todas las salvedades, pudiera acabar llevando a buen puerto, si bien es cierto que hay puntos importantes de divergencia en su credo político con respecto al programa socialista. Pero para eso están las reuniones, para intentar buscar puntos de entendimiento, y para ello todos los interlocutores deben de ser conscientes de que en toda negociación se acaba cediendo, dejando pelos en la gatera.

Aunque parezca incomprensible, parece ser que más difícil lo va a tener el candidato a presidente del Gobierno Pedro Sánchez con Podemos, un partido situado a la izquierda, y por tanto más próximo a los socialistas en línea ideológica. Algunos sarpullidos, a medio camino entre la bisoñez en estas lides y el ego subido de tono, tomaron cuerpo hace semanas cuando Pablo Iglesias, media hora después de reunirse con el Rey Felipe VI se presentó ante los medios de comunicación exigiendo al líder socialista, que en ese momento despachaba con el Rey, ser vicepresidente del Gobierno, al tiempo que quería media docena de ministerios para su partido, todo así, de una tacada. Y después se ha negado categóricamente a buscar ningún tipo de acuerdo con el PSOE si éste negocia con Ciudadanos, como si fuera él el que dirigiera la orquesta.

Visto lo visto, o algunos no han entendido los resultados de estas elecciones, o España sigue siendo un país diferente, para desgracia nuestra. Y todo esto, mientras la bolsa pierde puntos y la prima de riesgo sube día a día con datos contantes y sonantes. Es por ello que los partidos que se definen como reformistas deben buscar un entendimiento de cara a la formación del Gobierno, dejando sus pruritos a un lado, o estamos a bocados a nuevas elecciones, en las que posiblemente, y a tenor de las encuestas, llegaríamos al mismo camino, algo que la ciudadanía, con la que está cayendo, no se merece.

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Conrado Granado
@conradogranado. Periodista. Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid. He trabajado en la Secretaría de Comunicación e Imagen de UGT-Confederal. He colaborado en diversos medios de comunicación, como El País Semanal, Tiempo, Unión, Interviú, Sal y Pimienta, Madriz, Hoy, Diario 16 y otros. Tengo escritos hasta la fecha seis libros: «Memorias de un internado», «Todo sobre el tabaco: de Cristóbal Colón a Terenci Moix», «Lenguaje y comunicación», «Y los españoles emigraron», «Carne de casting: la vida de los otros actores», y «Memoria Histórica. Para que no se olvide». Soy actor. Pertenezco a la Unión de Actores y Actrices de Madrid, así como a AISGE (Actores, Intérpretes, Sociedad de Gestión).

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