Activismo antirracista se oxigena en barrios cubanos

Irma Castañeda se trenza desde niña el pelo ensortijado y lo cuida con recetas naturales heredadas de su madre, sin hacer caso del «feo» o el «malo» que escucha sobre el cabello de las mujeres negras, escribe Patricia Grogg (IPS) desde La Habana.

mujeres-afrodescendientes-america Activismo antirracista se oxigena en barrios cubanosCon suavidad y manos diestras, ella apunta a erosionar algo mucho más duro que esos adjetivos: el silencio sobre el conflicto racial, durante décadas tema tabú por el discurso oficial según el cual el racismo fue erradicado por la Revolución Cubana en 1959.

En el barrio Balcón Arimao del municipio La Lisa, oeste de La Habana, Castañeda y otras nueve mujeres empiezan por mejorar la autoestima y enseñan técnicas de peluquería y recetas caseras de cosméticos para la piel negra, que no se ofertan en los comercios.

«Lo mismo un pelo alisado, peinado al afro o con ‘dreadlocks’ (rastas), puede verse hermoso en una mujer negra, que tiene el derecho de contar con los medios para atender su imagen», dice Castañeda a IPS.

«Queremos romper el estereotipo de que las negras somos menos bellas, sin tener que parecernos a los modelos de blancas», añade Castañeda, educadora de profesión y promotora del proyecto Rizos.

Las mascarillas y las tenazas son para estas peluqueras puerta de entrada hacia la conciencia de los problemas de la población afrodescendiente, que constituye 35,9 por ciento de los casi 11,2 millones de habitantes de Cuba.

Rizos es una de las iniciativas de la Red Barrial Afrodescendiente (RBA), que está reanimando el activismo antirracista en La Habana.

Hace un año, activistas distintas comunidades urbanas fundaron la RBA para llevar a los barrios las investigaciones y debates sobre la cuestión racial. Todos los meses, en una casa comunitaria de La Lisa, se dictan conferencias para capacitar a 35 líderes locales.

Cada una de estas personas, con distintas ocupaciones y niveles de educación, asume la responsabilidad de llevar lo aprendido a su familia, su barrio y lugar de trabajo.

Marlene Bayeux, una exveterinaria de 63 años, sabe lo que es ser subestimada. «Para ser valorada como profesional tuve que imponerme a un jefe racista, pero si hubiera contado con los argumentos que aprendí con los talleres de la Red, me habría ahorrado muchos tragos amargos», dice a IPS.

Bayeux siente que contribuye a la causa en el grupo La Muñeca Negra: artesanas que moldean figuras de deidades afrocubanas en papel maché.

Otro grupo cose muñecas negras de trapo, solo que vestidas como aeromozas, médicas, enfermeras y militares, contrariando la imagen de religiosa o esclava, típica de estos juguetes.

Aunque pequeñas, estas acciones definen rumbos trascendentes, dice a IPS la historiadora Daisy Rubiera, del capítulo cubano de la Articulación Regional Afrodescendiente de América Latina y el Caribe, creado en septiembre del año pasado.

Rubiera juzga insuficiente el trabajo del sector intelectual, que hace años diserta, investiga e incluso se lucra con el tema, pero no ha logrado vincularse de manera orgánica con la población: «Las causas históricas de la discriminación racial no aparecen en los textos oficiales, de ahí que pasen inadvertidas para la mayoría», dice Rubiera, asesora de la RBA, a IPS.

Maritza López, coordinadora de la RBA y con amplia experiencia de trabajo social en barrios pobres, señala que se necesita debatir con las personas más afectadas, que están en la calle y no en librerías, teatros ni foros científicos.

«El activismo académico inició el camino, pero falta que esos intelectuales bajen a nuestros barrios a trasmitir sus saberes en un lenguaje asequible», dice López, coordinadora de la RBA, en diálogo con IPS.

En Cuba la discriminación racial se manifiesta sobre todo en prejuicios y actitudes personales, sociales y culturales. Lo llaman «racismo vergonzante» o «de pero», porque no está bien visto en el espacio público y se practica casi siempre de forma solapada.

«A veces las personas negras no perciben que son discriminadas porque socialmente el problema se asume como natural», dice la profesora jubilada Hildelisa Leal.

La segregación también se manifiesta en la situación social: negros y mestizos son mayoría entre los pobres y minoría en los cargos de poder y en sectores económicos emergentes, como el turismo y el trabajo por cuenta propia, afirma la investigadora María del Carmen Zabala.

Según sus investigaciones, menos de 20 por ciento de la población cubana que emigra en busca de un mejor futuro es negra o mestiza. Y por eso, la mayor parte de las remesas que esos emigrantes envían al país son para familias blancas.

Según el censo de 2002, el desempleo afectaba a 2,9 por ciento de la fuerza laboral blanca, y a 6,3 por ciento de la negra y mestiza. En cuanto a la graduación en estudios terciarios, la diferencia a favor de quienes tenían piel clara era de 4,4 puntos porcentuales.

Hasta ahora no se han actualizado estos datos con el censo de 2012.

El presidente Raúl Castro se ha referido a ampliar la presencia afrodescendiente en cargos políticos.

En la Asamblea Nacional legislativa elegida este año, 37 por ciento de los escaños están ocupados por personas negras y mestizas, una proporción semejante a la de la población.

En enero de 2012, el gobernante Partido Comunista declaró su intención de «enfrentar los prejuicios y conductas discriminatorias por color de la piel» que son «contrarios a la Constitución y las leyes» y atentan «contra la unidad nacional».

Pero activistas reclaman acciones más contundentes para la segunda nación con mayor proporción de negros y mestizos de América Latina después de Brasil.

Tato Quiñones, uno de los principales integrantes del proyecto ciudadano Cofradía de la Negritud, propone una estructura judicial específica para procesar actos de discriminación racial.

La investigadora Zuleica Romay también sugirió, en un premiado ensayo, una ley general contra las discriminaciones.

Dominar las raíces culturales e históricas del racismo ha servido a Damayanti Matos, integrante de la RBA, para potenciarse como persona: «Tomé consciencia de mis derechos, porque antes me parecía normal que me llamaran negra», dice a IPS. «Ahora sé que detrás del gesto inocente existe una historia de discriminación».

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