El libro de José Manuel de la Torre «Adictos a las sombras» (Laertes Ediciones, 2015), revisado por el psicólogo clínico Xavier Pujols, es algo más que unas conversaciones con adictos al sexo, tal como se subtitula limitando un poco su calado. En realidad, esos diálogos no pasan de las cien primeras páginas y tienen como función mostrarnos una serie de particularidades personalizadas de quienes se han ofrecido para responder a una serie de cuestiones sobre su adicción.
Una vez sabidos los caracteres que la identifican en las voces de quienes la han padecido, el autor indaga sobre el origen del problema y la personalidad adictiva en general. Las diferentes adicciones se pueden dividir en tres categorías básicas: las de la excitación (juego, drogas); la de la saciedad (alcoholismo, drogas depresoras), y las de la fantasía (drogas sintetizadas o de diseño, cannabis). La adicción sexual, por sus especiales características, puede ser la piedra de toque dentro del conjunto adictivo, al compartir rasgos de las tres categorías.
En un intento por arrojar luz sobre el tema, investigadores de la Universidad de Cambridge, en Reino Unido, hicieron escáneres cerebrales a 19 hombres adultos mientras estos visualizaban imágenes pornográficas. El estudio mostró que se activaban los mismos centros de recompensa que los que se activan en el cerebro los de los adictos a las drogas cuando ven su sustancia predilecta.
Los especialistas aseguran que hoy en día es muy fácil volverse sexoadicto. La publicidad, los medios de comunicación, Internet y la ansiedad cotidiana son detonantes para generar dependencia al sexo, pues representa placer y genera una reducción importante de esa ansiedad, que a su vez puede ser reflejo de una educación sexual enfocada hacia lo negativo: “No hay una orientación sexual a la libertad, al placer, al disfrute, sino a evitar embarazos, a que es pecado, etcétera. Mucha gente crece con esa educación y cuando se inicia en el sexo, mezcla su ansiedad con el tabú”.
Lo que hace que esa adicción sea muy difícil de superar, además, es que forma parte de una necesidad básica, pues se trata de un instinto como el comer. Resulta difícil determinar la prevalencia actual de la adicción al sexo. Se habla de un seis por ciento de la población, pero es una cifra difícil de comprobar. Según el doctor Rafael Maldonado, al que el autor también entrevista, hablar de un seis por ciento es minusvalorar la repercusión social de la enfermedad.
Un capítulo muy interesante es el que Torre dedica a la omnipresencia del sexo y a la trampa que en este sentido constituye la sociedad de consumo. Los estímulos sexuales subliminales descontrolados de la publicidad dan lugar a conflictos psíquicos abiertos en individuos inestables o con una moralidad y educación represivas que podrían ser un catalizador para la adicción sexual. Esa influencia del sexo subliminal en el desarrollo de ese tipo de adicción podría ser turbadora, a juzgar por lo escuchado en las charlas mantenidas por el autor.
Al universo pornográfico dedica José Manuel de la Torre un apartado más de su libro, pues desde la llegada de Internet la conciencia colectiva de nuestras sociedades de ocio se ha visto permeabilizada por la pornografía como por ningún otro sistema de representación. El universo pornográfico es un paraíso artificial paralelo creado por la sociedad de la superpoblación y el aislamiento urbano que lo produce, nutre y mantiene. Hace unos años, el psicólogo clínico Eduardo Cabrera habló de la predominancia de la adicción sexual en un contexto vital cada vez más extendido y como una de las manifestaciones más comunes de la ansiedad. La excesiva importancia que concedemos a nuestra imagen en los demás y la soledad eran, según su teoría, los motivos principales. Es de subrayar que los casos de adicción sexual son mayoritariamente masculinos.
No podían faltar en el libro esas frases escritas por Oscar Wilde en las que dice que en el mundo todo tiene que ver con el sexo salvo el sexo. El sexo tiene que ver con el poder. Ese poder se ha comercializado, optimizando sus recursos para sacarle el máximo provecho comercial como producto de liberación y autoafirmación. Sin embargo, tal como José Manuel de la Torre analiza en su libro, hay personas que lo convierten en su cárcel. Lo confiesan entre otros, en Adictos a las asombras, un político, un empresario y un estudiante con tendencias pedófilas. Debería preocuparnos, mucho más de lo poco que hasta ahora parece, esta adicción.