Ajedrez y metáforas: ‘Las jugadas que importan’ de Jonathan Rowson

El autor y ex ajedrecista profesional Jonathan Rowson acaba de editar su último libro, titulado en España ‘Las jugadas que importan’ con el subtítulo, ‘Reflexiones de un ajedrecista en el juego de la vida’ (en su original, The moves that matter: A Chess Grandmaster on the game of life)

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En la obra mezcla autobiografía con reflexiones sobre el juego y su correlación con la vida, el mismo Rowson lo define así: «Este libro es una historia personal (…) el mundo del ajedrez y una filosofía de vida en general».

Así narra cómo el ajedrez le ayudó desde su infancia, recuerda que su madre le enseñó a jugar a los cinco años en Aberdeen, jugó también con su hermano mayor Mark, su abuelo Rae y tíos Philip y Michael.

A los seis años le diagnosticaron diabetes tipo uno, cuando tenía diez años «construí mi mundo a través del ajedrez y cuando supe de la esquizofrenia que padecía mi padre por lo que mi familia se había desmoronado, el ajedrez me dio unas reglas, ‘si esto entonces pasa aquello’, luego tuve el orgullo de representar a mi ciudad, luego a mi país».

Por este motivo, cuando su madre inició una nueva relación, se trasladó a Londres donde conoció al gran maestro Richard James, quien dirigía el Richmond Junior Chess Club, pero volvió a Aberdeen a vivir con el abuelo que murió cuando tenía dieciocho años. Se profesionaliza en el ajedrez competitivo aunque posteriormente siguió estudiando y deja finalmente la competición y el mundo de los torneos de élite.

La obra cuenta con una estructura como el ajedrez de ocho por ocho, con ocho capítulos donde en ningún caso y aunque se alude, no se reproducen partidas, eso solo sucede al final, notación algebraica (le dedica un apéndice, p.351), en las referencias a las distintas notas de pie de página.

La autobiografía no es lineal, salta de una etapa a otra de su vida y con acotaciones sobre jugadores a los que se ha enfrentado, unos más conocidos, otros menos y de los que ejerce su opinión, favorable o desfavorable, acertada o menos acertada, es preferible que lo decida el lector. No hay alusión a jugadores españoles aunque sí a lugares de nuestro país como Palma de Mallorca y La Rioja.

Sostiene que el ajedrez ilumina la vida en su conjunto llevándonos a preguntas eternas: cuál es mi lugar en el mundo, qué estoy tratando de conseguir en la vida, cuál será mi próximo movimiento… En esas 64 casillas en blanco y negro se encuentra la realidad de toda nuestra existencia, desde el aprendizaje hasta la mejor vivencia, hay numerosas metáforas.

«La concentración es la esencia del ajedrez, hace que emerja una conciencia del estado de ánimo, una apreciación del método y un compromiso con el sentido» sostiene.

Es una lectura adecuada para aquellos que conocen y juegan previamente al ajedrez, los amantes de las metáforas y citas así como para los que se preguntan por la similitud de la relación entre las 64 casillas con los pasos que damos en el mundo, teniendo además un componente de eso que llaman libros de autoayuda.

Unas breves líneas sobre la traducción, sin duda, ninguna es fácil y además se incrementan las dificultades cuando se trata del noble juego. Uno ha leído mucha literatura de y sobre el ajedrez, hay traducciones canallescas como la que citaba «apertura española» como «partida española», pero es la primera vez que veo que el traductor se arroga el derecho de decidir lo que es y lo que no es literatura ajedrecística.

Mientras, por ejemplo, deja sin pie de página el conocido refrán «El hombre propone y Dios dispone» devenido en el texto como «El hombre propone y Dios se ríe», en la página 116, cita el término en inglés blunder (sin traducirlo) defendiendo en pie de página que se utiliza «con frecuencia en la literatura ajedrecística en español» (sic).

O bien, poca literatura ajedrecística en español ha leído el traductor o tiene un concepto propio y peculiar de dicha literatura, o lo vincula al ajedrez competitivo y en plataformas donde se usa el inglés, no en el literario, desde luego.

En todo caso, es la primera vez que leo a un supuesto traductor-ajedrecista que, ya digo, decide de forma personal sobre si una palabra hay que traducirla o no, y da por supuesto, que todos los lectores conocen este término que iguala, al parecer, a zugzwang, blitz o gambito (si quiere más datos, mire los documentados Diccionarios de Ajedrez de Gude o Ibero, por citar los dos más destacados en español, en ninguno aparece blunder, a no ser que pretenda que el ajedrez nació ayer gracias a los ingleses y no lleve mil quinientos años de historia).

Aclaro que el término que el traductor no explica, significa literalmente torpeza, pero en ajedrez significa una mala jugada, un error. En todo caso, y leyendo el libro detenidamente, la traducción, en general, es manifiestamente mejorable (se cita así ‘catorceava’ en vez de decimocuarta jugada, p. 247 o Yitzhak, sin traducir como Isaac, como fue conocido en español el primer ministro israelí Rabin, p.309) o es que el autor, con tanta metáfora y citas, no se aclara en algunas partes de la extensa obra.

Así, también hago una serie de acotaciones a diferentes apreciaciones del autor. Fue el ajedrecista checo, que se mudó a Estados Unidos en tiempos de la guerra fría, Lubomir Kavalek (1943-2021) quien como autor de las columnas ajedrecísticas del conocido diario estadounidense Washington Post, retomó el conocido apodo de José Raúl Capablanca (1888-1942) como ‘Mozart del ajedrez’, para referirse al actual campeón mundial, Magnus Carlsen.

De ahí pasó al mundo anglosajón y luego lo repitieron medios de todo el mundo, algunos en español, sin citar su origen, que es solo una copia, no un original. En el libro no solo lo cita, «ha sido llamado….», sino que además el autor no lo relaciona con la precocidad, sino que lo asocia a que su juego «es bello y profundo». Pero aquí no hay nota explicativa a pie de página.

No es lo único que chirría. En la página 333 al hablar del inicio de la conocida película ‘El séptimo sello’ hace una interpretación libre y muy sui generis solo con las primeras y lacónicas frases entre el caballero Antonius Block y la muerte. El diálogo literal en el filme –en español- es:

-El espíritu está pronto, pero la carne es débil. Espera un momento.
-Es lo que todos decís, pero yo no concedo prórrogas.

Este sencillo diálogo –ignoro su exacta versión inglesa- lo interpreta de esta manera: Antonius Block «afirma que le gustaría hacer algo significativo antes de partir» y la muerte le contesta «todo el mundo dice lo mismo».

Por último, una divertida interpretación es la que escribe sobre la muerte de Alexander Alekhine (1892-1946) digna, sin duda, de una novela de misterio. Al final, su muerte no fue por supuestos comandos secretos, franceses o soviéticos, sino que la achaca ¡al cocinero del hotel! Y es que no se atragantó con cualquier trozo de carne, ni como dicen otras teorías, con un hueso de pollo, no, sino que la carne estaba ¡en mal estado! por lo que, supuestamente, le provocó la muerte.

Sin duda, el autor debe tener unas fuentes muy exactas y ya sabemos quién fue al final el asesino: el cocinero, un buen argumento de novela negra. Mala publicidad para la hostelería portuguesa y del hotel de Estoril, donde, por cierto, muchas décadas después, sus compatriotas turistas anglosajones tanto abundan.

Llama la atención, asimismo, que todo un doctorado en Oxford, que presume de haber estado en la Casa Blanca, escriba cosas como que el pronazi Alekhine (no es supuesto colaborador, como escribe, hay testimonios, fotos y, sobre todo, los propios escritos y declaraciones antisemitas del que fuera campeón del mundo, lástima que no se quiera enterar) vivió en dos países «invadidos», uno, Francia, por la Alemania nazi y otro, Rusia, invadido por….¡los bolcheviques! Esto muestra que no todos los conocimientos se logran con títulos de Humanidades y Ciencias Sociales.

Y es que estos bolcheviques procedían, por lo visto, de Bolchevilandia e invadieron la Rusia zarista o lo mismo fue Lenin y sus secuaces que provenían de Suiza y ocuparon ellos solos ese país, luego convertido en Unión Soviética. Pero todavía hay más, ya que afirma que la guerra –se supone que la Segunda guerra mundial- causó un millón de muertos. El problema no solo es el número, es que no dice de donde proceden los finados.

Biografía

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Jonathan Rowson

Jonathan Rowson de 44 años, fue el mejor jugador de Escocia, tercer jugador escocés en obtener el título de gran maestro, que consiguió en 1999, con veintidós años. Su máximo Elo fue de 2599, llegando a alcanzar la posición 139 en el ranking mundial.

Ganó el campeonato de Escocia en 1999, 2001 y 2004, año que obtiene un doblete pues consiguió también el británico, repitiendo en 2005 y 2006.

Es licenciado en Humanidades y Ciencias Sociales en Oxford, Harvard y Bristol.

Actualmente es director de la consultora de investigación londinense ‘Perspectiva’, donde publicó un ensayo en el que sostiene que el ajedrez es útil para enfrentar los problemas complejos de la sociedad.

En España tiene publicados: ‘Los siete pecados capitales del ajedrez’, 2004, segunda edición, 2010 y ‘Ajedrez para cebras’ 2008, ambos en editorial La Casa del Ajedrez.

  • ‘Las jugadas que importan’, Jonathan Rowson
    Traducción: Daniel López.
    Editorial Turner, mayo 2021
    Precio: 21,90 euros.
    Prólogo, Introducción, 8 partes, Apéndice y Notas. 382 páginas
Jesús Cabaleiro Larrán
Periodista. Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Autónoma de Barcelona, rama Periodismo con cursos de doctorado, estudios sobre Marruecos contemporáneo y el Sáhara Occidental. Más de 35 años de periodismo, la mayoría en prensa escrita, ha trabajado a ambas orillas del Estrecho de Gibraltar, casi 13 años en el extinto diario El Faro Información, en Algeciras, donde empezó de redactor y del que fue su último director y en Tánger dos años en un diario digital. Además ha participado en la mayoría de los Congresos de Periodistas del Estrecho desde el inicial en 1993 hasta 2019. Titulado en ajedrez por la UAH y UNED. Amante de Portugal. Ha publicado un libro, ‘Artículos periodísticos. Apuntes para la historia de la prensa de Algeciras’.

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