España aunque no lo parezca, envejece lentamente. Hasta las hijas de las princesas del pueblo se hacen mayores. Cada vez que pienso que la tal Belén Esteban lleva 18 años hablando de la hija que tuvo con un torero me dan ganas de montar un pollo. Su famosa frase, «yo por mi hija, ma-to», o, «Andreíta, ¡cómete el pollo!» pasaron a la historia como las lindezas de esos sujetos que llenan las tardes del amigo Vasile, Paolo para los amigos, que no se ha visto en otra el gashó. Si te soy sincera, nunca pensé que te iba a dedicar una columna hija mía, pero llegado el caso y llegada tu mayoría de edad, creo Andreíta, que te lo mereces. Si yo estuviera en tu lugar los mandaría a todos a paseo, aunque visto lo visto, se puede vivir de una frase como lo hiciera tu madre. No sabes lo que da de sí un pollo querida.
Le dijeron que apostara por un modelo de programa que batiera récords y mantuviera la atención del personal y lleva al menos dos décadas vertiendo incultura a un país aún de charanga y pandereta. Ni pobres, ni ricos, ni estudiosos, ni analfabetos. Todos siguen el modelo de la señora que ha escrito hasta un libro que ha batido también un récord de ventas. No se sabe qué tiene pero el consejero delegado de Telecinco dio en el clavo cuando la contrató. En sus idas y venidas, lloros, disgustos y otros menesteres con el tal Jesulín, otro que aparte de torear cantaba eso de «Toa, toa, toa, te neSecito» así con ese, «toa, toa»; y que si Andreíta veía o no a su padre, ha sido todo un culebrón que ha tenido en un sinvivir a los españoles.
Pues eso, llegado el caso, parece ser que la madre de la criatura quiere estar otras dos décadas hablando de la niña, o mejor dicho, haciendo que la niña hable. Y digo yo, ¿por qué no lo dejan en paz y dejan que ella elija lo que quiere hacer? Será una niña normal de esta época que bastante tiene con el acoso escolar que haya tenido antaño con lo del pollo. Este país no tiene arreglo y entre los hijos que le salen a Julio Iglesias, Dalí y a otros sujetos y la vida y milagros de los familiares de la Jurado y Pantoja, llenamos programas de carnaza que hacen que la gente se atonte y cada vez piense menos; que por cierto, es quizá lo que quieren los que manejan los hilos de eso que llaman, medios de comunicación.
El periodismo es otra cosa y los periodistas también. A cualquier persona que se ponga a berrear en una silla le llama periodista y llegado el caso y la experiencia de la princesa del pueblo digamos que ella es la más condecorada, más premiada, más vilipendiada, por otro lado, pero es la que más masas mueve en este negocio del corazón. Por su hija, a través de su hija o por los lectores y espectadores que devoran cada comentario, palabra o lágrima que suelte en el ruedo. Nos tendríamos que preguntar qué tenía el pollo, qué ha hecho esta buena mujer para vender y airear su errática vida y sobre todas las cosas, ¿qué ha hecho esta niña para merecer esto?
Se lo preguntaremos a Carmen Maura a ver si sacamos algo en claro. Felicidades nena; no te arriendo la ganancia…
