Acaba de morir Ali Yahia Abdennour, quien en enero cumplió cien años, símbolo de la defensa de los derechos humanos y promotor incansable del diálogo en Argelia. En enero, al convertirse en centenario, lo recordábamos aquí. Citábamos su último testimonio gráfico, grabado hace dos años, animando a quienes participan en la actual y persistente movilización callejera conocida como Hirak (movimiento), que reclama la democratización del país:
–Hermanos y hermanas, a los 98 años, y aunque sabéis que he sido un manifestante por las libertades durante tanto tiempo, ahora me resulta difícil marchar con vosotros. Soy feliz al comprobar que el pueblo se subleva contra el poder totalitario, contra el sistema que ha dejado a Argelia en su postración actual. Os acompaño con mi espíritu y mi corazón. Viva Argelia democrática.
En octubre de 2020, se unió a un llamamiento de diversas personalidades políticas y del mundo intelectual argelino para pedir (una vez más) apertura democrática y una evolución hacia la realidad de la Argelia del siglo veintiuno. Reclamaba medidas antirrepresivas, que castigan a los activistas del Hirak, esa acción colectiva y múltiple que tiene lugar en las calles y que sirvió para poner fin a la era Bouteflika.
En los últimos meses, Ali Yahia Abdennour sumó su voz a la de quienes pedían «hacer una nueva lectura de la realidad», incluso evitando demonizar a quien decidiera votar pese a la desconfianza radical en el sistema. La mayoría de los argelinos no cree ya en los procesos electorales regulares que parecen siempre manchados por la sospecha de la manipulación del poder autoritario.
Una larga trayectoria activista y política
Abdennour fue maestro de escuela, temprano militante clandestino por la independencia, soldado movilizado por los aliados en la Segunda Guerra Mundial, una vez que Argelia fue arrebatada al régimen colaboracionista de Vichy.
Fue militante de los partidos primeros que reclamaron la independencia, del Partido del Pueblo Argelino, fundado por el histórico Messali Hadj en 1937. Después, fue miembro del avatar político que sucedió al PPA, que había sido disuelto por las autoridades coloniales. Desde 1955, se unió al FLN ya durante la guerra de independencia de Argelia.
Su recorrido posterior incluye el puesto de Secretario General de la UGTA (Unión General de Trabajadores de Argelia). Tras la independencia, fue también diputado y dos veces ministro entre 1965 y 1968. De agricultura durante la presidencia de Houari Boumedienne, cuando la Reforma Agraria argelina pretendía convertirse en la luz del faro de los países descolonizados.
En los conflictos internos del FLN, sus orígenes bereberes orientaron su acción casi siempre; pero no se limitó a ser un nacionalista al uso. Sin embargo, el adjetivo «berberista» fue utilizado como arma arrojadiza contra él. Más tarde se hizo abogado y empezó a ser detenido periódicamente. Entre polémicas, fue fundador de la Liga Argelina para la Defensa los Derechos Humanos. Se opuso a la anulación de la segunda vuelta de las elecciones en 1991 y se convirtió en abogado defensor de dirigentes del ilegalizado Frente Islámico de Salvación (FIS), que había vencido en la primera vuelta de las legislativas. Abdennour, sin embargo, era la antítesis de los dirigentes del FIS por su perspectiva personal y por su trayectoria. Participó en los diálogos de Sant’ Egidio, que promovió el Vaticano para reconducir la guerra civil argelina.
Desde su reclusión, por la edad y por la pandemia, Ali Yahia Abdennour ha vivido sus últimos días paralelamente al desarrollo del Hirak, que ha cumplido ya su 114ª jornada semanal de manifestaciones callejeras, a pesar del período en el que esa movilización popular ha estado interrumpida (casi todo el año 2020) por el coronavirus.
Durante la última semana, otro periodista, Rabah Karèche, del diario francófono Liberté, ha terminado con sus huesos en la cárcel. Miembros de los grupos de oposición, periodistas, activistas culturales y dirigentes de partidos minoritarios, son detenidos rutinariamente y sufren procesos legales impuestos por el poder ejecutivo. Una veintena de detenidos mantiene huelgas de hambre en las cárceles. A ellos cabe añadir una cincuentena más de personas encarceladas en relación con el Hirak.
No obstante, a mediados de febrero el presidente Abdelmadjid Tebboune impulsó la liberación de decenas de detenidos y, por un momento, el poder pareció inclinarse hacia una salida dialogada ante el doble bloqueo que sufre Argelia, por la crisis política y por el COVID-19. En cierto modo, sorprendió que a continuación de esas salidas de presos de las cárceles no hubiera algún tipo de convocatoria de diálogo con la oposición ciudadana, sino una salida impuesta: el presidente Tebboune anunció elecciones legislativas anticipadas para el 12 de junio. No hubo ningún intercambio con la oposición legal o callejera para acordar la fecha o las circuntancias. A menos de dos meses de esa cita con las urnas, en la que es previsible una participación insignificante, se suma ahora una nueva oleada de detenciones. Un doble paso atrás del poder.
El gran luchador por los derechos humanos que ha sido Ali Yahia Abdennour ya no podrá acompañar más con su ánimo a quienes reclaman democracia plena y respeto a los derechos civiles en Argelia. Ha muerto un «humanista infatigable», como lo llamaron los grupos de familiares de los desaparecidos durante los años de plomo.
Que la tierra por la que luchó le sea leve.