La rutina diaria, sumada a la falta de ocio y la disminución de las horas de sol, hace que muchas personas noten cierta apatía, desgana y un cansancio que no se quita durmiendo. La llegada de los días fríos, la lluvia y la nieve, puede dar lugar a una respuesta del organismo que se llama astenia otoñal.
Este síndrome es frecuente en adolescentes que presentan un cuadro parecido que no tiene que ver con el otoño y sí con una mononucleosis infecciosa por el virus de Epstein-Barr (enfermedad del beso), asociada a la neumonía o a una insuficiencia renal aguda. Por ello, es frecuente que se confunda con un cuadro simple de cansancio otoñal o vuelta a la rutina, y se dejen de lado las características de esta patología, que cursa con falta de energía, agotamiento, apatía y estrés.
Es conveniente también, si no se padece mononucleosis, dado que muchos síntomas son parecidos al de otros cuadros, descartar otras dolencias o enfermedades neurológicas, endocrinas o procesos tumorales, ya que cuando brotan tienen la misma etiología.
El estado emocional se altera; existen periodos de mal humor, falta de sueño, anhedonia y falta de concentración. En algunas personas no existe el deseo sexual y empieza un cuadro depresivo leve que puede durar entre quince días y un mes. Si a este cuadro le añadimos la pérdida súbita de peso, la insuficiencia respiratoria y la fiebre, no estaríamos hablando de astenia, sino de un cuadro importante que debe valorar nuestro médico de familia.
La astenia otoñal se parece a la primaveral, con la diferencia de que la anterior produce cierta apatía por las alergias pero nos presenta un futuro halagüeño. El otoño, nos presenta al invierno y no siempre se acepta rápidamente cambiar las horas de sol y ocio por los días nublados y tristes. De hecho, muchas personas que viven en España, si viajan o son destinados a los países nórdicos, llegan a alcanzar una depresión en toda regla porque no pueden vivir con pocas horas de sol durante el año, acostumbrados a tener 300 días de sol en su país.
La solución pasa por adecuar una dieta equilibrada, asegurar que tomamos vitaminas y minerales, y dormir al menos ocho horas al día, lo cual puede sostener los síntomas y que no se precipiten a un cuadro depresivo más grave. Alimentos ricos en tríptófano, sustancia que afecta la producción de la serotonina, serán ideales para mantener nuestra felicidad en alza; chocolate, piña, plátano, pimientos, pavo, leche, pollo, queso, entre otros.
Comer varias veces al día en cantidades moderadas mejora las digestiones y nos mantiene activos, así como la práctica de deporte a diario; caminatas al aire libre si es posible, durante una hora mantendrán la serotonina alta y es sin duda el mejor antidepresivo natural.
Algunas personas toman equinácea y vitamina C en esta época para mantener a raya los primeros resfriados y sentirse más fuertes ante las inclemencias del tiempo. Adecuar la vida a una rutina y dejar atrás los horarios del verano siempre cuesta, tanto a niños en la escuela como a los mayores que planean qué hacer de aquí a las próximas vacaciones. Tener la mayor cantidad de ocio posible, apuntarse a alguna actividad y mantener los fines de semana para descansar serán la mejor medicina para adaptarnos al invierno; llega en tres meses, y llega siempre.