Llegar a resultados incontrovertibles sobre los comicios dependerá de detalles técnicos aún por establecer
El Consejo Nacional Electoral (CNE) decidió, al cabo de nueve horas de reuniones y consultas de sus cinco rectores (cuatro simpatizantes del oficialismo y uno de la oposición), extender la auditoría, que en Venezuela se conoce como «verificación ciudadana», al 46 por ciento de cajas con los comprobantes de votos que no fueron auditadas la noche de la elección, el pasado 14 de abril, escribe Humberto Márquez (IPS) desde Caracas.
Para los comicios estaban convocadas 18,8 millones de personas en 39.018 mesas. Sufragó casi 80 por ciento del padrón, y se instruyó a los responsables de mesas para que hicieran la «verificación ciudadana» en 54 por ciento de las cajas.
El resultado del escrutinio favoreció a Maduro, quien asumió la Presidencia este viernes, con 7.575.506 votos (50,78 por ciento) frente a 7.302.641 de Capriles (48,95 por ciento), según los resultados oficiales que entregó el CNE.
Capriles rehusó a reconocer el estrecho resultado alegando haber recogido 3.200 «incidencias» o irregularidades en centros de votación donde debieron sufragar 1,5 millones de electores y exigió el recuento de la totalidad de la votación.
El CNE aceptó extender la verificación ciudadana más allá del 54 por ciento. Erróneamente, muchos medios informaron que se recontará 100 por ciento de los votos, como inicialmente quería Capriles, lo que no es cierto.
La verificación no se hará sobre el total del 46 por ciento no auditado el 14 de abril, sino sobre 12.000 cajas (30 por ciento), a razón de 400 por día, durante un mes. Casi 6.000 cajas correspondientes a otras tantas mesas no serán tocadas.
Y, aclaró la presidenta del CNE, Tibisay Lucena, no es un nuevo escrutinio. Solo un insumo para corroborar los resultados oficiales o para que quien no esté conforme intente una impugnación formal ante el sistema de justicia.
Los detalles técnicos se establecerán entre el CNE y los representantes de las fuerzas en pugna la próxima semana. Allí estará la clave del éxito de la nueva revisión.
Para entender este galimatías debe repasarse, incluso brevemente, el sistema electoral automatizado que impera en Venezuela.
La ciudadanía, tras implantarse la democracia en 1958, sufragó con papeletas durante varias décadas, pero en el siglo XXI el voto se hizo automatizado, con máquinas, aun en los sectores rurales más deprimidos.
El elector llega a la mesa, se identifica, coloca su pulgar en un detector electrónico de huellas dactilares, y pasa tras un biombo a seleccionar en una tarjeta conectada a una máquina la opción que prefiere. Cuando la máquina muestra en su pantalla la opción que escogió, oprime en ese cristal la opción «voto»: ese es el sufragio.
La máquina emite un papelito, como el del cajero automático de un banco, donde está el nombre que seleccionó el votante, y ese comprobante se deposita en una caja. El elector firma el cuaderno de votación (listado de votantes en la mesa), estampa allí su huella dactilar, se impregna el meñique derecho en tinta indeleble y se retira.
Cuando termina la jornada, se activa la máquina para que transmita el resultado al CNE, y emita un acta y copias que reciben los testigos de cada fuerza política. Cada bando puede totalizar las copias de actas que recibe y ese resultado puede coincidir con el del CNE, que además publica el resultado mesa a mesa en su página web.
Ese acabado sistema automatizado no es consecuencia de un ansia desmedida de parecer un Silicon Valley de un millón de kilómetros cuadrados, sino de la intensa y constante desconfianza por la capacidad de trampa que se presume en el contrario.
En tiempos de votación con papeletas se hizo popular la expresión «acta mata voto», pues en ocasiones los sufragios depositados por grupos minoritarios sin testigos en las mesas eran birlados por los partidos mayoritarios en las actas de escrutinio.
Por eso se sofisticó el voto electrónico y se agregó la verificación ciudadana la noche de la elección, la cual consiste, en principio, en cotejar el resultado del acta que emite la máquina con las papeletas depositadas en una caja por cada uno de los electores.
Fuentes de nivel medio en el CNE dijeron a IPS que, muy probablemente, un simple cotejo de actas con papeletas en las 12.000 nuevas cajas no arroje resultados sustancialmente distintos a los ya conocidos.
Pero la situación puede ser diferente si además se examinan los cuadernos de votación, y las firmas y huellas de electores allí estampadas. Otro tema es si habrá lugar para hacerlo a razón de 400 cajas por día.
«Consideramos que en esas 12.000 cajas están los problemas que hemos denunciado y con eso perfectamente podemos demostrarle al país la verdad», dijo Capriles al aceptar la decisión del CNE que abrió una válvula de escape a la crisis.
Durante varios días después del 14 hubo manifestaciones callejeras, resonar de cacerolas vacías, disparos en barriadas en el marco de protestas nocturnas, ataques a sedes de partidos y periódicos de provincia.
Ocho personas murieron en hechos que se investigan como asociados a la lucha política, hubo decenas de lesionados y centenares de arrestos en ciudades del interior, y se denunciaron casos de tortura a manos de policías o militares.
La crispación política, aunque contenida por el anuncio de la auditoría, se mantiene.
Este viernes 19, Maduro juró como presidente para el período 2013-2019 ante la Asamblea Nacional legislativa y mandatarios de América Latina, el Caribe e Irán, y allí convergieron miles de partidarios para vitorearlo, así como a su fallecido mentor, Hugo Chávez (1954-2013).
Pero en los sectores de la ciudad donde la oposición triunfó abrumadoramente retornó a la misma hora el estruendo de cacerolas vacías, la forma en que quienes se le oponen expresan su descontento con los resultados y la acusación de que Maduro es «ilegítimo».
Quizás, como dijo Capriles, «esto es como una historia por capítulos», y continuará.
Como soy chileno y esto se refiere a Venezuela, me cuesta opinar, pero como también a todos los estados de América Latina los ponen «en un mismo saco» de fraudes y corrupción electorales, me atreveré a decir algo de todos modos.
Es simple. Que el CNE cumpla su tarea de revisión anunciada y mientras tanto que nadie hablé como que «adivinó el futuro», porque la pasión nubla la razón, y los hechos (resultados concretos y auditados) son los que deben creerse y no las palabras de mutua recriminación de los unos y los otros.
Antes de conocerse los resultados del CNE del otro día en Venezuela, ví un Canal TV de Chile, donde incluso el corresponsal chileno estaba esperando noticias en la sede del candidato Capriles y no donde el CNE, y un político chileno (DC) comentarista, a ojos vista crítico del Chavismo, destacaron el sistema electoral de Venezuela y resaltaron que el automatizado electrónico era eficiente en impedir los fraudes. Hasta me pareció mejor que el chileno, sistema este último que tampoco encuentro malo porque existen apoderados de los candidatos que durante todo el proceso y en cada mesa de votación, pueden observar cada detalle del proceso y hasta saber cuando un vocal de mesa va a los servicios higiénicos o se fumó un cigarrillo en los patios.
La democracia es tarea de todos, del que gana y del que pierde, y del que legalmente impugna un resultado cuando es estrecho y le merecen dudas, e igual del que ganó y confía en que una auditoría lo reafirmará en su triunfo.