Avances contra la demencia

Teresa Gurza¹

Por ser el primer artículo del año, quiero empezar con optimismo ¿y qué, mejor que celebrar los avances médicos?

Entre ellos, las vacunas contra la COVID-19.

Lástima que a México hayan llegado pocos miles, de los muchos millones anunciados durante semanas por López Obrador.

Las primeras cuatro mil, fueron recibidas en una ridícula ceremonia trasmitida en cadena nacional, presidida por cinco secretarios de estado y dos subsecretarios y escoltadas por sodados y marinos; se dijeron cinco discursos, más de uno por cada mil, solo faltó que cantaran el Himno Nacional.

Días después, como si ya tuviéramos vacunas para todos, el canciller Ebrard dijo «misión cumplida»; el presidente plantó un ahuehuete en Palacio Nacional en homenaje (¿?) a los casi 129.000 fallecidos; el encargado de la pandemia, que predica no salir de casa, se fue de vacaciones a una playa; y la vacunación se interrumpió, en honor al Año Nuevo.

Mientras nosotros caminamos para atrás, hubo en el mundo importantes descubrimientos científicos; y como uno de los mayores temores de los viejos es sufrir demencia, a novedades de las últimas semanas a eso relativas, dedicaré este artículo.

La Organización Mundial de la Salud (OMS), define el Alzheimer como la forma más común de la demencia.

Lo padecen treinta millones de personas, representa entre el 60 y el 70 por ciento de todos los casos de deterioro de memoria, pensamiento y conducta, que incapacitan para desempeñar actividades cotidianas y afecta principalmente, a mayores de 65 años.

El promedio de vida del paciente va de tres a nueve años, siendo su atención muy dolorosa y costosa para familias y gobiernos; de ahí la importancia de poder diagnosticarlo veinte años antes de que cause daños cerebrales significativos.

Al respecto, la agencia EFE reprodujo una nota del Journal of Experimental Medicine que informa de investigaciones en la Escuela de Medicina de la Universidad Washington, de St. Louis Kentucky, sobre una técnica de análisis de sangre que puede detectar diminutas cantidades de una proteína vinculada con el Alzheimer; lo que podría conducir a advertir el deterioro neuronal, antes de sus primeros síntomas.

Y el New York Times publicó en diciembre un artículo de Jennie Erin Smith, sobre la colombiana Aliria Rosa Piedrahita de Villegas, portadora de una mutación genética que indicaba que el Alzheimer le empezaría a los cuarenta años; pero hasta los 72 no tuvo síntomas y al morir de cáncer este noviembre, un mes antes de cumplir 78, su demencia era leve.

Médicos de la Universidad de Antioquia, dirigidos por Francisco Lopera, que han estudiado durante más de treinta años a la familia de Aliria, la más extensa del mundo con Alzhéimer, la llevaron al Hospital General de Massachusetts donde observaron que tenía cantidades excepcionalmente altas de una proteína del Alzhéimer, la beta amiloide.

Pero que, además, tenía dos copias de otra rara mutación capaz de parar la actividad de la primera.

Sus hijas donaron su cerebro y especialistas de las dos universidades lo están analizando; porque si pudiera replicarse en los enfermos ese efecto protector, se abrirían nuevas terapias.

Los estudios cerebrales post mortem, han sido pilar de la investigación de esta demencia desde 1906; cuando el psiquiatra y anatomista cerebral alemán Alois Alzhéimer, compartió lo hallado en su paciente Auguste Deter.

Cuando empezó a tratarla, era una ama de casa de 51 años tan desorientada que no podía decir qué estaba comiendo y murió cuatro años después, con una demencia severa.

Ahora los científicos esperan que, así como el cerebro de Auguste ayudó a dilucidar cómo se producía el daño en la aparición temprana del Alzhéimer, el de Aliria muestre cómo detenerlo

¿Podría el agua fría dar pistas para curar la demencia?

Así titula un artículo de Justin Rowlatt para la BBC, sobre un hallazgo de la Universidad de Cambridge, que según la profesora Giovanna Mallucci, del Centro del Instituto de Investigación de la Demencia de esa universidad, llevaría a nuevas terapias.

Los médicos han sabido durante décadas, que enfriar a las personas puede proteger sus cerebros.

Pero lo nuevo, es vincular al frío con la destrucción y recreación de sinapsis; como se llama a las conexiones entre las células cerebrales que desaparecen en las primeras etapas del Alzhéimer y conducen a la cascada de síntomas asociados con la demencia: pérdida de memoria, confusión y cambios del humor; y con el tiempo, a la muerte de células.

El equipo de Malluci encontró que animales como osos, erizos y murciélagos, las pierden a medida que sus cuerpos preservan recursos para el invierno; pero cuando despiertan en primavera, vuelven a formarlas.

Y están buscando hacer lo mismo, en humanos.

  1. Teresa Gurza es una periodista mexicana multipremiada que distribuye actualmente sus artículos de forma independiente
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