Durante días recientes, dos asuntos distintos agitaron el debate sobre el racismo en Bélgica. Primero, Cécile Djunga, joven presentadora de la información meteorológica en la cadena RTBF (radiotelevisión pública francófona), denunció el racismo habitual, insistente, repetitivo, del que es víctima. Lo hizo en un vídeo bastante emotivo publicado en Facebook.
Djunga tiene una vena humorista. En su denuncia por vídeo, hay una expresividad directa, simpática, que conmueve. Asimismo, algunas lágrimas. En el poco más de un año que lleva presentando el tiempo, Cécile Djunga casi se había acostumbrado a soportar las insidias, los insultos racistas. Hasta que hace poco decidió hacerle frente: “Ayer, cuando estaba en el trabajo, una señora llamó para decirme que soy demasiado negra y que sólo veía mi ropa, que no quedaba bien en la pantalla y que alguien tenía que decírmelo”.
Cécile Djunga confiesa que tuvo una mezcla de sentimientos, entre la ira y la risa: “Estoy harta de recibir mensajes tales como ‘negra vuelve a tu país’ en un apís como Bélgica en el que muchos creen que el racismo no existe”. Cécile Djunga, bruselense, no sólo se ha enfrentado a todo ello de manera espontánea y con finura, sino que ha provocado una ola de solidaridad hacia ella y de oposición al racismo de bajo perfil. Ese de los rumores y los chistes más estúpidos. El racismo que parece broma, silencioso, el más cobarde, el que socava nuestro ánimo sin aparecer mucho en la superficie.
Casi en los mismos días, el ultraderechista Dries Van Langenhove ha tenido que afrontar un expediente de expulsión del Consejo de Administración de la Universidad de Gante. Van Langenhove es el fundador del grupúsculo (movimiento, dicen otros) Schild & Vrienden. Para quien lo ignore, la expresión flamenca “schild en vriend” (escudo y amigos) tiene un eco legendario en la cultura de los nacionalistas flamencos. El 18 de mayo de 1302, grupos armados por los gremios flamencos entraron por la noche en las casas y lugares en donde se encontraban los franceses. El rey de Francia, Felipe IV, el Bello, que dominaba entonces Flandes, había enviado tropas para contrarrestar una insurrección.
Antes de atravesarlos con sus espadas, los insurrectos flamencos –para identificarlos como francófonos- exigían a sus potenciales víctimas que pronunciaran en flamenco o neerlandés “schild en vriend” (escudo y amigo). Todo el que no pronunciaba correctamente moría por la espada. Pocos franceses lograron escapar con vida. Y poco después, la caballería francesa fue derrotada por el campesinado flamenco en la batalla llamada de las Espuelas de Oro.
Esos episodios históricos son los que dan nombre al grupo fundado por Dries Van Langenhove. Un reportaje de investigación de la cadena VRT (radiotelevisión pública flamenca) ha puesto de manifiesto que las actitudes racistas, antisemitas y ultrasexistas, siguen bien ancladas en las reuniones internas y en las cabezas de los jóvenes seguidores de Van Langenhove, tanto como los mitos y leyendas que alimentan su nacionalismo racista y que dan nombre a su organización..
Por ello, la reacción de Cécile Djunga tiene mucho valor. Porque Bélgica es otro país con un sombrío pasado colonial al que hace frente, pero donde simultáneamente sigue habiendo fuerzas con vínculos históricos con los colaboracionistas pronazis del pasado.
Ahora, muchos personajes han tenido que pronunciarse públicamente sobre ese racismo escondido. Entretanto, se debate hoy la creciente intolerancia de algunos de los gobiernos que integran la Unión Europea. El parlamento europeo debate el caso de Hungría, mientras otros denuncian en Bélgica cómo “algunos miembros del gobierno (belga) flirtean con los racistas”.
Aunque tenga familia en el Congo, Cécile Djunga, repitámoslo, es natural de Bruselas. “Belga hasta el fondo”, como dice ella misma. Y cuando hace poco más de un año fue elegida para presentar el espacio del tiempo en la radiotelevisión pública francófona RTBF, ya probó que era consciente del reto al que se enfrentaba: “La RTBF ha elegido una opción peligrosa al contratarme. Son conscientes de ello y creo que han sido valientes al hacerlo. Mi predecesora, Tatiana, es mestiza. Yo soy negra y con un corte afro. Soy lo que soy, no miento”.
Ante el racismo cotidiano, Cécile Djunga no se esconde como muchos de los insidiosos que la insultan sin salir de sus madrigueras. Eso es propio de gente valerosa. Y siempre admirable.
