Mientras el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas aborda en la reunión a puerta cerrada de este viernes, 5 de marzo de 2021, la cuestión de las medidas a adoptar contra el régimen militar instaurado en Birmania tras el golpe de estado y decidido a aplastar la contestación popular, ya tiene su primera mártir, la joven Kyal Sin.
La brutalidad de la represión contra el movimiento que diariamente sale a la calle para pedir la vuelta a una democracia muy cuestionada la demuestran las al menos 54 personas (entre ellas un menor de catorce años) que han perdido la vida en las manifestaciones reprimidas con fuego real y gases lacrimógenos por el ejército, que lleva efectuadas al menos mil setecientas detenciones.
La jornada del 3 de marzo en Birmania, que ya ha sido bautizada como el «miércoles negro», arrojó un saldo de 38 muertos: «La brutalidad sistemática de la junta militar se ha puesto en evidencia de manera horrible en toda Birmania. Invito encarecidamente a los miembros del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas a que antes de decidir vean las fotografías y los vídeos de la violencia ejercida sobre pacíficos manifestantes», ha pedido Tom Andrews, relator de la ONU para los derechos humanos en Birmania.
Kyal Sin, de diecinueve años, a quien sus amigos llamaban «Ange», estudiante de danza y artes marciales, murió asesinada de un disparo mortal en la cabeza, efectuado por las fuerzas de seguridad durante una concentración a favor de la democracia, celebrada el miércoles 3 de febrero en Mandalay, donde vivía la joven con sus padres, que regentan un salón de belleza.
Kyal Sin, quien llevaba una camiseta con el lema «Everything is all right» (Todo va bien), se ha convertido en el primer símbolo de la resistencia de la juventud a la represión de la nueva Junta birmana.
«Ange» había manifestado en Facebook su orgullo al votar por primera vez el pasado 8 de noviembre de 2020, en unas legislativas que ganó por amplia mayoría la Liga Nacional para la Democracia (LND), el partido de Ang San Suu Kyi, de 75 años, detenida durante el golpe de estado del pasado 1 de febrero, y acusada de delitos tan peregrinos como haber importado walkies-talkies para los encargados de su seguridad.
Conocedora del precio que hoy tiene manifestarse en Birmania, Kyal Sin había dejado escrito, en su página de Facebook, su grupo sanguíneo y la autorización para que sus órganos se donaran.
Miles de personas acompañaron este jueves, 4 de febrero, al coche fúnebre que llevaba el ataúd de Kyal Sin en Mandalay. «No habrá perdón para vosotros hasta el fin del mundo», cantaron en torno a sus restos y prometieron «luchar contra la dictadura hasta el fin».
En la última imagen de Kyal Sin viva que ha circulado por Internet, se la ve «medio tumbada tras una barricada improvisada. Luego se arrastra y corre para intentar resguardarse al tiempo que resuenan detonaciones en imágenes de nubes de gases lacrimógenos», según detalla el diario francés Le Monde.
Al conocerse la muerte Kyal Sin, el lema de su camiseta se ha vuelto viral en las redes sociales, acompañado de frases como «Eres nuestra heroína», «Brillas entre las estrellas» o «Continuaremos la lucha hasta el final».
Cortes de Internet, oleadas de detenciones, disparos con fuego real… Según la Ley de Orden Público, enmendada de la Junta militar nada más constituirse para intentar acabar con el movimiento de desobediencia civil –que se identifica exhibiendo banderas rojas y saludando con tres dedos, en señal de resistencia-, los seis periodistas detenidos tras el golpe de estado, y entre ellos el fotógrafo de la agencia estadounidense Associated Press Thein Zaw, que se encuentran en la tristemente célebre prisión de Insein (donde la anterior Junta torturaba y asesinaba a los internados), y pueden ser condenados a tres años de cárcel, están acusados de «atemorizar a la población difundiendo informaciones falsas» y de «incitar a empleados del gobierno a desobedecer», según su abogado.
Michelle Bachelet, alta comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, ha pedido este jueves al ejército birmano de «deje de encarcelar y asesinar a los manifestantes».