Cachorritos, gatos y perdones

Teresa Gurza¹

Un reciente estudio científico confirmó que los perros nacen con la capacidad de entender a los humanos.

Así lo informa en El País del pasado 18 de junio de 2021 Juan Miguel Hernández, precisando que la doctora Emily E. Bray, del Centro de Cognición Canina de la Universidad de Arizona (EE.UU.), encontró que su comportamiento no depende totalmente de la crianza.

Bray y su equipo investigaron las reacciones de 375 cachorros Golden Retriever y Labrador, de dos meses de edad, a las órdenes que recibían, y publicaron sus hallazgos en la revista Current Biology.

A pesar de su corta edad, en el casting previo al experimento los perritos captaron que se trataba de ser elegidos y se empujaban para ser notados, sorprendiendo a los científicos por sus deseos de divertirse y su atención a los estímulos.

Quedan pendientes preguntas, como si debe mantenerse la interacción durante su juventud para que no pierdan las habilidades con las que aparentemente nacieron, o si, igual que los bebés humanos, dejan de ser sensibles en un momento determinado.

Pero se sabe que muchas tareas que hacen los perros, como pastorear, cazar, detectar amenazas y actuar como guías o compañía, se les facilitan porque saben interpretar nuestras señales.

Y lo veo a diario con mis tres perras, Beyoncé de trece años y Camila y Petunia de seis meses.

Petunia adora jugar a la pelota y despanzurró ya tres veces su cama sacándole ese horrible algodón artificial que hace de relleno; mientras que Camila quiere apapachos [mimos] y no juegos, y tiene su cama en perfecto estado.

Se parece un poco a la Vampira, una chihuahua que era obsesiva del orden; no se dormía si había alguna arruga en su mantita, que alisaba antes de taparse y, ya dentro, sacaba orejas y hocico para checar [comprobar] que estuviera a su gusto.

Mientras que Shuba, pastor alemán que sabía decir agua, pan y calle, y cuando me acompañaba en coche odiaba que pusiera en el radio noticieros, y aullaba hasta que cambiaba a rancheras, solo quería estar lo más cerca de mí; sobre todo si había truenos, relámpagos o cuetes [cohetes].

O junto al Lobo, papá de sus cachorritos, al que vi frotarle la panza con la cabeza minutos antes de que nacieran, y cuidarlos para impedir que pisaran el pasto [la hierba] bajándose del tapete [alfombra] que les puse en el jardín.

Tras muchas mascotas, he logrado que las nuevas no imaginen que hay algo más rico que sus croquetas; no quiero que se comporten como Beyoncé, que en cuanto me ve masticar, se pone de puntitas esperando que algo le caiga.

No le gusta comer sola y se llena el hocico de croquetas que lleva a donde estoy y, como las otras odian el tiradero, se abalanzan en cuanto las oyen caer.

Pero le compenso los corajes con una galleta maría partida en cuatro; y sabe contar, porque si no están los cuatro pedazos me mira y no los toca hasta que los completo.

A las chiquitas les encanta ladrar y la emprenden contra las cuijas [lagartijas] bienhechoras y transparentes que caminan en techo y paredes, a las que rugen como si fueran dinosaurios y ellas las encargadas de exterminarlos.

Y como su furia crece si se acerca algún gato, pienso pedirle al presidente López Obrador que, como experto que es ya en pedir perdón, lo pida a todos los gatos de México, -a los de otros países no, porqué dice que no es injerencista- por los ladridos y malos modos recibidos a lo largo de la Historia.

Le saldrá bien el numerito, porque pidió perdón en mayo a la comunidad china de Torreón [Estado de Coahuila] por agravios de hace un siglo; y esta semana, frente a una maqueta del Templo Mayor [de la Ciudad de México] y acompañado de su esposa vestida de luto y de concheros² y matachines³, lo pidió en nombre del Estado mexicano a los pueblos originarios por los excesos de la ocupación militar española de hace quinientos años.

En esos añejos acontecimientos que tanta contrición le provocan, ni él ni el actual Estado mexicano tuvieron nada que ver.

Pero sí son ahora responsables del contagio de coronavirus que resulte de ese show; de la desaparición de dieciocho millones de vacunas anti Covid; del dolor de quienes lloran a 250.000 personas muertas por su mal manejo de la pandemia; del agobio de padres de niños con cáncer y sin quimioterapias, y del incremento en diez millones, de mexicanos pobres, la mayor parte de ellos indígenas.

¿Les pedirá perdón? ¿Habrá para ellos justicia y reparación, sin las cuales todo queda en puro bla, bla?

  1. Teresa Gurza es una periodista mexicana multipremiada que distribuye actualmente sus artículos de forma independiente
  2. Grupos de danza ritual.
  1. Matachín es sinónimo de «mata moros». Se cree que su origen es español.
editor
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1 COMENTARIO

  1. Muy mala leche, la de esta periodista. Sabe perfectamente que la pandemia agravó la crisis por falta de medicamentos para combatir el cáncer infantil; sabe también que toneladas de estos medicamentos se echaron a perder en bodegas de las empresas que los distribuían. El problema no fue creado por este gobierno, sino por el anterior. Sabe también que este gobierno, como ninguno antes, ha combatido la extrema pobreza y la pobreza. Hoy tiene la gente de escasos recursos acceso a atención primaria de la salud realmente efectiva; también tienen apoyos económicos los estudiantes de familias pobres, las madres solteras, los adultos mayores, etc. Estos apoyos fueron creados por este gobierno. Los gobiernos anteriores se oponían a que el gobierno los diera. También sabe ella que este gobierno procura que la energía eléctrica y el gas butano no suban de precio, para que no ocurra lo que ya ocurrió en España: que las empresas suben y suben los precios sin justificación y de manera absurda. También sabe que este gobierno está empeñado en que la atención a la salud sea universal, sin distinción por clase social, edad, etc., y que la cobertura de salud comprenda incluso el tercer nivel. Por ello en el Congreso intentaron que no pasaran. Perdieron. Las corruptas derechas, a las que defiende nuestra despistada y folklórica Teresa Gurza, que traficaban en el mercado negro con los medicamentos, o que los vendían al gobierno con escandaloso sobreprecio, difícilmente volverán. Porque estamos mejor que antes, porque el peso se ha apreciado y el salario rinde más.
    Por último; sabe la humorista involuntaria Gurza que el presidente también pidió perdón, a nombre del Estado Mexicano, por los crímenes de Estado mexicano cometidos por regímenes dictatoriales de los siglos XIX y XX en contra de las poblaciones indígenas y chinas, así como por las desapariciones forzadas cometidas por personal del ejército mexicano y de la marina en los últimos 40 años.¿Hay algo malo en ello?

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