Calendario con fechas: un rector español, lenguaraz

No sabía que había un español que fuera rector de una universidad norteamericana. También desconocía que para alcanzar el rectorado de una universidad en los EE. UU. hubiera dejado de ser requisito el no ser ‘con’ [Homenaje a ‘Charlie Hebdo’, que estamos en la época: “adj vulg (persona) gilipollas esp, gil(a) amer”].

Gracias al viaje estadounidense del secretario general del PSOE, Pedro Sánchez Castejón, me he enterado de estos novedosos extremos.

Porque hay que ser tonto del culo para escupir un tuit tan prepotente, ventajista, matón como el que expelió Ángel Cabrera, español nacionalizado estadounidense y presidente de la universidad George Mason, de Virginia: «Espero que @sanchezcastejon pueda dirigir un país mejor que un GPS. Disculpas a la facultad, a los estudiantes y los invitados por su ausencia».

En sus dos días de visita a Washington, los pasados días 14 y 15, Pedro Sánchez se reunió con la directora gerente del FMI, Christine Lagarde, y con la exsecretaria de Estado Madeleine Albraight; entre esta entrevista y otra con el ‘think tank’ Center for American Progress, tenía acordada su presencia en un acto estudiantil en la citada universidad al que también asistiría el embajador de España. Resulta que lo impidió el hecho de que el chófer del automóvil que lo llevaba a la cita, junto con sus acompañantes, se perdiera en el infernal dédalo de autopistas que circunvalan el Distrito Federal y conducen a los numerosos ‘counties’ fronterizos entre Washington y Virginia: quien lo conoce, caso del abajofirmante, lo sabe y lo sufrió. Para más inri, el embajador de España confundió al chófer con las instrucciones que le proporcionó sobre la dirección. Que un chófer profesional de una empresa de alquiler de coches se perdiera es problema del chófer, de la empresa que lo emplea y, en todo caso, del intermediario que lo contratara (no me extrañaría que hubieran sido los servicios de la embajada); de cualquiera menos de las víctimas, los pasajeros… Es lo que podría haber deducido el presidente de la universidad George Mason antes de dejarse arrebatar por la soberbia.

Si ese automóvil hubiera sufrido un accidente, ¿el tal Cabrera habría arrojado un tuit del siguiente tenor: «Espero que @sanchezcastejon tenga mejor pie para el gobierno de su país. Disculpas a la facultad, a los estudiantes y los invitados por su ausencia»? No creo, pero con estos simples, ¿quién sabe?

Pero, seguramente, Cabrera estaba interesado en la agresión. Así parecieron interpretarlo los medios españoles: “El rector que puso colorado a Pedro Sánchez”, destacó el diario ‘El Mundo’; “Pedro Sánchez se equivoca con el GPS y deja plantado a un grupo de universitarios en Washington”, tituló lainformacion.com, quizás (o no) confundida por el tuit… Si no lo buscaba, Cabrera es, además, torpe.

Sánchez, quien debe ser de la ‘escuela ZP’, que practicaba la educación con los maleducados, en vez de poner firmes al deslenguado: «Les trasladamos nuestras disculpas»… Le recordaré, por si le aprovecha para el futuro, que en 2004, en uno de los primeros debates parlamentarios con Rajoy, quien aún translucía su rabia por la pérdida del poder ante ZP, le espetó aquello de “su sonrisa bobalicona, señor Zapatero”. Como ZP no le contestó como debería haberlo hecho –lo he repetido tanto, ‘si yo fuera presidente’, que me lo sé de memoria: “Señor Rajoy, miro al hemiciclo y no veo más ‘bobalicona’ que Su Señoría, de modo que hasta que no se disculpe públicamente por su insulto, le ignoraré; como si no estuviera usted en la Cámara. Sí me dirigiré, claro está, a los diputados de su grupo, representantes de diez millones de españoles”–, el que quizá se creía portador de una sonrisa deslumbrante se engolfó progresivamente en sus malos modales y rara era la vez que se comportara como si hubiera aprendido lo que le habrían educado en su casa paterna.

Sólo en una ocasión –que yo (mis notas) recuerde, también tengo que dedicar tiempo a comer pipas–, Zapatero le reprochó a Rajoy su lengua de deslenguado. Fue en el debate en el Congreso de los Diputados tras un acuerdo con Bruselas, diciembre de 2005. Con esa elegante oratoria castelariana que Diez le ha dado (tras adquirirla en un ‘chino’), Rajoy tachó al presidente de “bobo solemne” como guinda de un rosario de improperios: “Me ha insultado usted”, le contestó ZP con la pachorra que le era característica, “más de cuarenta veces en este debate. El insulto no le hace más inteligente a usted, sino más maleducado”. Rajoy no se excusó –“Son incapaces de ponerse colorados”, decía el añorado José G. Cano–, procedió con la misma atenta diligencia que gastan los mojones de la carretera. Ese día paró de insultar, aunque fue para coger impulso.

Personalmente, en las relaciones sociales soy, al contrario que esa escuela, partidario de la reciprocidad –educado con los educados y demócrata con los demócratas– y de la generosidad –devolver multiplicadas por diez tanto las lisonjas como las ofensas–. Así que he rastreado para enterarme quién es este desahogado Cabrera cuya existencia desconocía hasta que cargó su twitter con munición gruesa para dispararla, además, contra su invitado…

Se trata, resumo, de un ‘neocon’ especializado en emprendimiento y cosas de ésas y dedicado a su enseñanza a los cachorros de la élite en el exclusivo Instituto de Empresa de Madrid, donde fue decano e impartió ‘comportamiento organizacional’ y ‘dirección de recursos humanos’. Doctorado en EE. UU., fue contratado para dirigir la Thunderbird School of Global Management de Arizona y en 2011, para la universidad Mason. Allí se nacionalizó estadounidense y tiene dos hijos de la norteamericana con la que se casó, la psicóloga Beth Cabrera, experta en esos asuntos en los que la psique se lleva en la bolsa.

Y como la Red no tiene corazón ni yo prisa, mi esfuerzo se ve recompensado por el cielo por el que navegamos los internautas. Cotilleando por la universidad George Mason (así llamada en honor de uno de los padres de la patria), encuentro que la señora Cabrera iba a impartir el 3 de marzo del pasado año un seminario titulado “Cómo las emociones positivas impactan en nuestro éxito y bienestar”, en el Krasnov Institute, una dependencia de la Mason. ¿Y? Pues que la doctora Beth Cabrera, esposa del presidente de la universidad la canceló: ‘Canceled’, dice el aviso…

Me pregunto si el doctor Ángel Cabrera, el tuitero sin piedad, perpetraría un tuit algo así como: “Espero que @bethcabrera pueda manejar un GPS mejor que un departamento académico. Disculpas a la facultad, a los estudiantes y los invitados por su ausencia”. ¿O quedaría todo en casa, entre bomberos no nos pisamos la manguera?

Al parecer, cuando Cabrera se marchó a Estados Unidos en 2004 dijo que su “sueño era volver para crear en España una universidad de talla mundial”, porque “una parte del futuro de Europa y de España es tener un sistema de educación superior mucho mejor que el actual”.

Pues ya sabe: la mejor educación empieza por uno mismo.

Y como la idiotez es como la gripe, patrimonio de la humanidad –‘Je suis Grippe’–, Pablo Iglesias no ha perdido la oportunidad que le brindaba la ocasión para hacer gala de la suya: “Lost in USA y loser in Spain», dijo, y para los que no saben inglés: “La serie de Pedro Sánchez es ‘Perdidos’”. ¿Tú quoque, Pablo, Pablito, Pablete –como llamaba José María García al franquista Pablo Porta, sempiterno presidente de la Federación Española de Fútbol–? ¿Tú también simplón y más de lo mismo?

Qué aburrimiento, ¿no?

Ignacio Fontes
Ignacio Fontes de Garnica (Lo Pagán, Murcia, julio de 1947) es periodista y escritor. Su último libro publicado es 1937: el crimen fue en Guernica (Ed. Foca, 2014) y actualmente​ prepara la edición de un libro de poemas, La baya roja (Haikus de las cuatro estaciones), para Huerga & Fierro.

1 COMENTARIO

  1. Aburrimiento, tedio infinito, tanto analfabeto político aupándose para nuestra subisiguiente desgracia, tanto aspirante a presentador de televisión fracasado jugando con nuestro destino (por poco que nos quede) que ya no es «en lo universal» aunque cada día se le parece más, y tanto «con» -sí, gilipollas- queriendo mostrarnos el camino. Yo me abstengo, no tengo más remedio.

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