Una sólida crónica social de candente actualidad
Tras los rumores que anunciaban “Jimmy’s Hall”, como la última película de Ken Loach, el cineasta británico persiste y firma a sus 79 años de edad una nueva y conmovedora crónica social “Yo, Daniel Blake”, con guión una vez mas de su fiel colaborador Paul Laverty.
Ganador de la Palma de Oro con “El viento que agita la cebada” en 2006, el prolífico y siempre coherente director inglés vuelve una vez más a la competición oficial de Cannes con “Yo, Daniel Blake”, una emocionante y sólida crónica social de candente actualidad.
Dieciocho veces presente en el festival de Cannes, trece de ellas en competición, Ken Loach tiene en su haber además de la citada palma de oro, otros tres premios del jurado en Cannes. Con su excelente intérprete Dave Johns, su película merece una vez más todo su lugar en este festival.
En estos días en que el gobierno Hollande-Valls se dispone a votar la reaccionaría “ley trabajo” en Francia, la película de Ken Loach debería ser proyectada en público en la plaza de la Concordia en Paris, frente a la Asamblea Nacional, para mejor comprender ese mundo laboral en el Reino Unido, que nos ponen a menudo como ejemplo a seguir en la lucha contra el desempleo.
En esta ficción de modesta producción y excelente factura, que evita caer en cualquier exceso, Ken Loach y su guionista Paul Laverty nos cuentan la edificante historia de un simple ser humano: Daniel Blake, un veterano carpintero que debido a una enfermedad cardiaca se ve en la obligación de cesar su trabajo. Pero su pesadilla empieza cuando la administración le niega el subsidio de invalidez, pues para poder subsistir pide su inscripción en la oficina del paro.
Virtuoso trabajador manual Daniel Blake, viudo a sus 59 años, es incapaz de servirse de un ordenador, y se tropieza así a la absurda reglamentación del seguro del paro, cuyos “consejeros” tienen consignas para penalizar a los desempleados y no para ayudarles a buscar un trabajo. En esa batalla contra una kafkiana y deshumanizada administración laboral, Daniel conoce a una joven madre de familia soltera con dos hijos a la que intentará ayudar.
Con sobriedad, emoción y eficacia narrativa, Loach, que sitúa esta crónica social y humana en la región de Newcastle, muestra la humillación de ese hombre que escribe a mano su curriculum vitae, subrayando con ironía la precarización del mundo laboral en Gran Bretaña, ese país en donde dicen que hay menos desempleados que en Francia, pero mucha más desigualdad social y más trabajadores precarios.
“La miseria y el hambre, son una llaga abierta en Inglaterra” afirma Ken Loach, denunciando la crueldad de las medidas adoptadas por el gobierno de David Cameron, “un sistema de subsidios de paro, que es punitivo, burocrático, y que conduce a la gente a la miseria”.
Loach nos habla de la precariedad laboral, del incremento de la ayuda alimentaria a una población pobre cada vez más necesitada, pero sobre todo del carácter deshumanizado de leyes y reglamentos, que tratan a la gente de forma humillante, como números abstractos y no como seres humanos.
Ken Loach opone a la fría lógica del sistema económico neoliberal, la generosidad que puede haber todavía en el alma humana, para ayudar al prójimo. Algunos pensarán que desear un mundo mejor es utópico, pero cineastas como Ken Loach aportan esa esperanza de un cine necesario que a falta de cambiar el mundo, nos hace comprender que la utopía es posible, a condición de continuar el combate.
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