Chile: acoso y discriminación a las mujeres en el transporte público

El acoso sexual y la discriminación son realidades cotidianas de las mujeres en el transporte público de Chile y también un obstáculo en los planes para multiplicar la movilización colectiva a fin de disminuir la contaminación en varias urbes de este país sudamericano, informa Orlando Milesi (IPS) desde Santiago.

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Perla Venegas es una de las 1444 mujeres conductoras de buses en la red de transporte público de superficie en Santiago de Chile, que apunta a la inclusión de género y ofrece estabilidad laboral y flexibilidad de turnos compatibles con la vida familiar. © Orlando Milesi / IPS

Santiago, la capital, es la ciudad más contaminada con partículas finas en el aire entre las grandes urbes de América Latina, según el Reporte Mundial 2022 de Calidad del Aire, por delante de Lima y Ciudad de México, mientras otras cinco urbes chilenas están entre las diez más contaminadas de Sudamérica.

El acoso sexual es la forma de discriminación más visible contra las mujeres en el transporte público chileno sumándose a la inseguridad por las paradas mal iluminadas, autobuses inadecuados y mayores frecuencias de los recorridos en horarios cuando las mujeres se desplazan menos.

Testimonios recogidos por IPS añaden problemas como el continuo robo de teléfonos celulares y la imposibilidad que jóvenes mujeres vistan con short o blusas escotadas cuando viajan en autobuses o en tren subterráneo, el Metro, eje del Sistema de Transporte Público de Santiago.

Para hacer frente a estos problemas, el gobierno chileno y el metropolitano de Santiago adoptaron estrategias de género: pusieron en funcionamiento teléfonos especiales para denunciar a acosadores y ladrones, comenzaron a instalar «botones de pánico» y alarmas en las paradas e incorporaron más mujeres en la conducción y en la vigilancia.

«Cuando más joven sufrí mucho acoso porque no tenía personalidad para enfrentar al acosador. Ahora mayor, soy capaz de enfrentar sin miedo a un agresor, incluso cuando está acosando a otra persona, hombre o mujer. Al enfrentarlos, salen corriendo y escapan», contó a IPS Bernardita Azócar, de 34 años.

«Me pasó un par de veces cuando más joven. Te quieren manosear o intentan tocar a otra niña y ahora los enfrento. Sufro menos porque sé más y trato de no exponerme», agregó durante un diálogo en la estación de la Universidad de Chile del tren subterráneo metropolitano de Santiago, el metro.

Para Azócar, empleada en una empresa de cobranzas, la raíz del acoso está en la educación y en la sociedad chilena.

«Si una viste minifalda o escote, la sociedad te apunta con el dedo, como que tú estuvieras provocando y fueras culpable. Y no creo que pase por eso. Es un abuso que te acosen en el sistema público…y en cualquier parte», indicó.

Maite, alumna de humanidades en la Universidad Católica, siente que las mujeres están en desventaja en el transporte público.

«Cuando una sube a una micro (autobus) tiende a sentarse al lado del pasillo para tener una vía más fácil para huir ante cualquier amenaza. O se sienta junto a otra mujer para no viajar sola. Hay muchas cosas que no son explícitas y que las mujeres hacemos. Son conductas aprendidas para subir al transporte público», reseñó esta joven que como sus amigas prefirió no dar su apellido.

Según Maite, «las mujeres no pueden subir con short (pantalón corto) ni mochila a la micro, ni usar celular a la vista. Cada vez que una sube al transporte hay que tomar muchas medidas».

Maite y otras cuatro compañeras contaron a IPS que combinan autobús y metro para ir  a estudiar y que ninguna de ellas sufrió acoso en el transporte, pero conocen varios casos ocurridos a sus amigas.

«Si alguien trata de tocarme o ponerse muy cerca de mi espacio no me siento tan segura», contó Elena, estudiante de ingeniería comercial.

«A una amiga le robaron el celular.  No he sido acosada, pero nunca subiría en short a la micro o al metro aunque me muera de calor. Uso pantalones largos porque ir con short es un riesgo», agregó Emilia, estudiante de sicología.

Las alegrías y los riesgos de ser conductora

La tarea de que en Chile, un alargado país con 19,8 millones de habitantes, la población use los buses y otros medios de transporte público resulta difícil porque 71 por ciento de los hogares posee al menos un automóvil.

La incorporación de conductoras en los buses apunta a un transporte colectivo más amable.

Perla Venegas, de 34 años, lleva seis años trabajando como conductora de autobuús en el transporte público de Santiago.

«Me gusta mi trabajo y conducir. Lo más complicado es lidiar con ciclistas, peatones y pasajeros, que nunca están conformes», contó a IPS mientras permanecía estacionada esperando la partida en la esquina de Santa Rosa y Alameda, en pleno centro de Santiago.

En su recorrido une el centro de Santiago con el municipio de Maipú, en la periferia del oeste capitalino.

«Ando a la par con los conductores hombres, pero una es más precavida, no es tan avasalladora y anda a la defensiva. Me han felicitado varias veces, sobre todo abuelitos», relató Venegas, con dos hijas de dieciséis  y ocho años, que cría sola.

«Tengo compañeras que han sido golpeadas. Yo fui amenazada de muerte por un pasajero porque cuando terminó la ruta no se quiso bajar. Era un drogadicto de la calle (sin techo). Eran las 05:30 horas. Al final encontré una patrulla de carabineros (policías armados) y lo entregué», relató.

Resumió que ha tenido experiencias agradables y negativas y reconoció que es un orgullo que su hija mayor también quiera ser conductora de bus «aunque no me gustaría que pasara por las cosas feas».

Alerta en el metro, el principal transporte público

En el metro de Santiago se hacen 2,3 millones de viajes en los días laborales. Sus vías abarcan 140 kilómetros en seis líneas, con 136 estaciones en veintitrés de los 32 municipios que engloban su área metropolitana. La capital cuenta con 6,06 millones de habitantes, que escalan a 7,1 millones en toda la región metropolitana.

En  los sistemas públicos metropolitanos de superficie se hacen adicionalmente 1,2 millones de viajes diarios promedio.

Según estadísticas oficiales, durante los cinco primeros meses del año se produjeron en Santiago veintiún episodios de contaminación por encima del nivel máximo normado y ocho alertas ambientales por exceso de partículas finas, por lo que el incremento del uso del transporte público, en lugar de los vehículos privados, se considera una prioridad para las autoridades.

Paulina del Campo, gerente de Sustentabilidad de Metro, dijo a IPS que el tema género es un objetivo estratégico en esta empresa estatal.

«Hemos tomado muy fuerte el tema del acoso. No tenemos grandes cifras, pero sí momentos como marzo del 2022 cuando se levantó el tema a partir de situaciones en las calles y en las universidades que incluían al transporte público», aseveró.

Tras reuniones con autoridades y dirigentes estudiantiles, Metro aumentó la presencia de  vigilantes mujeres en las estaciones del barrio universitario.

«Una de las cosas que ellas exponían es que ante una situación de acoso es mucho más cómodo pedir ayuda a una mujer que a un hombre», explicó Del Campo.

La empresa incorporó entonces un grupo específico de mujeres vigilantes para recibir y atender denuncias.

«Personal calificado contesta y está capacitado para contener a la víctima. Podemos activar rápidamente los protocolos con carabineros. Cuando ocurre podemos interceptar el tren y muchas veces detener a las personas (agresoras) en el momento», detalló Del Campo.

En otra campaña se adaptó a la realidad chilena una metodología estándar diseñada por fundaciones internacionales expertas en acoso.

Simultáneamente, Metro aumentó su dotación femenina y avanzó en la cantidad de mujeres en cargos de liderazgo.

«Hace dos años estábamos en torno a 20 por ciento de dotación femenina y ahora, en mayo, en 26,5 por ciento de los 4400 trabajadores que laboran en Metro. En el área de vigilantes tenemos una dotación aproximada de 700 y de estos 110 son  mujeres», explicó la gerente de Sustentabilidad de la empresa.

Políticas de género en el transporte público

El Directorio de Transporte Público Metropolitano (DTPM) informó a IPS que se apunta a disminuir la brecha hombre-mujer en el transporte público.

Se busca avanzar también en incorporar a más mujeres en la conducción de buses.

En el sistema Red, con autobuses que recorren todo Santiago, trabajan actualmente 1444 mujeres, que supone solo 7,6 por ciento del total del personal de conducción.

«Muchas mujeres que han ingresado a este rubro vienen de otros que son altamente precarizados y desregulados, por lo que esta oportunidad les ha permitido mayor autonomía y, en muchas ocasiones, salir de ambientes de violencia y mejorar la percepción que tienen de ellas mismas», subrayó la DTPM en respuestas a un cuestionario de IPS.

«Esto ha significado un esfuerzo para capacitar y generar condiciones de permanencia y ascenso de las mujeres que forman parte del sistema», añadió.

Encuestas Origen-Destino revelan que las mujeres son las principales usuarias del transporte público y los viajes con propósito de cuidados del hogar y de niños u otras personas son efectuados por ellas en 65 por ciento. Hacen viajes multidireccionales y en los llamados horarios valle, de poca afluencia.

Según la DTPM, la espera del autobús es uno de los momentos más críticos en cada viaje.

«Por esto instalamos el botón de pánico en los paraderos y la información en tiempo real de la llegada del bus para mejorar la percepción de seguridad», explicó.

La información funciona con una aplicación en los celulares, mientras que los botones de pánico comenzaron como un plan piloto en octubre de 2022 en las paradas de uno de los municipios capitalinos, conectados con su seguridad. El plan es extenderlos a un gran número de paradas de Santiago.

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