Visito el recuerdo de papá en el cementerio. Entre la soledad y el dolor, rodeado de buenos recuerdos, veo un acto de amor.
Un señor mayor, con probablemente su mejor traje, lleva un ramo de flores y mira la foto de la lápida que tiene enfrente. Musita algo. Interpreto que le habla a su amada, después de toda una vida interrumpida por el destino.
Sonrío. Él no me ve. Advierto una situación de amor que supera obstáculos y fronteras. Así es, también, el ser humano.
Me voy sabiendo que la vida merece la pena y con la pregunta de si el día en que yo no esté alguien me traerá flores.