Los desastres climáticos ya comienzan a determinar seriamente la agenda internacional frente a eventos como las inundaciones sin precedentes en Asia meridional, los fuertes huracanes en el Caribe, Harvey e Irma, y la catastrófica sequía en el Cuerno de África, escribe Baher Kamal[1] (IPS) desde Roma.
La 13 cumbre de la Convención de las Naciones Unidas para la Lucha contra la Desertificación (UNCCD), que se celebra del 6 al 16 de este mes de septiembre de 2017 en Ciudad de Ordos, se concentra en cómo mitigar y prevenir el sostenido avance de este fenómeno, así como la degradación del suelo en todo el mundo.
Esta es la primera vez que China es sede de una cumbre ambiental.
Los funcionarios y expertos de 196 países que participan en la 13 Conferencia de las Partes (COP13) de la UNCCD deberán ponerse de acuerdo sobre una estrategia de doce años para contener la incontrolada degradación de tierras que amenaza la seguridad alimentaria e hídrica mundial.
En ese contexto, los países también deberán anunciar sus objetivos en materia de recuperación de tierras, acordar medidas para hacer frente a amenazas emergentes, como la migración forzada, las tormentas de polvo y arena, y para acciones que fortalezcan la resiliencia a la sequía.
Desertificación en todas partes
No es de extrañar que haya hasta 169 países afectados por la desertificación ni que China tenga la mayor población y superficie perjudicada.
La desertificación no se trata solo de increíbles imágenes de océanos de arena y dunas, es una crisis silenciosa e invisible que desestabiliza a numerosas comunidades en todo el mundo, según la UNCCD.
«Las consecuencias del cambio climático socavan los medios de subsistencia, estallan enfrentamientos entre grupos étnicos dentro de un país o de un país a otro y los Estados frágiles se vuelcan a la militarización para controlar la situación», señala la UNCCD.
«Si queremos restablecer la paz, la seguridad y la estabilidad internacionales en un contexto en que la variabilidad climática amenaza los medios de subsistencia de un número creciente de personas, reduce las opciones de supervivencia, así como sobreexige las capacidades estatales, entonces debemos hacer más para luchar contra la desertificación, revertir la degradación de tierras y mitigar los efectos de la sequía».
«De lo contrario, a los muchos pequeños agricultores y comunidades pobres muy dependientes de la tierras solo les quedarán dos opciones: luchar o luchar», alerta.
Otra hambruna en África
Mientras, el continente más impactado por el cambio climático y por desastres derivados del recalentamiento global es África, que es responsable de la emisión de solo cuatro por ciento de los gases de efecto invernadero.
Ese continente sufre distintos eventos climáticos en el este que ya causaron una sequía que dejó a por lo menos 8,5 millones de personas necesitadas de asistencia alimentaria en Etiopía.
La grave sequía también se profundizó en Somalia y amenaza con dejar a alrededor de la mitad de la población en condiciones de hambruna.
La muerte de animales en las zonas que sufren la sequía afectó a la subsistencia de las comunidades pastoriles, y es responsable del aumento del hambre y del grado de malnutrición.
Ese es un rápido resumen de la dramática situación que sufren dos países de África oriental, donde viven 113 millones de personas, 101,5 millones en Etiopía y 11,5 millones en Somalia, y a quienes les urgen recursos adicionales para evitar un deterioro mayor.
Frente a esa situación, los directores generales de las tres agencias de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) con sede en Roma y dedicadas a temas de alimentación, reclamaron una mayor inversión en iniciativas de largo plazo para fortalecer la resiliencia de la población a la sequía y a los impactos climáticos.
«Esta sequía ha durado demasiado tiempo y perdimos la mayor parte de nuestro ganado», se lamentó Hajiji Abdi, un anciano líder comunitario, en la primera semana de este mes en conversación con José Graziano da Silva, director general de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), Gilbert F. Houngbo, presidente del Fondo Internacional para el Desarrollo Agrícola (FIDA), y David Beasley, director ejecutivo del Programa Mundial de Alimentos (PMA).
La sequía no tiene que convertirse en emergencia
Los directores de las tres agencias llamaron, tras visitar proyectos en los que trabajan, a atender la disminución de rebaños y evitar la muerte de más animales. Además, se reunieron con personas afectadas por la sequía y beneficiarias de asistencia alimentaria.
«Es fundamental invertir en la preparación y suministrar conocimientos y herramientas a los agricultores y a las comunidades rurales, en general, para su preservación y su subsistencia», subrayó Graziano da Silva.
«Fuimos testigos aquí de que salvar los medios de subsistencia significa salvar vidas; es la mejor defensa de la gente contra la sequía», añadió.
«Una sequía no necesita convertirse en una emergencia», precisó Houngbo, presidente del FIDA. «Sabemos qué funciona», recordó.
En la región somalí, donde se invirtió en sistemas de irrigación, puntos de extracción de agua, instituciones financieras rurales, servicios de salud y de veterinaria y otros proyectos de desarrollo a largo plazo, las comunidades soportan mejor, al igual que su ganado, las sequías devastadoras: «Eso es lo que necesitamos construir», añadió.
«Vimos aquí claramente que trabajando juntas las tres agencias de la ONU pueden lograr mucho más que por separado», destacó el director del PMA, Beasley.
Al borde de la hambruna
En Etiopía, se estima que unos 9,5 millones de personas pasan hambre. La sequía perjudicó los cultivos y las pasturas en las regiones del sur.
En el caso particular de Somalia, según la ONU, 3,3 millones de personas, una de cada tres de sus 11 millones de habitantes, están al borde de la hambruna. Más de seis millones de personas están afectadas y solo tres millones recibieron raciones alimentarias.
África sufre un proceso de avance de las sequías y la desertificación, uno de los problemas más acuciantes para los 54 países africanos, donde viven más de 1200 millones de personas. En este momento se estima que las dos terceras partes de este continente ya son desérticas o tierras áridas.
La tierra es fundamental para la agricultura y para la producción de alimentos, pero casi las tres cuartas partes del territorio está degradado.
Sequía asesina
Las sequías dejan más personas muertas que cualquier otra catástrofe climática, y aumentan los conflictos por la escasez de recursos, según la ONU. Más de 1000 millones de personas no tienen en este momento acceso a agua potable, y la demanda aumentará en 30 por ciento para 2030.
En ese duro contexto, las personas se ven obligadas a luchar o a huir. La UNCCD estima que la desertificación podría dejar a unas 135 millones de personas desplazadas para 2045.
En los últimos años, las sequías fueron responsables de algunos de los mayores desastres humanitarios, como la crisis en el Cuerno de África, de 2011, y la del Sahel, en 2012, poniendo en riesgo la vida y el sustento de millones de personas.
El caso chino
China, donde se celebra la COP13, ya se comprometió a reducir un 50 por ciento todas las áreas desérticas para 2020, destacó Zhang Jianlong, ministro de Administración Forestal de ese país.
El gigante asiático desarrolló modelos industriales para combatir la desertificación y, según el ministro, «las áreas afectadas por ese problema disminuyeron en tres períodos de inventarios consecutivos desde 2004».
El país más poblado del mundo logró evitar que se instalara un desierto en algunas áreas. De hecho, hace tan solo 20 años, la Ciudad de Ordos, sede la COP13, y donde está enterrado el conquistador mongol Gengis Kan, era un desierto, y ahora es una moderna ciudad verde.
- Traducido por Verónica Firme
- Publicado inicialmente por IPS Noticias