Cuba: el Gobierno sube de 0,2 a 1,10 dólares el precio del litro de gasolina normal

El aumento en más de 400 por ciento como promedio de los precios minoristas de combustibles en Cuba, además de impactos inflacionarios, subraya la urgencia de acelerar la transición energética en un país dependiente de la importación de carburantes y con escasez de divisas, informa Luis Brizuela (IPS) desde La Habana.

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La Habana, gasolinera ©Jorge Luis Baños : IPS

Según las autoridades, la «actualización» de los precios del combustible fueron calculados en relación con las cotizaciones internacionales y mediante el patrón del dólar estadounidense, al que se aplicó la tasa oficial de cambio de un dólar por 120 pesos cubanos (CUP).

Desde el 1 de marzo 2024 el precio del litro de gasolina regular pasó de 25 a 132 CUP, equivalente a 1,10 dólares, un incremento de 90 centavos de dólar respecto al valor anterior. Idéntico aumento registró el diésel regular.

La gasolina y el diésel especial también incrementaron más de cuatro veces su valor, según su tipo.

La decisión incluye la comercialización en dólares en una treintena de estaciones de servicio en las quince provincias cubanas, ya sea mediante tarjetas internacionales de pago o con una creada exclusivamente para este fin.

Según las autoridades cubanas, los nuevos precios minoristas de los combustibles buscan incentivar el ahorro y ajustar su consumo, mientras la comercialización en divisas pretende garantizar el reaprovisionamiento.

«Ahora hace falta que siempre haya diésel o gasolina, y sin las colas (filas), a veces de días, para comprar. Espero que no desaparezca el que se vende en pesos cubanos y solo sea posible obtenerlo en dólares», señaló al conversar con IPS el editor Jorge Calvo, dueño de un automóvil marca Lada de la era soviética.

También a partir del 1 de marzo aumentó 25 por ciento la tarifa de la electricidad para clientes del sector residencial que consuman mensualmente más de 500 kilowatts/hora. Esto afectaría en los meses de verano a alrededor de seis por ciento de los más de cuatro millones de hogares cubanos, según estimados.

Las medidas, que debieron iniciar el 1 de febrero, se pospusieron debido a un «incidente de ciberseguridad» provocado por «un virus desde el exterior» que afectó el sistema de comercialización de combustible, informaron funcionarios.

Queda pendiente el anunciado incremento de los precios del transporte interprovincial, así como el del gas licuado de petróleo (GLP) para la cocción de alimentos, con más de 1,7 millones de clientes en este país caribeño de once millones de habitantes.

Efectos

El aumento de tarifas energéticas, antecedidas por modificaciones tributarias y de aranceles desde el 1 de enero, van dirigidas a «corregir distorsiones» macroeconómicas y «reimpulsar» la economía, argumenta el gobierno.

Economistas y ciudadanos llaman la atención sobre la segmentación del mercado y una acentuación de la dolarización parcial.

Entre múltiples afectos, aluden a la ampliación de brechas relacionadas con el acceso a divisas para repostar, y con el poder adquisitivo de una mayoría de la población trabajadora que devenga sus salarios en el muy devaluado CUP.

En Cuba el salario medio mensual equivale a unos 35 dólares según la tasa de cambio oficial; unos 13 dólares si se tiene en cuenta la pauta del mercado informal de referencia para una significativa cantidad de productos, bienes y servicios a los cuales acceden las familias en busca de satisfacer necesidades básicas.

Al referirse al aumento de los precios, el ministro de Finanzas y Precios, Vladimir Regueiro, reconoció el 28 de febrero en conferencia de prensa: «Sabemos que esto tiene consecuencias en los costos de los procesos productivos. La medida tiene en sí misma un impacto inflacionario».

No obstante, matizó el funcionario, «los precios de pasaje de los porteadores privados no deben incrementarse, porque los precios mayoristas se mantienen».

Si el combustible sale más caro, quien transporta cosechas a mercados agropecuarios tendrá que aumentar su precio. También lo harán negocios privados que, además del aumento de los impuestos, deban desembolsar más por la electricidad o el traslado de mercancías, razonaron varias personas a las cuales IPS consultó para esta nota.

El chofer Yusnel Prado, residente en La Habana, indicó a IPS que autos viejos como el suyo, con el cual opera como taxista privado, no solo consumen combustible, sino también neumáticos, aceite, lubricante y piezas de repuestos, «para los cuales no hay precios baratos».

Prado refirió que su familia necesita, además de alimentos, «cada vez más caros, zapatos, aseo y hasta medicamentos. Aunque no quiera, debo cobrar más para que me dé la cuenta».

Él también conductor privado Luis Ernesto Carballo, residente en la central ciudad de Santa Clara, recordó a IPS que «fuera de La Habana es mucho más difícil acceder al combustible, porque el poco que abastecen no alcanza para trabajar todos los días. Hay que buscarlo en el mercado negro».

Susana Martínez, una profesora jubilada que vive en la oriental ciudad de Las Tunas, subrayó a IPS que, el servicio privado «es un lujo para quien vive con una pensión, pero a veces no queda otra opción, por un turno médico o ir a ver la familia en otro municipio», porque el servicio de ómnibus estatales, «es pésimo, demora mucho o en algunos casos no existe».

Transición energética pendiente

Cuba enfrenta cíclicas crisis energéticas, más recurrentes desde 2019, en paralelo al deterioro de la situación económica interna y la carencia de divisas.

Entre las múltiples causas, sostienen autoridades, están desde los precios internacionales, el incumplimiento de contratos por parte de proveedores, hasta las sanciones del gobierno de Estados Unidos que obstaculizan el acceso a créditos y servicios de bancos internacionales.

En 2021 Cuba importó 126.000 toneladas de gasolina, en 2022 unas 192.000 toneladas, y en 2023 unas 203.000 toneladas, frente a una demanda de unas 360.000 toneladas anuales, detalló el 28 de febrero en conferencia de prensa el ministro de Energía y Minas, Vicente de la O Levy.

La isla requiere de 1800 millones de dólares para cubrir las necesidades de diésel en un año, indicó.

El año pasado se desembolsó apenas un tercio de esa cantidad, unos 600 millones de dólares, para importar apenas 609.000 toneladas de diésel, explicó el titular de Energía y Minas.

La isla consume unas 8,3 millones de toneladas de combustibles anuales, de las cuales casi 40 por ciento lo aporta la producción nacional.

El pesado crudo cubano con un contenido de azufre de entre siete y dieciocho grados API, es mezclado con otros carburantes para la generación termoeléctrica en unidades que sobrepasan, como promedio, los treinta años de explotación.

Roturas y mantenimientos de varias de estas plantas, unido al déficit de combustibles, mantienen apagones de varias horas, sobre todo fuera de la capital.

Alrededor de 95 por ciento de la generación eléctrica descansa en el consumo de fuentes fósiles, que incluye asimismo el gas acompañante del petróleo nacional, unidades flotantes (patanas) alquiladas a Turquía, así como grupos electrógenos y motores a base de diésel y fueloil.

El gobierno aspira a que, de cinco por ciento actual, las fuentes renovables sustenten más de treinta por ciento de la generación eléctrica en 2030, algo considerado un asunto de seguridad nacional.

Tan significativa transformación, según estimaciones del Ministerio de Energía y Minas, necesitará de inversiones por unos seis mil millones de dólares, un desafío para esta nación del Sur global en desarrollo.

Oportunidades de la descarbonización

Informes internacionales valoran la descarbonización como una oportunidad para disminuir la dependencia de la importación de combustibles, reducir el gasto de divisas y disminuir riesgos por la inestabilidad de los precios internacionales.

Apostar a las fuentes de energía limpia favorece las acciones de mitigación y de reducción de la contaminación ambiental, lo cual trae aparejado mejores indicadores de salud pública y de protección de la biodiversidad, así como la posibilidad de crear empleos verdes, entre múltiples ventajas.

En los últimos años se sumaron autobuses híbridos (alternan diésel y electricidad) para la transportación pública en La Habana, con una menor huella ecológica.

Como parte de las acciones para una transición hacia un sistema de transporte urbano de bajas emisiones también se incorporaron vehículos eléctricos de seis plazas que, aunque en un número insuficiente, favorecen la micromovilidad en la capital cubana.

Algunas empresas e instituciones añadieron autos eléctricos, mientras disposiciones aduaneras abrieron las puertas a la importación de vehículos de cero emisiones, fundamentalmente motos y bicicletas.

El ensamblaje y la comercialización de equipos de este tipo permite a algunas personas adquirirlos, aunque sus precios se consideran prohibitivos para muchos.

Sin embargo, la profunda crisis económica interna y la escasez de divisas ralentizan las acciones para multiplicar los medios cien por ciento eléctricos.

Otros obstáculos se relacionan con la dependencia al Sistema Eléctrico Nacional para alimentar las baterías, y la ausencia de una red de estaciones de servicio. Esto provoca que los medios públicos deban recargar en sus bases y los privados en las viviendas.

En junio de 2023, el ministro de Transporte, Eduardo Rodríguez Dávila, explicó al diario oficial Granma que el país no podía «seguir incorporando vehículos eléctricos si no se asegura la generación de energía para su recarga con el uso de fuentes renovables».

Mencionó que su ministerio planeaba instalar puntos de recarga en los aparcamientos de las terminales de los aeropuertos, bases de taxis de ruteros eléctricos, así como terminales de ómnibus y de trenes.

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