Contemplando la función Cuzco, de Víctor Sánchez Rodríguez, uno entiende por qué este autor es el Ganador de los XIX Premios Max en la categoría Mejor Autoría Revelación.
No lo ha sido por esta obra sino por otra (Nosotros no nos mataremos con pistolas), pero en Cuzco se ve una novedad, una osadía tan bien aterrizada mediante unos saltos en la acción tan bien calculados -que sin embargo dan ganas de agarrarse a la butaca para no marearse ante el vértigo de lo inesperado-, que uno siente que podría aficionarse a esta montaña rusa sin necesidad de quitarse el sombrero.
El público de la Jardiel Poncela, del Centro de Arte Fernán Gómez, está paralizado, estupefacto ante lo que se le ofrece, si bien lo más chocante no lo ve, sólo lo oye nombrar, y sabe que si se pierde una palabra, tan sólo una sílaba de una de las frases -calculadas, medidas matemáticamente-, se habrá perdido en cuanto a la historia.
La historia es la da una pareja actual. Una de esas que se hablan sin tapujos, con toda «libertad» o lo que hoy entendemos por tal: decirse las verdades a la cara, sin miedo a herir; o buscando herir para que luego venga la reconciliación.
Pero aquí la vieja argucia no funciona porque ella no le teme a nada, ni siquiera a la libertad de un trapecio sin red.
Argumento:
“Una pareja viaja a Cuzco en un desesperado intento por salvar su relación. Durante el viaje, conocen a una serie de personajes que afectarán los propósitos de su travesía: una feliz pareja de españoles con los que compartirán itinerario desde Cuzco a Machu Picchu; una italiana preocupada únicamente por encontrar su felicidad; un viejo peruano y su hijo, exiliados en Argentina, inmersos en una suerte de viaje de redescubrimiento de su propia patria. Como telón de fondo, el pasado inca y colonial, el terrorismo de Sendero Luminoso, la pobreza andina, y el reflejo de una España herida de gravedad.”
Los dos únicos actores están solos en el escenario vacío de principio a fin, con el único escape de un suelo hecho de pavesas en el que poder revolcarse a sabor. Lo harán, juntos y por separado, sin que la soledad mutua se alivie, y eso que no paran de hablar y de escudriñarse. Él es pusilánime, peligroso por tanto; ella una loba de afilados colmillos lingüísticos que se recrean en describir sus hallazgos en el “nuevo mundo”. Con qué ardor se les aplaude, ojalá que vuelvan.
- Reparto: Silvia Valero y Bruno Tamarit
Compañía: Wichita CO
Función comentada: 25 de noviembre de 2018
Espacio: Teatro Fernán Gómez (Centro Cultural de la Villa)
Sala Jardiel Poncela