En contra de las opiniones de varios colegas que han visto la película en el reciente Festival de Cine en español de Málaga –donde consiguió tres premios, dos de ellos para los protagonistas- “Demonios tus ojos” a mí no me ha gustado. Considero que desde “La ventana indiscreta” de Hitchcock se han malogrado todos los intentos de contar en imágenes lo que pasa por la cabeza, y el resto del cuerpo, de un voyeur.
Porque de esto va “Demonios tus ojos”, tercer largometrajo coescrito, producido y dirigido por el cineasta vasco Pedro Aguilera (“La influencia” y “Naufragio”), interpretado por Julio Perillán (“Proyecto Lázaro”, “Mindscape”, “Frágil”) e Ivana Baquero (“Las crónicas de Shannara”, “El club de los incomprendidos”, “Hielo”).
Y no me ha gustado porque me parece una historia desaprovechada, previsible desde la primera imagen y con un intérprete casi hierático. Aunque, evidentemente, las pretensiones del realizador son otras, como explica claramente la sinopsis facilitada por la distribuidora: “Oliver (Julio Perillán), un joven director de cine asentado en Los Ángeles, descubre una noche en una web erótica que la protagonista de uno de los explícitos vídeos es su hermana pequeña, Aurora (Ivana Baquero). Sorprendido y confuso, decide viajar a Madrid, tras varios años sin visitar a su familia. Comienza así una búsqueda obsesiva de respuestas, un viaje íntimo hacia la turbación y la verdad de la imagen, una historia de dominación y manipulación sobre los límites de la moral y la pérdida de la inocencia vital y audiovisual”.
Por si hubiera dudas, nada de lo que ocurre en la historia me escandaliza ni remueve mis cimientos ideológicos; se trata tan solo de que no estoy de acuerdo con la forma en que se resuelve en la pantalla, en que no consigue interesarme el “como” pasa lo que pasa.
Según Pedro Aguilera, “Demonios tus ojos es la historia de un director de cine. Es por lo tanto el relato de su rostro y de su mirada, la del cineasta: un invasor que quiere penetrar en un espacio privado que no le pertenece, para después mostrárselo al mundo. La cinta muestra una sucesión de invasiones, habla de la intimidad de las personas. Lo que proyectamos hacia los demás puede ser en algunos casos lo opuesto a lo que vivimos en la privacidad. Es además una película sobre la perdida de la pureza. La inocencia ya no es posible en un mundo donde ‘todo’ está expuesto. Las imágenes ya no son cautas ni parciales, lo muestran todo. Y sin embargo, son más manipulables que nunca. Su lectura se hace cada vez más ambigua”.
En todo caso, salvo de esta película –premiada en diversos festivales y alabada por una parte considerable de la crítica- el intento de denuncia de este mundo en que estamos obligados a vivir ahora mismo, contaminado por la excesiva invasión de imágenes y la imposibilidad para mucha gente de acabar distinguiendo entre la realidad y lo que le ofrecen las distintas pantallas que juegan un papel determinante, y muy influyente, en su cotidianidad.