Las muertes recientes de Leopoldo Pomés (Barcelona, 1931-Girona, 2019) y Peter Lindbergh (Lissa, Polonia, 1944-¿??, 2019) en el plazo de una semana dejan un importante vacío en el mundo de la fotografía de moda, cine, publicidad y glamour en España y en el mundo.
Ellos promovieron la ruptura de algunas normas clásicas y propiciaron importantes avances en esos géneros fotográficos gracias a los cuales su estética y sus contenidos alcanzaron nuevas dimensiones.
Uno de los últimos grandes encargos que recibió Peter Lindbergh fue el de las fotografías para el calendario Pirelli de 2017, la firma para la que ya había trabajado en 1996 y en 2002 (es por ahora el único que repitió tres veces). Para este famoso calendario (The Cal) Lindbergh fotografió a actrices maduras como Kate Winslet, Nicole Kidman, Uma Thurman, Helen Mirren, Penélope Cruz… en las calles de Nueva York y Los Ángeles, tratando de que este trabajo fuese considerado como un acto de rebelión, “un alegato contra el ideal de belleza de hoy, que es una invención comercial”, según sus palabras.
Entre las modelos para este último almanaque Lindbergh incluyó a Anastasia Ignatova, una profesora de Teoría Política de la Universidad de Moscú. Con catorce de las cuarenta fotografías del calendario, Taschen publicó “Shadows on the wall”.
Ya en el Anuario Pirelli de 2014, con el que la firma celebraba su 50 aniversario, Lindbergh había retratado, junto a su colega Patrick Demarchelier, a algunas de las supermodelos más destacadas de aquel momento: Alessandra Ambrosio, Helena Christensen, Isabeli Fontana, Miranda Kerr, Karolina Kurlova y Alek Wek.
Pirelli confiaba sobre todo en la audacia, la agudeza y la seguridad de Lindbergh para mostrar la delicadeza de los cuerpos femeninos. Para conseguirlo, el fotógrafo utilizaba un blanco y negro que transformaba en numerosas tonalidades de gris.
Lindbergh prescindió del color porque pensaba que añadía estridencia innecesaria a la belleza de las mujeres a las que retrataba. Con el blanco y negro expresaba mejor sus emociones. Su propósito era desnudar el alma de las mujeres dejándolas al descubierto. Una de sus frases preferidas era “las mujeres siempre son más importantes que la ropa”.
Para Lindbergh el papel del fotógrafo de moda de hoy es liberar a las mujeres del terror de la perfección y la juventud porque existe una belleza diferente, más real y auténtica, no manipulada por la publicidad.
Como fotógrafo de moda revolucionó el género con sus instantáneas en bruto, sin retoques, sin maquillaje, en las que daba prioridad a la personalidad y al alma de las modelos. Uno de sus resultados estéticos más conseguidos fue el bautizado como “efecto de recién levantado”. Esta postura le supuso algunos desencuentros, como el que sufrió en 1988 cuando la editora americana de “Vogue” rechazó una fotografía tomada a un grupo de modelos (Linda Evangelista, Christy Turlington, Estelle Lefébure, Karen Alexander, Rachel Williams, Tatjana Patitz) en una playa de Santa Mónica vestidas sólo con camisas blancas. La fotografía, que después fue portada de la edición británica en 1990, con los años se convirtió en icónica y es la que mejor define el estilo de Lindbergh.
Entre sus últimos trabajos destacan las fotografías de la boda de Marta Ortega, heredera del imperio Inditex, tomadas en A Coruña en noviembre de 2018, y una serie de la cantante Rosalía para la revista “Vogue España” del pasado mes de agosto. El último puede verse en las páginas de “Vogue UK” de este mismo mes de septiembre editado por Meghan Markle, duquesa de Sussex.
Lindbergh expuso su obra también en museos, como el Kunsthal de Rotterdam. Sus más de cuarenta años de trabajo se recogen en el libro “Peter Lindbergh. A different visión on fashion photography” (Taschen), que incluye textos de Paul Gaultier, Nicole Kidman, Grace Coddington, CindyCrawford y Anna Wintour.
Pomés. la renovación española
La obra de Leopoldo Pomés, exceptuando la de sus primeros años, se identifica con el glamour y el erotismo publicitario de unas imágenes seductoras, entre las cuales figuran algunas inolvidables para toda una generación, como las burbujas de Freixenet protagonizadas por Gene Kelly y Gwyneth Patrow, y las chicas semidesnudas montadas a caballo en los anuncios del coñac Terry de los años sesenta.
Una de esas chicas era la modelo Margit Kocsis y la otra nada menos que Nico, la cantante de Velvet Underground y musa de Andy Warhol, a la que Pomés descubrió en Ibiza durante el viaje de novios con su primera esposa y colaboradora Karin Leiz.
Quedó fascinado con su imagen. Era la mujer del futuro y pensó en ella cuando le encargaron el anuncio. Sabía que aunque el coñac era una bebida de hombres, eran las mujeres quienes lo compraban en la tienda y por eso hizo un anuncio con mujeres como protagonistas.
Manuel Vázquez Montalbán dijo en alguna ocasión que había que agradecerle a Leopoldo Pomés haber colaborado activamente a la erotización de la sociedad española. Pomés apostaba por la provocación para romper la imagen publicitaria de la mujer española de los sesenta, ñoña y sumisa. Para un anuncio de las sábanas Burrito Blanco (un nombre inventado por él para la empresa de Josep María Juncadella) fotografió a una joven seductora holgazaneando sobre una cama. En su restaurante de Il Giardinetto cuelga “Imagen blanca”, una fotografía de gran tamaño de una seductora mujer en bañador sobre la arena de una playa (la mujer es Karin Leiz).
Como publicista fue el responsable de la estrategia de comunicación de los Juegos Olímpicos de Barcelona y de la ceremonia de inauguración del Mundial de Fútbol de 1982. A pesar de estos éxitos, en 2006 decidió abandonar sus trabajos en la publicidad para centrarse en la fotografía, que continuó teniendo una importante vertiente erótica y glamourosa, como muestran algunas de sus instantáneas de “Blancas, grises y negras” expuestas en 2008 en la Galería Hartmann de Barcelona.
El Ministerio de Cultura concedió a Leopoldo Pomés el Premio Nacional de Fotografía en 2018 «por su contribución a la historia de la imagen en España, con una trayectoria vinculada en sus inicios a la vanguardia artística del grupo Dau al Set y AFAL, y siempre comprometida con la modernidad”. Según el jurado, “Leopoldo Pomés ha participado en la configuración de nuestro imaginario colectivo introduciendo un nuevo lenguaje fotográfico dentro de la publicidad, con una mirada renovada a la sociedad de su época».
Sin embargo, la obra de Pomés trasciende la publicidad y el erotismo, ya que desde los años cincuenta había comenzado a registrar imágenes de la España que la oficialidad franquista quería mantener lejos de la mirada crítica de la sociedad. Esa España de posguerra estaba muy presente en “Barcelona, 1957”, un trabajo fotográfico que Carlos Barral encargó a un joven Leopoldo Pomés y que es una crónica que explora la ciudad natal del fotógrafo y que, a pesar de su calidad, no pudo mostrarse al público hasta 2013.
Hace unos meses Pomés publicó sus memorias con el título de “No era pecado. Experiencias de una mirada” (Tusquets).