Efecto Dulcinea: hilarante como síndrome y engaño

La compañía extremeña La Estampa Teatro representa en El Teatro Del Arte de Madrid la comedia “Efecto Dulcinea”, de la que es autora la actriz y directora Concha Rodríguez.

cartel-efecto-dulcinea Efecto Dulcinea: hilarante como síndrome y engañoEl efecto Dulcinea es un síndrome, enfermedad o como se quiera llamar de lo más moderno, ya que, en mayor o menor medida, lo padecemos todos los que estamos enganchados a internet. Algunos, por fortuna no todos, a fuerza de vivir enredados en la red, acaban cegados de amor por seres imaginarios, desconocidos e inexistentes.

Pero tranquilos, que la policía está al acecho y nada mejor que un camello, un mantero que es a la vez confidente, cómplice y defensor del orden, para volvernos a la razón.

En la obra se narra la historia de Lola –editora, feminista radical, explotadora y demagoga- que, ansiosa de triunfar en todos los terrenos, enloquece y se rige por los cánones de la Mujer Ideal. En su vida se mezclan sus más fieles explotados con una serie de personajes que harán de ella la peor de las villanas. Vemos que por un lado, esta mujer emprendedora, dueña ejemplar de una PYME, que es despiadada al hablar de negocios con escritores a los que explota para hacer ella su propia carrera literaria («negros»), que es capaz de colocar cualquier basura al son de la corrección política («estos monólogos de mujeres los vendo yo muy bien por instituciones»), luego es presa de cualquier desaprensivo a causa de su soledad y, lo que es más grave, la pyme no le da ni para comer. Ni un huevo, ni una patata encontrará cuando decida darse un festín consigo misma en su oficina/vivienda/nido de donde nunca sale. La botella de vino, carísima y seguramente comprada por internet, no la va a abrir para ella sola, quisiera un trago de uno más barato y a ser posible pasado y mohoso.

Las situaciones más hilarantes vendrán de la mano de esta miseria moral y física, sobre todo si se compara con la vecina de al lado, una mujer de su casa que «recibe» en ella y cuya mayor gloria es poseer una minipimer. Cuánto mejor una minipimer -exclama Lola- que una pyme. Cuánto mejor y más rica una olla express haciendo chuf chuf que el incesante pitido de móviles y teclados.

Contradicciones y más que contradicciones para la mujer liberada que Lola cree ser. Con el Quijote de fondo y su obsesión por dar voz a Dulcinea, Lola, la eterna luchadora, protagoniza una obra divertida, con momentos de carcajadas, muy crítica con los estereotipos que se le han “vendido” a la mujer y que ella ha asumido como deseables. Una obra que da mucho que pensar, con un inicio precioso a cargo de una Dulcinea moderna y explotadora, «realizada».

Concha Rodríguez (Almendralejo) funda la compañía La Estampa Teatro en 1994, y en la actualidad cuenta con quince montajes. Es autora de textos como La última luna de abril, Para Bellum, Soltera SLU, Primitiva Vanidad, Mi sobrino el concejal, Nido de Víboras, Flamenquería, Siete hembras sin piedad y ¡Estáis quemadas!, entre otros.

El texto de Efecto Dulcinea ha sido publicado por Ediciones Irreverentes, Madrid

  • Compañía La Stampa Teatro
  • Dirección: Chiqui Paniagua
  • Reparto: Concha Rodríguez, José Antonio Lucía y Eva Gómez
  • Estilismo y vestuario: Lola colores de Venecia
  • Espacio: Teatro del Arte (San Cosme y San Damián, 3)Fecha: domingo 19 de enero (estará los domingos de enero y febrero).

Nunci de León
Doctor en Filología por la Complutense, me licencié en la Universidad de Oviedo, donde profesores como Alarcos, Clavería, Caso o Cachero me marcaron más de lo que entonces pensé. Inolvidables fueron los que antes tuve en el antiguo Instituto Femenino "Juan del Enzina" de León: siempre que cruzo la Plaza de Santo Martino me vuelven los recuerdos. Pero sobre todos ellos está Angelines Herrero, mi maestra de primaria, que se fijó en mí con devoción. Tengo buen oído para los idiomas y para la música, también para la escritura, de ahí que a veces me guíe más por el sonido que por el significado de las palabras. Mi director de tesis fue Álvaro Porto Dapena, a quien debo el sentido del orden que yo pueda tener al estructurar un texto. Escribir me cuesta y me pone en forma, en tanto que leer a los maestros me incita a afilar mi estilo. Me van los clásicos, los románticos y los barrocos. Y de la Edad Media, hasta la Inquisición.

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