Es la primera vez que llega a España, tras pasar por Francia, y será la localidad madrileña de Torrejón de Ardoz quien exhiba Mexicráneos, una curiosa muestra que se podrá ver en el Parque Europa hasta el 2 de noviembre.
Esta exposición gratuita está compuesta por diecisiete cráneos gigantes repartidos por todo el parque, así como una catrina y dos cabezones colgantes. Han sido creados por artistas reconocidos y emergentes inspirándose en una de las fiestas con más tradición de la cultura mexicana, el Día de los Muertos, declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco.
Cada cráneo ha sido realizado en fibra de vidrio sobre molde único, y los autores han trabajado diversas técnicas recreando su visión sobre la tradición legendaria mexicana.
En México, honrar a los muertos forma parte de su cultura desde tiempos ancestrales. El Día de Muertos se celebra los días 1 y 2 de noviembre y está vinculada a las celebraciones católicas de Día de los Fieles Difuntos y Todos los Santos.
En realidad, para ellos es una celebración alegre y colorista, de ahí que decoren los objetos con tonos vistosos. En la Ciudad de México se celebra todos los años un desfile en el que cientos de personas se disfrazan y maquillan como si fueran esqueletos. Precisamente las catrinas son eso: esqueletos vestidos con elegantes trajes y sombreros o pamelas, depende de si son hombres o mujeres.
La tradición
El Día de Muertos en la visión indígena implica el retorno transitorio de las ánimas de los difuntos, quienes regresan a casa, al mundo de los vivos, para convivir con los familiares y para nutrirse de la esencia del alimento que se les ofrece en los altares puestos en su honor.
En esta celebración, la muerte no representa una ausencia, sino a una presencia viva; la muerte es un símbolo de la vida que se materializa en el altar ofrecido. En este sentido se trata de una celebración que conlleva una gran trascendencia popular ya que comprende diversos significados, desde filosóficos hasta materiales.
Su origen se ubica en la armonía entre la celebración de los rituales religiosos católicos llevados por los españoles y la conmemoración del día de muertos que los indígenas realizaban desde los tiempos prehispánicos; los antiguos mexicas, mixtecas, texcocanos, zapotecas, tlaxcaltecas, totonacas y otros pueblos originarios de nuestro país, trasladaron la veneración de sus muertos al calendario cristiano, la cual coincidía con el final del ciclo agrícola del maíz, principal cultivo alimentario del país.
Cada año, las familias colocan ofrendas y altares decorados con flores de cempasúchil, papel picado, calaveritas de azúcar, pan de muerto, mole o algún plato con alimentos que le gustaba a sus familiares, a quien va dedicada la ofrenda, y al igual que en tiempos prehispánicos, se coloca incienso para aromatizar el lugar.
Asimismo, las festividades incluyen adornar las tumbas con flores y muchas veces hacer altares sobre las lápidas, lo que en apocas indígenas tenía un gran significado, porque se pensaba que ayudaba a conducir a las ánimas a transitar por un buen camino tras la muerte.
Hasta la fecha, esta muestra ha sido visitada ya por más de doce millones de personas en México y Francia.