El euro, la Unidad Monetaria Asiática y el renminbi amenazan la supremacía del dólar

Monica Hirst y Juan Gabriel Tokatlian[1]

Hace medio siglo, el dominio del dólar estadounidense en el sistema financiero y comercial internacional era indiscutible.

En 1977, el dólar alcanzó un pico de 85 por ciento como moneda predominante en las reservas de divisas; en 2001, esta posición aún rondaba 73 por ciento. En la actualidad, se sitúa en torno a 58 por ciento.

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El dominio del dólar y la posición hegemónica de Estados Unidos han estado entrelazados durante mucho tiempo. Y las recientes transformaciones globales están afectando a la capacidad de Estados Unidos para mantenerla.

El movimiento gradual del centro de gravedad de Occidente a Oriente, las complejidades de la política interna de Estados Unidos, el creciente músculo de la proyección internacional de China y la asertividad internacional de los países del Sur Global han frenado la supremacía y el estatus del dólar estadounidense.

Y, sin embargo, esta moneda sigue siendo, con diferencia, la más importante en el comercio mundial, en las transacciones de divisas, en los pagos SWIFT (sigla en inglés de Sociedad de Telecomunicaciones Financieras Interbancarias Mundiales) y en la deuda emitida fuera de Estados Unidos.

De hecho, agentes financieros occidentales, funcionarios gubernamentales y expertos de renombre tienden a restar importancia a la llamada desdolarización, argumentando que un dólar relativamente debilitado no significa necesariamente su desaparición.

A pesar de las controvertidas opiniones, es innegable que el sistema mundial se enfrenta a retos más complejos, diversos y plurales que implican la competencia de divisas y nuevas vías financieras innovadoras.

Resistencia contra el dólar estadounidense

La llamada desdolarización de las finanzas mundiales tiene sus hitos.

El lanzamiento del euro en 1999 fue crucial, ya que la moneda europea, a estas alturas, representa veinte por ciento de las reservas mundiales de divisas. En los albores del siglo veintiuno, también cobró vida una Unidad Monetaria Asiática: representaba una cesta de trece divisas de naciones de Asia Oriental: los diez integrantes de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático  (Asean), más Japón, China y Corea del Sur.

Junto con el éxito de la regionalización económica, la geopolítica liderada por Occidente también se convirtió en una fuente de novedades financieras mundiales que afectaron a la preeminencia del dólar estadounidense.

El creciente recurso a regímenes de sanciones contra países como Irán, especialmente desde 2006, y Rusia tras la anexión de Crimea en 2014, fomentó acuerdos monetarios alternativos. Actualmente, la política de sanciones de Washington castiga a veintidós naciones.

La invasión de Ucrania por Rusia en 2022 y la ampliación de las sanciones que obstaculizan el uso del dólar estadounidense fomentaron aún más las prácticas de desdolarización. En respuesta a la decisión de desconectar a Rusia de SWIFT, Moscú adelantó las transacciones bilaterales de combustible con pago parcial en rublos.

Simultáneamente, Rusia y un grupo de países africanos iniciaron conversaciones para establecer acuerdos en monedas nacionales, abandonando tanto el dólar estadounidense como el euro. Mientras tanto, China trata de aislarse de Occidente e intenta internacionalizar el renminbi, aunque represente menos de tres por ciento de las reservas oficiales mundiales.

Moscú y Beijing se acercan en términos de cooperación financiera, Francia y Arabia Saudí acuerdan utilizar el renminbi en determinados negocios de petróleo y gas, mientras que Bangladesh se convierte en el diecinueve país que comercia con India en rupias.

Por último, pero no por ello menos importante, también está aumentando la fiebre del oro.

Como ha observado recientemente Ruchir Sharma (gestor de fondos y columnista de Financial Times), los principales compradores del metal en la actualidad son los bancos centrales, que están adquiriendo «más toneladas de oro ahora que en ningún otro momento desde que se empezó a disponer de datos en 1950, y actualmente representan una cifra récord de 33 por ciento de la demanda mundial mensual de oro (…) y nueve de los diez principales se encuentran en el mundo en desarrollo».

Además, algunas naciones africanas parecen dispuestas a comerciar con monedas respaldadas por metales de tierras raras. En el Sur Global, de hecho, crece la percepción de que la desdolarización es un paso hacia un mundo multipolar en el que interactúan nuevos actores, intereses y reglas. En este sentido, cada vez es más evidente que está surgiendo lentamente un régimen de comercio multidivisa.

Cómo se «desdolariza» Brasil

La desdolarización forma parte de la estrategia de política exterior de Brasil. Desde la inauguración de su tercer mandato, el residente Luiz Inácio Lula da Silva reveló rápidamente su intención de superar sus discrepancias con las normas occidentales.

Ha resurgido la aplazada  narrativa que cuestiona la preponderancia del Norte Global en el Orden Mundial.

Han aparecido demandas de reformas inclusivas en la gobernanza global, la condena de las visiones geopolíticas del mundo que conducen a métodos «securitizados» y a la escalada militar, y el cuestionamiento del dominio del dólar en el comercio y las finanzas internacionales.

En el actual contexto de tensiones y rivalidades entre las llamadas grandes potencias, Brasil se esfuerza por hablar de una voz autónoma del Sur Global.

Y así, Lula ha intentado promover la paz en Ucrania sobre la base de negociaciones que reconozcan las voces de todas las partes implicadas en la guerra.

La posición de desdolarización de Lula se ha visto estimulada por la participación de Brasil en el Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), así como por su bilateralismo ampliado con China.

La relación comercial entre Brasil y China, que bate continuamente récords, alcanzó un máximo de 150.500 millones de dólares en 2022, mientras que la relación comercial entre Rusia y China en el mismo año fue de 190.200 millones de dólares.

Como los lazos bilaterales se están expandiendo aún más, durante la reciente visita de Estado de Lula a China, se están negociando nuevos acuerdos, con el objetivo de poner en marcha operaciones comerciales y financieras directamente con el renminbi chino y los reales brasileños.

Al mismo tiempo, el gobierno brasileño ha decidido utilizar el Nuevo Banco de Desarrollo (NBD), el banco multilateral de los Brics, como plataforma para defender un sistema de comercio desdolarizado entre sus miembros y con los países que se benefician de las líneas de crédito del NBD.

Al situar a la expresidenta brasileña Dilma Rousseff al frente del banco, Lula ha elevado el compromiso político brasileño con esta primera línea. Con toda seguridad, esto se convertirá en un compromiso reiterado en la actuación de Brasil en las arenas de la gobernanza global, con mención a su presidencia en 2024 del Grupo de los 20 (G20).

Es notable cómo el gobierno de Lula ha buscado una estrategia prudente para equilibrar sus señales de hegemonía antidólar entre sus socios del Brics con una presencia constructiva en un terreno dominado por el dólar como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

Al ocupar la presidencia del BID desde diciembre pasado, apoyando la candidatura del exfuncionario brasileño del FMI Illan Goldfajn, Brasil ha extendido su huella en las finanzas internacionales desde Washington hasta Shanghái.

Más allá de Brasil

Brasil ha hecho un primer intento de llevar la carta de la desdolarización a su vecindad sudamericana, en particular junto con Argentina.

En febrero se iniciaron conversaciones bilaterales para empezar a trabajar en un proyecto de moneda común que podría reducir la dependencia del dólar estadounidense. Esto podría suponer la integración de la desdolarización en el Mercosur (Mercado Común del Sur).

Siguiendo el ejemplo de Brasil, Argentina ha empezado a considerar el uso del renminbi en su comercio con Pekín.

Para Brasil, estos movimientos podrían conducir, paso a paso, a un terreno financiero regional relativamente alejado del dominio del dólar estadounidense. Sin embargo, las actuales turbulencias macroeconómicas en Argentina, junto con un nivel extremadamente bajo de reservas de divisas, seguramente obstaculizarán estos planes a corto plazo.

Además, harán falta más de dos para bailar el tango. Si se produce una recuperación económica sostenida de Argentina, Brasil necesitará asegurarse el apoyo de actores extra-regionales de peso, no occidentales, particularmente China e India, en los flujos de inversión y comercio para desencadenar una renovada inserción del Mercosur en la economía mundial.

La desdolarización podría formar parte, entre otras cosas, de una reconfiguración dinámica de las intersecciones financieras y productivas de Brasil y sus vecinos con otras regiones y potencias económicas de la economía mundial.

No hace falta decir que se trata de una estrategia a largo plazo. La consideración clave es el papel de Sudamérica, que, en un futuro próximo, puede desempeñar en la promoción de un régimen comercial multidivisa.

Hasta ahora, aunque es una bandera estridente de la diplomacia presidencial de Lula, los lazos de Brasil con el dólar estadounidense pueden reducirse, pero siguen teniendo una relevancia incuestionable.

La toma de decisiones en Brasil es conducida por una compleja red interministerial responsable del sector internacional del Estado, que no puede evitar la influencia de áreas  clave de la producción en el sector privado.

Por lo tanto, la transformación del modus operandi financiero internacional brasileño dependerá de importantes ajustes que no pueden pasar por alto un amplio proceso de negociación interna, en particular si se combina con el fortalecimiento de la democracia.

  1. Monica Hirst es investigadora del Instituto Nacional de Estudios de Ciencia y Tecnología de Brasil; Juan Gabriel Tokatlian es rector de la Universidad Torcuato Di Tella, Buenos Aires, Argentina.
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1 COMENTARIO

  1. La desdolarización es una de las estrategias del eje Kremlim – China para sustituir a USA como potencia mundial. ¿Qué vamos a ganar nosotros?

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