“El gordo y el flaco (Stan & Ollie)”, biopic de dos de los cómicos más entrañables de la historia del cine en sus comienzos, es más o menos un relato de la gira inglesa que Laurel y Hardy efectuaron en 1953, en plena posguerra.
Cuando todo el mundo les creía retirados para siempre, con más de sesenta años e ignorados por las generaciones más jóvenes, el gordo y el flaco cruzaron el Atlántico y actuaron en teatros medio llenos de Glasgow, Newcastle y Londres, mientras esperaban el comienzo de una película que finalmente no se rodaría nunca.
Su capacidad para hacerse reír mutuamente y para reinventarse a diario les sirvió para reconquistar al público y demostrar la solidez del dúo en sus últimas apariciones en los escenarios; un compañerismo y una amistad que solo rompió la crisis cardíaca de Ollie, quien falleció cuatro años más tarde.
La película comienza con un maravilloso plano-secuencia, que dura diez minutos, en los estudios de Culver City, en California. Hardy, dos veces divorciado y arruinado por su ludopatía, está a punto de casarse con Lucille; Laurel ha finalizado su contrato con el estudio y quiere renegociarlo, basándose en la celebridad del dúo, pero el director se niega argumentando que el de Hardy sigue vigente.
Oda del escocés John S. Baird (“Cass”, “Babylon”) al cine en blanco y negro, retrato intimista y melancólico de dos genios de la comedia, historia de una amistad que iba más allá de las diferencias y reflexión sobre el fenómeno de las «estrellas» que se encienden y se apagan igual de repente, “El gordo y el flaco” es una adaptación del libro “Laurel y Hardy: The British Tour”, de A. J. Marriot.
Los actores Steve Coogan («Philomena«, «Viaje a Italia«) y John C. Reilly (“Chicago”, “Gangs of New York”, “Langosta”) han conseguido un asombroso parecido con los originales, sin caer en ningún momento en la caricatura.
Con Charles Chaplin y Buster Keaton, el británico Stan y el estadounidense Ollie, El gordo y el flaco, un tándem iniciado en Estados Unidos en 1927, encarnan para siempre la edad de oro del cine mudo de finales de los años 1920, y también los inicios del hablado. Con su carismático sombrero hongo, Stan Laurel y Oliver Hardy son la pareja más eficaz, el dúo cómico con mayor grado de alquimia en aquellas películas en las que el sonido lo ponía un pianista sentado en un lateral del escenario.
“No se trataba de rehacer sus películas, porque ya existen, ni de contar lo que se puede leer en diez segundos en Wikipedia” -ha explicado John. C Reilly, el Oliver Hardy de esta afortunada recreación- “Esta película va de cosas que solo sabían ellos (…) La alquimia es algo de lo que se habla como de una lluvia misteriosa que solo cae sobre algunos. Pero lo cierto es que sucede, y Steve y yo lo hemos conseguido como lo lograron Laurel y Hardy, confiando el uno en el otro”.