Espaldarazo y subsanar

Es digno de elogio, además de un ejemplo por seguir, el hecho de que muchas personas, sobre todo aquellas que están compenetradas con los medios, (también hay educadores), se preocupen por enriquecer su vocabulario, por mejorar su expresión escrita y oral.

Pero cuando esa preocupación se transforma en exhibicionismo, es bastante lamentable, tanto para ellos, para los que tienen por costumbre y necesidad leer publicaciones en medios digitales y en redes sociales, que aunque estas últimas son muy útiles, están plagadas de cosas inadecuadas, ante lo cual hay que estar alerta para que no se multipliquen.

Insisto en que es lamentable para ellos (los aludidos en el párrafo anterior), porque en su afán de andar buscando errores en donde no los hay, corren el riesgo de que el menos pensado les desinfle el globo del ego de creerse maestros del buen decir; además de que se exponen a la burla silenciosa o a veces estruendosa.

En mi caso, siempre he sostenido que solo soy un aficionado del buen decir, alguien que ha entendido perfectamente, que nunca se termina de aprender.

El artículo de la semana pasada, titulado «La expresividad del venezolano», produjo comentarios elogiosos, aparte de que en varios de ellos estaba implícita la petición de unir a la lista de expresiones y palabras que mostré, otras que no mencioné. Cuando se dispone de un espacio como este, aunado a la falta de tiempo, es difícil abarcar más; pero pueden estar seguros de que en cualquier momento volveré sobre ese interesante tema.

Quiero destacar un mensaje que recibí del colega locutor, periodista, gaitero y de paso guairista, Arnoldo Fréitez, quien aparte de identificarse con lo expresado por mí el sábado pasado, me comentó que en una ocasión oyó una conversación de personas que forman parte de lo que hoy llaman el poder comunal organizado, y que el meollo del asunto era un rechazo contundente a alguien que, para los efectos de este artículo, su nombre es irrelevante.

Lo cierto es que (en versión de Arnoldo), hablaban del rechazo; pero a la vez decían que le habían dado un espaldarazo, lo que permite colegir que no saben lo que significa la mencionada palabra.

El otro caso tiene que ver con el verbo subsanar, ya que muchas personas, para mostrar su «erudición» en materia de lenguaje escrito y oral, usan términos con significado diferente del que registran los diccionarios. Arnoldo asegura haber leído frases como: «Hay que subsanar las heridas», lo cual a él, que ha valorado la importancia de escribir bien y hablar de mejor manera, le parece impropio, y sin duda lo es. Trataré entonces de satisfacer su inquietud y la de otras personas que tengan dudas al respecto.

Espaldarazo, de acuerdo con las definiciones de la Real Academia Española, es: «Reconocimiento de la competencia o habilidad suficientes a que ha llegado alguien en una profesión o actividad». Fuera del rigor académico, significa apoyar, respaldar una idea, una propuesta, una decisión, etc. La confusión está en el hecho de que el vocablo espaldarazo tiene una fuerte carga expresiva que hace que se lo confunda con «dar la espalda», que es la frase que se emplea para indicar rechazo, repulsión, negación, abandono u otra actitud o acción de ese tipo: «Todos los presentes le dieron la espalda».

Eso, claro está, es en sentido figurado; pero en el ámbito militar (lo he visto en películas), cuando alguien comete una falta gravísima que amerita expulsión, colocan el individuo enfrente de la tropa, y a la voz de mando del superior, esta da media vuelta y le da la espalda. Hasta donde me lo permiten mis supinos conocimientos de gramática y lingüística, además de sentido común, eso no es un espaldarazo.

Lo de subsanar está relacionado con el desconocimiento de que la sinonimia de las lenguas no es perfecta, por lo que lo que hay palabras que, aun cuando son sinónimas, no podrán emplearse en el mismo contexto, como por ejemplo iniciar y comenzar, que no se construyen de la misma manera, aunque son hermanas. De eso he hablado en infinidad de veces, y como cosa curiosa, ha aumentado el uso inadecuado del primero de los nombrados.

Por ahora baste con decir que se subsana, se repara, se soluciona un problema. Las heridas se sanan, no se subsanan.

David Figueroa Díaz
David Figueroa Díaz (Araure, Venezuela, 1964) se inició en el periodismo de opinión a los 17 años de edad, y más tarde se convirtió en un estudioso del lenguaje oral y escrito. Mantuvo una publicación semanal por más de veinte años en el diario Última Hora de Acarigua-Araure, estado Portuguesa, y a partir de 2018 en El Impulso de Barquisimeto, dedicada al análisis y corrección de los errores más frecuentes en los medios de comunicación y en el habla cotidiana. Es licenciado en Comunicación Social (Cum Laude) por la Universidad Católica Cecilio Acosta (Unica) de Maracaibo; docente universitario, director de Comunicación e Información de la Alcaldía del municipio Guanarito. Es corredactor del Manual de Estilo de los Periodistas de la Dirección de Medios Públicos del Gobierno de Portuguesa; facilitador de talleres de ortografía y redacción periodística para medios impresos y digitales; miembro del Colegio Nacional de Periodistas seccional Portuguesa (CNP) y de la Asociación de Locutores y Operadores de Radio (Aloer).

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