España aparece inmersa en un veroño complicado. Veroño es verano y otoño; un poco el modus vivendi de los españoles. Son tantos días que casi hace un año; un año de aquellas elecciones y aquellos aplausos que dieron lugar al dime y al direte.
Cartel de Greenpeace con los cinco principales candidatos a las elecciones generales del 20 de diciembre: Mariano Rajoy, Pedro Sánchez, Pablo Iglesias, Albert Rivera y Alberto Garzón, caracterizados como niños de nueve añosDías en donde las personas que carecían de recursos, hoy, si cabe, tienen menos. Autónomos asfixiados y personas dependientes, esperando. Colas inmensas para ser operado y colegios dudando si la LOMCE aparecería en sus filas.
No sé si estamos en un país ideal, como nos vende el socarrón de nuestro presidente en funciones. Tenemos infraestructuras, carreteras, nos visitan setenta millones de turistas, hay sol en noviembre y somos felices porque cantamos, tomamos cañas y celebramos Halloween aunque no sea nuestro.
¿Y con esos mimbres por qué no estamos en un estado perfecto en donde todas las personas tengan al menos igualdad, educación, sanidad, etc? Quizá porque no existe tanta felicidad entre caña y caña; entre el puente de los Santos y la Almudena, entre lo que queda para el otro puente y de nuevo la Navidad.
España emerge, ciertamente, baja el paro, ¿hay calidad en el empleo?, aquí nos parece todo bien. Nos da lo mismo si estamos en funciones un año, si vivimos en precario, si Sus Señorías se insultan, si todo parece un dejà vù y volvemos a la casilla de salida o si un partido está imputado por corrupción y resulta que es el más votado.
España a todas luces es un país democrático pero sin duda, dividido porque ni son todos los que son, ni están todos los que están. Los socialistas, no sabemos si lo hacen por España o por ellos mismos, se abstendrán después de que Pedro, el cruel, dijera por activa y por pasiva que jamás pactaría con el presidente en funciones; pues toma, ya puedes dejar tu acta de diputado si quieres porque aquí te venden al mejor postor.
Asistimos durante casi todo el año, al servicio de la justicia, a casos y cosas que nada tienen que ver con la dignidad de las personas. Nombres de apuestos directivos que en su día fueron capaces de meter el dinero en la caja; bienes robados o comprados con comisiones, mordidas y con ese estado del bienestar del que hoy presumimos porque no sabemos qué hacer vamos a entrar en la nueva era, casi, casi en navidad, otra vez.
Todos esos juicios de todas esas personas han estado haciéndonos más fácil la espera; la digna espera del votante que votó y esperó que al menos fuera respetado su criterio. Hoy tras llamarse gilipollas entre otras lindezas, asistiremos a una investidura que dará lugar a un gobierno que durará menos que el otoño, porque en menos de un mes será invierno y seguimos con 28 grados tan a gusto.
No sé si la gente, esos pueblos que nombra Iglesias, están conformes con lo que mañana verán en la tele. No sé si los de Sánchez, apoyarán necesariamente con su abstención al hombre irónico que ayer les dejó con su labia y su experiencia en oratoria de congreso a la altura del betún. Y no sé si los que quedan por no irse de puente, asistirán disfrazados de payasos sanguinarios para protestar por lo que se nos viene encima.
Democracia, libertad y realidad. Los tres convergen en la duodécima legislatura. Hubo democracia porque fuimos a las urnas dos veces, hubo libertad porque todo el mundo votó lo que quiso, y hubo realidad porque por los votos en blanco, las abstenciones y las majaderías varias, tenemos un gobierno dado que no sabemos cómo ha llegado. Mientras eso suceda, algunos miembros de su partido estarán siendo juzgados, otros encarcelados, otros escondidos, otros, ya penando y todo se aceptará porque España para lo bueno y para lo malo acepta todo y estamos entrando en la era del todo vale y así se lo preguntarán a los chicos de la LOMCE futura; porque vendrá otra llegado el caso.
Feliz investidura, puente, Halloween y mientras, si le queda un hueco, visite a sus muertos porque resulta que al final pasa lo que decía Manrique, ¡qué solos se quedan los muertos! Pues sí.