España afronta un proceso de desertificación preocupante

La desertificación es un proceso de degradación, influenciada por el hombre, que supone la pérdida del suelo fértil y la incapacidad de los ecosistemas de cumplir con su función reguladora y de suministrar bienes y servicios ambientales.

En el Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía que se celebra este 17 de junio de 2017, Greenpeace recuerda que el cambio climático (subida de temperatura, menor precipitación, mayor riesgo de incendios forestales, etc.) está acelerando los procesos de pérdida irreparable de suelo. Celebrar esta fecha con 40 grados en muchas ciudades de España debe servirnos para reflexionar sobre el impacto que nuestras decisiones tienen sobre el medio ambiente. 

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Un tercio de España ya sufre una tasa de desertificación muy alta y lo peor es que, si no se toman medidas urgentemente, esa superficie árida seguirá creciendo. De hecho, un 75 % del territorio se encuentra en zonas susceptibles de sufrir desertificación.

No se puede decir más claro: con el calor de estos días y la ausencia de precipitaciones, el riesgo de grandes incendios supone una seria amenaza para los ecosistemas y, sobre todo, el recurso suelo. Durante la última década se ha producido una media de más de 15 000 fuegos al año. Pero no sólo eso.la sobreexplotación de los recursos hídricos, las malas prácticas agrarias en zonas de pendiente, el sobrepastoreo, la agricultura intensiva y la urbanización irracional resultan también responsables de esta situación.

Las sequías son naturales en el clima Mediterráneo, pero el cambio climático está intensificando su recurrencia e intensidad. El aumento de temperaturas y la disminución de las precipitaciones son sólo dos de los efectos producidos por el incremento de las emisiones de CO2 a la atmósfera.

Según Naciones Unidas, los efectos de la desertificación a nivel mundial afectan directamente a unos 250 millones de personas y unos 1000 millones se encuentran en zonas de riesgo repartidas en más de cien países. Nadie puede negar ya las terribles similitudes entre aquellos que huyen de las amenazas de las armas con las de aquellos que escapan de la desertificación progresiva, de la falta de agua, de las inundaciones y de los huracanes.

Greenpeace lleva años denunciando la falta de acción de los sucesivos gobiernos de España sobre este grave problema pero, ante la situación actual «no podemos sino intensificar nuestro reclamo de medidas urgentes que impidan seguir perdiendo cada año millones de toneladas de suelo, junto con las especies que lo habitan».

Medidas que pasan por aspectos como:

  • luchar decididamente contra el cambio climático reduciendo drásticamente las emisiones de CO2, descarbonizando la economía, eliminando el “impuesto al sol” y promoviendo el desarrollo de un modelo energético basado 100 % en energías renovables.
  • cambiar la política hidráulica hacia un enfoque integrado en la gestión de la demanda, implicando a todos los sectores demandantes de agua y teniendo en cuenta los caudales ecológicos. Priorizar el cumplimiento de los objetivos de la Directiva Marco de Agua, persiguiendo la sobreexplotación y la contaminación de los recursos hídricos, la proliferación de pozos ilegales y el mal uso del agua.
  • garantizar una política forestal acorde con las necesidades del país más árido de Europa, adaptando los ecosistemas forestales a los nuevos escenarios de cambio climático, evitando la proliferación de viviendas y urbanizaciones en el espacio forestal y concienciando a la sociedad ante el riesgo que suponen los incendios.
  • mejorar el actual  modelo agrícola con una sustancial mejora de los regadíos, favoreciendo la agricultura familiar con modelos de producción sostenibles.

En el marco de la nueva Ley de Cambio Climático que prepara el Gobierno del Partido Popular, Greenpeace y el resto de organizaciones sociales han preparado un conjunto de demandas y medidas que deberían formar parte del texto de la ley, como por ejemplo: mejora de la eficiencia energética y ahorro de agua a través de programas de modernización de regadíos, con la implantación de sistemas de medición y dosificación de agua; sistemas de autorizaciones y derechos de concesión de uso de agua con criterios sociales en los que se priorice a la agricultura familiar con modelos de producción sostenibles; optimizar el uso del agua desalada para eliminar la sobre-explotación de acuíferos costeros, utilizando energías renovables para el funcionamiento de las plantas desaladoras, entre otras.

Según el responsable de Bosques de Greenpeace, Miguel Ángel Soto, «estamos ante un problema más serio de lo que la gente cree. Todos hablamos del calor casi a modo anecdótico, pero estas temperaturas, entre otras muchas cosas, tienen consecuencias en el medio ambiente. La pérdida de suelo fértil es irreversible, así como el deterioro de la biodiversidad, aumentando la vulnerabilidad de todas las especies, incluida la humana. O asumimos cada uno nuestra responsabilidad o cada año celebraremos el Día contra la Desertificación en un país que cada vez más se irá pareciendo a un desierto en amplias zonas del territorio».

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