Suele decirse que una imagen puede llegar a decir, en ocasiones, más que mil palabras. Tan cierto es el aserto, que la publicada el lunes por un diario de ámbito nacional referente a la manifestación habida el pasado domingo en la Plaza de Colón, de Madrid, venía a ser un auténtico editorial, una lección de historia, de esta Historia de España que están escribiendo algunos en estos días, y que sin duda quedará para el recuerdo, para un futuro más o menos próximo, y sus consecuencias…
Porque allí estaban todos unidos, prietas las filas, recias, marciales, los representantes de la derecha y extrema derecha españolas. Todos juntos, sin cartón ni trampa, aunque en un intento de disimular la verdad latente hubieran interpuesto entre ellos a unos figurantes acordes con las circunstancias para la ocasión.
Tiesos como palos, mirada al frente, porte marcial, dispuestos a defender los valores de una España de la que se creen los únicos representantes. Santiago Abascal, líder de Vox, la extrema derecha que ha venido para quedarse, y que con su verborrea está dejando al otrora líder de la cosa suya, Blas Piñar, convertido en una especie de niño de primera comunión.
Pablo Casado, líder de la hoy genuina derecha española, heredera de de la Alianza Popular de Manuel Fraga y de José María Aznar, dispuesto, al parecer, a arreglar un país que se despeña por el precipicio de un gobierno socialista que nos lleva a la hecatombe. Jamás se habían oído un cúmulo tal de descalificaciones lanzadas hacia el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, lanzadas días atrás.
Y también estaba en la foto, ¡cómo no!, Albert Rivera, de Ciudadanos, la tercera derecha en discordia que, intentando disimular lo que a todas luces resulta patente, es posible que acabe quedándose, por mor de los votos, en tierra de nadie en unas derechas conscientes de que la mies es mucha, en forma de votos, y que los segadores son ellos.
Viendo la foto en cuestión de los líderes de las derechas españolas en la madrileña Plaza de Colón, y tal como está el patio, me ha venido a la memoria una canción que durante la dictadura del Régimen franquista nos obligaban a cantar a los jóvenes que por diferentes circunstancias vivíamos en internados, máxime si se trataba de orfanatos, regentados generalmente por órdenes religiosas. La canción es cuestión, de corte falangista, venía a decir, entre otras lindezas patrias en aquella “España grande y libre, vencedora del comunismo y libertadora de Occidente”: “Prietas las filas, recias, marciales, nuestras escuadras van, cara al mañana, que ha de traernos patria justicia y paz…”.
Ante el panorama de banderas y exaltaciones patrias, con unas derechas envalentonadas y en ocasiones dispuestas a tomar la mentira y falta de rigor en sus análisis como patente de corso, no me gustaría, por nada del mundo, tener volver a aquella España del poema de Antonio Machado, que ya nos advertía: “Españolito que vienes al mundo, te guarde Dios. Una de las dos España ha de helarte el corazón”…
