Dirigida por el libanés Amin Dora, la historia que se narra en Ghadi transcurre en un pequeño pueblo costero del Líbano. Allí, lejos de las guerras, lejos de la política internacional, sus gentes viven muy apegadas a sus tradiciones y no les gusta que les saquen de sus casillas.
De hecho, el protagonista, un profesor de música de nombre Leba, nacido y criado en la localidad, se casó con su novia de la infancia, Lara, de la que tiene ya dos hijos (en realidad dos hijas, Yara y Sarah) y ambos esperan un tercero que viene en camino.
Pero el niño trae novedades bajo el brazo, novedades que alterarán la vida de la comunidad y el padre, que no ha mentido en toda su vida, se verá obligado a poner en práctica una estratagema para convencer a sus vecinos de que su hijo, con síndrome de Dawn, no es el demonio que ellos dicen que es sino el ángel que todos necesitamos poner en nuestra vida.
Se convierte así la cinta en un canto de homenaje a los niños con síndrome de Dawn, al mismo tiempo que su protagonista se plantea graves problemas morales por esa pequeña patraña que tiene que urdir si quiere evitar que su hijo acabe recluido en una institución. Las creencias, y hasta las supersticiones populares, juegan un gran papel en el desarrollo de este drama que, de milagro, encuentra una solución conmovedora, genial y liberadora.
Resulta que el niño se dedica a lanzar unos gritos desgarradores desde la casa hacia todo el pueblo, unos gritos con los que intenta imitar los cánticos de su padre músico. Imaginemos por un momento que allí la siesta es tan sagrada como aquí, como en este pueblo andaluz donde el alcalde ha sacado un bando para que se respete por todos, y que en medio de la modorra, el niño «músico» empieza a lanzar sus alaridos. Como si de un púlpito se tratara, el balcón de la casa se convierte en el minarete inoportuno que pone nerviosos a los vecinos impidiéndoles descansar.
La convivencia se resiente por la falta de sueño, también el trabajo y el ocio se agrían y se agrietan. En plena noche, a cada hora, unos gritos atronadores desgarran el aire, la situación se pone insostenible, la gente pierde los nervios y la opinión se divide. De un lado, los que opinan que el niño es un demonio que les envenena la vida y que hay que alejarlo del pueblo; de otro, los que, apoyando a la familia, deciden buscar con ellos una solución. ¿Cómo? Apelando a lo arcano que reside dentro de cada cual, a su necesidad de trascendencia y de dar sentido a lo que le pasa en su propia vida.
En la aldea son muy religiosos, lo cual es importante puesto que la inocente patraña afecta a sus creencias, también a sus hipocresías. Es sabido que existen personas heroicas que, siendo capaces de jugarse la vida en empresas altruistas y lejanas, son incapaces de soportar al vecino, o a su propio padre, y ello se pone en solfa ante el dilema que les plantea el pequeño Ghadi.
Estamos en un pequeño y tradicional pueblo y en él transcurre esta fábula que parece hundir sus raíces en los epílogos medievales de los que siempre se extraía una provechosa moraleja para la vida y para la convivencia. Allí solía haber un juez de paz, un hombre bueno al que se acudía y él aconsejaba, dirimía, conseguía -a veces de manera salomónica-, poner de acuerdo a las partes. Aquí no hay solución salomónica, sino que lo que empezó como problema irresoluble se transforma, por una inocente patraña, en solución poética de alegría y aceptación total del niño. De ahí que se pase del drama a la comedia cargada de pintorescos personajes (en el reparto, Emmanuel Khairallah, Georges Khabbaz, quien es también el guionista, Rodrigue Sleiman) y situaciones realmente divertidas. Ghadi es así una sátira social que invita a reflexionar sobre la tolerancia, la fe o la aceptación de los demás como iguales pese a las diferencias y habla de las ansias de paz en los artistas del Líbano.
El director Amin Dora fue galardonado en 2010 con un premio Emmy por la dirección de Shakaboot, la primera serie dramática árabe creada única y exclusivamente para internet. Con Ghadi, su primer largometraje, ha recibido el premio del público en los festivales de cine de Busán, Arabian Sights y Mannheim-Heidelberg, además de ser galardonada como mejor película y mejor actor en los Premios de la Academia de Cine de Líbano.
Ghadi ha sido también nominada como Mejor Película Libanesa en la ceremonia de The Murex D’or 2014 y seleccionada por su país para los Oscar 2015 como mejor película de habla no inglesa.