Con respecto al sábado anterior, el número de gilets jaunes que manifestaron en toda Francia el sábado 12 de enero de 2019 se vio prácticamente duplicado. Según fuentes policiales, que como es sabido suelen minimizar la participación, fueron 85 000 manifestantes en toda Francia, en París cerca de diez mil.
En la ciudad de Bourges hubo también una importante concentración, así como en otras ciudades de provincias, como Caen, Lyon, Saint Etienne, Estrasburgo, Rouen… 400 manifestantes se dieron cita simbólicamente ante la mansión del presidente Macron en la ciudad de Touquet.
El impresionante dispositivo represivo, que cada sábado desde hace ya nueve semanas se parece al de un estado de excepción, fue de 86 000 policías desplegados en todo el país.
En este acto IX -así califica la prensa estas protestas semanales, como si se tratara de una anunciada tragedia griega- cabe subrayar que en ciertos casos las manifestaciones y su recorrido habían sido autorizadas y en otros no.
En general todo se desarrolló de forma pacifica, lo que no impidió nuevos incidentes, generalmente en el momento de la disolución de las manifestaciones. Numerosos heridos han sido señalados, algunos muy graves, debido a los disparos por la policía de balas de goma a corta distancia, o de gases lacrimógenos. Y cientos de personas han sido detenidas.
Las reiteradas amenazas del ministro del Interior, contra toda manifestación no declarada y el anuncio de una nueva ley anti-casseurs (anti reventaderos), una especie de ley Mordaza a la francesa, con detenciones preventivas y severas multas por alteración del orden publico, no han tenido sin embargo el efecto disuasivo que el gobierno esperaba.
En París cabe señalar el carácter heterogéneo de los manifestantes que atravesaron la capital desde el multideportivo de Bercy hasta el Arco del triunfo en la plaza de L’Etoile: Gilets jaunes venidos de la periferia como de la región parisina, pero también militantes sindicales, a pesar de que las centrales sindicales no participan ni llaman a la manifestación, estudiantes y maestros en huelga que animan el movimiento de los “bolígrafos rojos” (les stylos rouges), jóvenes, asalariados, precarios o jubilados, y entre ellos también, como ya es costumbre una ínfima minoría de provocadores que con su acción justifican la desproporcionada respuesta represiva de la policía antidisturbios.
Entre las provocaciones señaladas hubo también inadmisibles ataques contra periodistas, a los que sus agresores reprochan el tratamiento informativo, sobre todo en las cadenas de información continua.
El grito de “Macron dimisión” fue sin duda el más escuchado a lo largo y a lo ancho del país, en estas manifestaciones minimizadas por el poder.
Pero el jefe del Estado estaba ocupado con su carta a los franceses, en la que reitera que “proseguirá su política de reformas” y no dice ni una palabra sobre como este movimiento social pone en tela de juicio su propia autoridad presidencial y su ejercicio del poder.
No hay mejor sordo que el que no quiere oír
Este lunes fue publicada en la prensa y a través de las redes sociales, la anunciada carta del presidente Macron a los franceses, en la que llama a la apertura de un debate nacional y marca los limites del ejercicio de autoproclamada “democracia participativa”.
“Se puede discutir de todo, pero no daremos marcha atrás en las reformas iniciadas y en el ISF, impuesto sobre la fortuna”, viene a decir Macron en una larga misiva, que el conjunto de la oposición de izquierdas o de derechas ha calificado ya de “enfumage”, “Pura propaganda y comunicación”, “farsa”, “bla, bla,bla”, “ni una palabra sobre la carestía de la vida”, “nada sobre la evasión fiscal”, entre otras reacciones.
El jefe del Estado ha establecido antes de empezar el supuesto debate, ciertas líneas rojas que no hay que franquear, lo que pone de hecho en tela de juicio la eficacia o la utilidad de dicho ejercicio, que parece mas una maniobra política para ganar tiempo hasta el mes de abril, que una verdadera consulta popular.
Macron recusa la posibilidad de dar marcha atrás en sus “reformas”, pone el acento en la necesidad de reducir los gastos públicos, y se interroga sobre la reducción de los servicios públicos, cuando precisamente una de las principales reivindicaciones de los gilets jaunes es la demanda de una mayor presencia de servicios públicos en los territorios abandonados por el Estado.
Si Macron se declara dispuesto a debatir sobre la fiscalidad, no dice en cambio ni una palabra sobre la enorme evasión fiscal y la “optimización fiscal” practicada sistemáticamente por las multinacionales para eludir el pago de impuestos en Francia. De la misma manera elude toda discusión sobre la demanda de aumento del salario mínimo reclamada en las manifestaciones.
La carta de Macron en lugar de escuchar y buscar la unión de los franceses, añade al debate anunciado dos temas que no figuraban en las reivindicaciones de los gilets jaunes y que buscan mas bien provocar la división, echando leña al fuego: la inmigración y la laicidad. Temas preferidos evidentemente de la extrema derecha francesa y de los ultras católicos.
Los gilets jaunes han anunciado ya que mantendrán sus manifestaciones el sábado próximo en todo el país. El debate que lanza Macron supervisado por dos de sus ministro no parece convencer mas que a ese 20 % de franceses que sostienen su proyecto político.
De hecho el principal error de esta misiva presidencial es que comienza con un postulado que es falso: “He sido elegido para aplicar mi proyecto”, dice Macron para justificar su intransigencia y su pretendida “legitimidad”. Olvida sin embargo el Presidente que su elección fue el resultado de un voto anti Le Pen, el voto del mal menor, pero en ningún caso debido a un apoyo mayoritario o masivo a su proyecto político y económico.
Esa es precisamente la razón de que dieciocho meses después de su elección, su acción política haya provocado este impresionante seísmo social en el país, que pone en tela de juicio los privilegios de una minoría y las instituciones de la quinta república.
Hola, estoy encantada de haber encontrado una página en la cual habla de los «chalecos amarillos» y sobre todo en castellano. Soy francesa pero he vivido quince años en Madrid. Ahora que os conozco no faltaré en leerlo de vez en cuando. Un saludo Elena.