Juan De Dios Ramírez-Heredia[1]
No quiero caer en la tentación de decir que “quien no vote no tiene luego derecho a quejarse” porque eso no es verdad. En democracia el “derecho a quejarse” está, incluso, por encima del “derecho a votar”.
La abstención es una acción legitima como lo es el voto en blanco. Sin embargo hoy, en puertas de las Elecciones Generales, quiero hacer un llamamiento a los gitanos y gitanas españoles, así como a nuestros amigos y simpatizantes para que ejerzan ese derecho sagrado que nos permite a los ciudadanos de cualquier clase o condición, elegir a quienes nos han de gobernar durante los próximos cuatro años.
La democracia no es una forma perfecta de organizar a la sociedad
Eso ya lo sabemos y mejor que nadie lo dijo Winston Churchill cuando en su discurso pronunciado en la Cámara de los Comunes en noviembre de 1947 afirmó que “la democracia es el menos malo de los sistemas políticos”. Por esa razón no vale decir que “todos los políticos son iguales” y que “la democracia solo beneficia a los poderosos”.
Quienes hemos conocido lo que es vivir en un régimen donde la libertad estaba secuestrada, donde los gobernantes ejercían todos los poderes y los ciudadanos no tenían más alternativa que la de obedecer sin rechistar o la represión, debemos valorar la suerte que han tenido las nuevas generaciones de nacer en el seno de una sociedad que ha sabido distinguir la abismal diferencia que existe entre ser “súbditos” o “ciudadanos”.
Fue el profesor Manuel Jiménez de Parga quien mejor describió esa alternativa cuando escribió “En la democracia conviven ciudadanos, seres humanos que intervienen en el planteamiento y solución de los problemas comunitarios, eligiendo a los gobernantes, fiscalizándoles, participando en la creación y desarrollo de una opinión pública, tomando parte activa en las manifestaciones y consultas populares. Por el contrario, cuando los derechos políticos fundamentales son infringidos o limitados por los titulares del poder, estamos ante un régimen de súbditos”.
Pero no es oro todo lo que reluce
Llevamos cuarenta años disfrutando de esta joven democracia que tanto trabajo nos ha costado levantar, lo que no nos impide reconocer con Don Quijote que “no es oro todo lo que reluce y que detrás de la cruz está el diablo”. Tal vez una de las mayores deficiencias que se le atribuye al régimen político que nos hemos dado sea que no garantiza que la representación que ostentan los Diputados y Senadores se corresponda de verdad con la realidad plural y a veces enfrentada que se da en la sociedad.
Y, a mi juicio, es cierto. Tuve el inmenso honor de asistir muy de cerca en las discusiones que precedieron a la elaboración de la Ley Electoral que se plasmó en el Real Decreto Ley 20/1977 de 18 de marzo sobre Normas Electorales. Obsérvese que estamos hablando de solo tres meses antes de que se celebraran las primeras elecciones democráticas de junio de aquel mismo año.
Una ley indispensable para poner los cimientos del nuevo régimen que se quería instaurar no se podía hacer con tanta velocidad. Pero había que correr para evitar que algunos se empeñaran en hacer sonar el ruido de sables en los cuarteles. Y salió la ley que salió.
Cumplió con su función en aquellos momentos y ante la voluntad manifestada por los líderes de entonces de hacer una nueva Ley Electoral en cuento tuviésemos una Constitución, la verdad es que cuarenta y dos años después seguimos con la misma norma. Es cierto que en 1985 se creó la Ley Orgánica 5/1985 de 19 de junio del Régimen Electoral General, pero, como dice el profesor Carmelo Romero de la Universidad de Zaragoza, esta ley es un calco de la de 1977 en lo que respecta a la forma de elección de los diputados y senadores.
Urge pues poner en marcha, tras las elecciones de 2019, la elaboración de una nueva norma electoral que dignifique la democracia y convierta a los españoles en verdaderos dueños de su destino. Toda democracia que se precie se sustenta, fundamentalmente, en dos leyes básicas: la Constitución y la Ley Electoral. Todo el entramado jurídico del país está en gran medida condicionado por estas grandes leyes. La Constitución ha cumplido ampliamente con su función. Pero seguimos huérfanos de una Ley Electoral que imponga en nuestro país la racionalidad de la que ahora carecemos.
Las minorías en nuestro sistema político
Sin duda alguna, el papel de las minorías en nuestro sistema político es muy pobre. Lo sentenció el padre de la ciencia política moderna, Nicolás Maquiavelo, quien escribió al principio del siglo XVI que “las minorías no tienen sitio cuando la mayoría tiene donde apoyarse”. Tal vez por eso me ha costado tanto convencer a la clase política española, y a la europea mientras fui diputado en el Parlamento Europeo, de la necesidad de propiciar la presencia de gitanos y gitanas en sus parlamentos nacionales. Algún día dedicaré algunos folios en dejar testimonio de tanto esfuerzo para obtener un nulo resultado.
Hasta que por fin han sonado las trompetas de la Gloria. De pronto una lluvia de reconocimiento ha caído sobre nuestra comunidad y ya nadie podrá evitar que el día 28 de abril de 2019 sea la fecha en que no uno ni dos, sino cuatro, sean los diputados y diputadas gitanos que pisarán el suelo del hemiciclo del Congreso. Hay momentos en que necesito pellizcarme para convencerme de que no estoy sumergido en un sueño. Dos mujeres extraordinarias y dos hombres sumamente valiosos figuran al principio de las listas de sus respectivos partidos en las provincias de Madrid, Sevilla, Tarragona y Huelva. ¡Bendito sea Dios, y en su nombre el de los líderes que pudiendo hacerlo han hecho posible este maravilloso momento para nuestro pueblo!
Ahora la pelota está en nuestro campo
Entiendan pues, mis amigos y mis hermanos, que el día 28 hay que ir a votar. Como diría Diego Luis Fernández Jiménez, quien lleva años clamando por llenar el paraninfo de las universidades españolas de lunares gitanos, ―que gran parlamentario se ha perdido el Congreso― el día 28 hay que llenar los colegios electorales de hombres y mujeres gitanos que, haciendo uso de su más importante derecho democrático, van a depositar su voto por el partido de su preferencia.
Tenemos cuatro candidatos y cada uno de ellos se presenta en formaciones políticas diferentes. Días pasados me decía un gitanillo que acaba de cumplir los dieciocho años y que por primera vez va a votar:
― Tío Juan de Dios, ¿yo puedo votar a los cuatro?
Llevamos mucho tiempo pasando hambre de representación. Recuerdo con una inmensa nostalgia y un sentimiento de gratitud sin límites como los gitanos españoles de 1977 se sentían felices porque en mi se sentían representados. En aquella histórica ocasión, me lo decían ellos, conmigo entraban en Las Cortes todos los gitanos de España.
Hoy os pido a todos que acompañéis a Beatriz, a Sara, a Juan José y a Ismael con vuestros votos. Acudid a las urnas con vuestros hijos, con vuestros hermanos y hasta con vuestros niños. Que nos vean. Y sabed que al introducir vuestro voto en las urnas estaremos dándole un soberano puntapié a todos los gobernantes que durante siglos hicieron sufrir tanto a nuestros antepasados.
― Te aven baxtalé, mo phrala, adadives
(Que seáis felices, mis hermanos, en este día)
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Juan de Dios Ramírez-Heredia es abogado y periodista. Presidente de Unión Romaní