Ileana Alamilla[1]
¡Es impostergable!
La valoración de la política, como arte de lo posible, es esencial para rescatar a un actor fundamental en el desarrollo democrático: los partidos; esos entes que deben ser los intermediarios entre la sociedad y el Estado. Actualmente, esos protagonistas, junto a los diputados, son los que tienen el menor reconocimiento de la ciudadanía. Están en el sótano de la aceptación social. Esto obedece a una serie de factores, uno de ellos es la falta de confianza y de legitimidad que han construido con sus acciones, omisiones y graves contravenciones a la ética.
Nadie puede negar que la inmensa mayoría, no todos para salvar el honor de los decentes, han llegado a ocupar la curul gracias a sus capacidades “negociadoras” y, por supuesto, de magnánimos recursos con que las han pagado. La ciudadanía no elige, sólo vota, ya que los puestos son comprados. Así funciona este perverso y vergonzante sistema político.
Aspiramos a construir la democracia entendida, según dicen entidades internacionales, como esa experiencia inacabada que busca el bien común, la equidad, mejores condiciones de vida para todos, y rematamos este deseo con tener un Estado fuerte, con instituciones consolidadas, dando cumplimiento a sus funciones, equilibrando las desigualdades, respondiendo a las necesidades de la población y con un entramado legal acorde a los anhelos sociales. Para ello necesitamos una clase política que esté a la altura de esas pretensiones.
Los políticos deben ser conscientes de nuestra realidad, decentes, legitimados por sus acciones. Estamos urgidas(os) de parlamentarios honorables, dignos, que representen los intereses de la sociedad, entre quienes estamos las mujeres.
A lo largo de la historia, a las mujeres se nos ha estigmatizado como seres inferiores, incapaces de crear y producir, asignadas a la reproducción, excluidas del poder, entendido como esa facultad de decidir sobre las cosas, los recursos y las personas. En nuestra ley suprema hay un reconocimiento a la igualdad entre hombres y mujeres, que en esta coyuntura se pone a prueba con la discusión de las modificaciones a la Ley Electoral y de Partidos Políticos.
Nuestra realidad en materia de representación política es grotesca, es vergonzosa, es una vitrina repugnante de la forma en que estamos representadas. Guatemala está en el sótano de los países democráticos en este aspecto. Estamos muy mal calificados. El índice Global de Brecha de Género del año pasado, que analizó a 135 países, nos ubicó en el puesto 116 y nos convertimos en la nación latinoamericana más atrasada en la materia, similar a Etiopía, Mauritania y Argelia.
Sin embargo, tenemos conocimiento de que la comisión legislativa correspondiente eliminó en su dictamen sobre las reformas a la ley electoral aquellas que promueven la participación de las mujeres. Si esto fuera cierto, corresponde repudiar esta decisión y exigirle a los diputados(as) que las incluyan. Es indispensable reformar el artículo 212 para que en paridad y alternancia de género y étnica las mujeres compitan en el próximo evento electoral. Queremos estar donde nos corresponde.
- Ileana Alamilla, periodista guatemalteca, fallecida en enero de 2018.