La Fundación Cartier para el arte contemporáneo presenta¹ en París la primera gran exposición de la fotógrafa mexicana Graciela Iturbide, cuya prolífica obra se extiende desde 1970 hasta hoy en día.
La escenografía ha sido concebida por su hijo, el arquitecto Mauricio Rocha, a quien se debe también la construcción de la casa de Coyoacán en donde vive y trabaja Graciela Iturbide: calle Heliotropo 37, que da titulo a esta exposición.
Heliotropo 37 reúne mas de doscientas fotografías, compendio de la obra artística de esta reputada fotógrafa latinoamericana desde sus comienzos en los años setenta, con imágenes de marcado tono documental, hasta nuestros días en que su arte ha evolucionado hacia una fotografía mas conceptual.
Junto a esa antología de su trabajo fotográfico en blanco y negro, con retratos y fotografías de fiestas indígenas y ritos populares Heliotropo 37 incluye también una serie de fotos más recientes en color realizadas especialmente para esta exposición, así como una incursión en el estudio mexicano de Iturbide (obra arquitectónica de Rocha) con fotografías de Pablo López Luz.
Graciela Iturbide, nacida en 1942, estudió en la escuela de cine de la UNAM en 1969, donde daba clases Manuel Álvarez Bravo (1902-2002) célebre fotógrafo mexicano, amigo de Diego Rivera y de Tina Modotti, quien trabajó como fotógrafo de plató en las películas de Luis Buñuel.
Ese encuentro fue decisivo en la carrera de Iturbide, pues trabajó como asistente de Manuel Álvarez y se inicio en la fotografía, viajando con él a Oaxaca y a través de México, de Tijuana al desierto de Sonora, interesándose en las tradiciones populares y ritos de las poblaciones indígenas mexicanas.
Sus fotografías de ese periodo, como la serie sobre los «angelitos» y la relación de los mexicanos con el tema de la muerte, la serie sobre las mujeres zapotecas en Juchitán en la región de Oaxaca, o la serie en Sonora sobre «Los que viven en la arena», testimonian de ese excelente trabajo de contenido etnográfico y documental.
Pero más allá de México, su trabajo fotográfico la conduce también a través del mundo, a los Estados Unidos, Japón, Panamá, Ecuador, Argentina, Perú, Italia, Alemania, España, India y Bangladesh. «Poco importa dónde va el fotógrafo pues en cada rincón puede encontrar lo que busca -afirma Iturbide- como persona lo fascinante es observar la cultura de otros países, que es lo que te ayuda a descubrir el objeto de tu búsqueda».
A partir de 1996, con su trabajo en el jardín botánico de Oaxaca y su serie «Naturata» (1996-2004), la fotografía de Iturbide va a evolucionar de lo etnográfico y lo humano hacia la abstracción y la simbología. «Cuando veo esas plantas, tengo la impresión de ver grandes esculturas», afirma la artista mexicana fascinada por ese universo vegetal.
De la misma manera esa orientación hacia una fotografía más conceptual y poética se afirma en su reciente trabajo sobre las piedras de Tecali, cerca de Puebla, en donde se extrae y se talla el ónix, piedra semipreciosa. Trabajo realizado en color que ha sido desarrollado especialmente para la exposición en la fundación Cartier de París.
«En este momento -afirma Graciela Iturbide- lo que me atrae es el trabajo sobre los elementos. Más que una deriva hacia la abstracción, podemos decir que es una mayor concentración de símbolos que condensan tradiciones culturales o simplemente situaciones humanas».
A lo largo de su carrera Graciela Iturbide ha sido galardonada con prestigiosos premios de fotografía: el premio W.Eugene Smith en 1987 , el premio de los encuentros de fotografía de Arles en 1991 y el premio Hasselblad en 2008
- Del 12 de febrero al 29 de mayo 2022,
