Italia a la cabeza de Europa en agricultura ecológica

La agricultura italiana es ejemplar por sus cultivos orgánicos y prácticas sostenibles y porque está al frente de la conservación de la diversidad biológica, aunque sigue preocupando la escasez de agua, el número de trabajadores sin documentos, el papel de las mujeres y el envejecimiento de la fuerza laboral en el campo, informa Maged Srour[1] (IPS) desde Roma.

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La Cooperativa Nueva Agricultura fue fundada en 1977 por un grupo de agricultores y jóvenes desempleados con dos objetivos principales: crear empleo en la agricultura y evitar la construcción de una gran área de enorme valor ambiental. En 1990, comenzó la conversión a la agricultura orgánica, seguida en 1996 por la conversión del ganado. Y en 2010, se paso a la agricultura biodinámica. Crédito: Maged Srour/IPS

«La agricultura italiana es la más verde de Europa», aseguró Lorenzo Bazzana, gerente económico de Coldiretti, la principal organización de agricultores en este país y en Europa, quien aporta el dato de que Italia cuenta con 72.000 operadores orgánicos.

De hecho, 10,5 por ciento de las tierras cultivables están dedicadas a la agricultura orgánica, según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

«Nuestro país está al frente de la conservación de la biodiversidad, al decidir no cultivar organismos genéticamente modificados, y 40 000 haciendas comprometidas a mantener y preservar semillas y plantas en riesgo de extinción», apuntó Bazzana.

Añade que, además, Italia tiene primacía en términos de seguridad alimentaria, «con el mayor número de productos agroalimentarios que cumplen (normativa de) residuos químicos irregulares», del orden de 99,4 por ciento.

Italia y el Índice de Sostenibilidad Alimentaria

Varios estudios confirman los resultados positivos, como el Índice de Sostenibilidad Alimentaria (FSI), desarrollado por la Fundación-Centro Barilla para Nutrición y Alimentación (BCNF), un grupo de estudio multidisciplinario que trabaja por la sostenibilidad alimentaria.

El FSI es un indicador que analiza 34 países, que representan 87 por ciento de la economía mundial (es decir el producto interno bruto) y las dos terceras partes de la población mundial. Además, se concentra en tres pilares principales, vinculados a los diecisiete Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).

  1. agricultura sostenible;
  2. pérdida y desperdicio de alimentos;
  3. desafíos nutricionales.

En lo que respecta a la agricultura sostenible, Italia es el que está mejor entre los 34 países listados. También está bien ubicado en función de otros indicadores como el «impacto ambiental del agua en la agricultura, la sostenibilidad del retiro del agua, la escasez y la gestión» del recurso, según el informe de la BCNF, que resume los datos enviados por el FSI en 2017.

«Italia es pionero en nuevas técnicas para reducir la pérdida de agua en contextos domésticos y agrarios», precisa Bazzana.

Pero la escasez de agua en el centro y el sur de Italia, por ejemplo en el verano boreal de 2017, reveló situaciones críticas en lo que respecta a la mala o inadecuada infraestructura hídrica.

Este país europeo registró resultados positivos en muchos otros indicadores como cultivos orgánicos y por su fuerte legislación para proteger los derechos de los pequeños agricultores.

Empleo ilegal en la agricultura

La participación de las mujeres es de uno por ciento y la de los jóvenes de 3,1 por ciento, una proporción muy baja en comparación con economías similares como la de España, donde casi una tercera parte de los trabajadores del sector son mujeres y jóvenes, según el informe del BCFN.

También es muy preocupante el empleo ilegal. Según el sindicato de agricultores, Flai-Cgil, un gran número de agricultores, unos 400 000, emplean trabajadores de forma ilegal.

Los agricultores emplean trabajadores sin documentos en regla a través de un mercado negro, gestionado por organizaciones para delinquir, lo que ha llevado a tildar el fenómeno de agromafia o caporalato, un flagelo económico y social para el país.

No hay rotación generacional en la agricultura

«Trabajo desde 1981 y dediqué mi vida a esta cooperativa de productos orgánicos», relató uno de los integrantes de la Cooperativa Nueva Agricultura , en diálogo con IPS. La organización tiene cientos de hectáreas a solo diez kilómetros del centro de Roma, dedicada a productos orgánicos.

«Nuestra cooperativa ya es una realidad, no necesita construirse desde abajo», observó, pero «lo que me preocupa, y nos preocupa a todos, es el reemplazo generacional. La mayoría de los que trabajamos aquí somos mayores, más de 50 o 60 años. No hay jóvenes, no quieren trabajar», acotó.

El temor de los agricultores, criadores y apicultores es que llegue el día en que esa área se muera porque nadie gestionará todas las actividades que la Cooperativa Agricoltura Nuova maneja en la actualidad.

«Me atemoriza esa perspectiva», comentó Davide Pastorelli, uno de los más jóvenes integrantes de la cooperativa, en diálogo con IPS.

Pastorelli tiene treinta años y trabaja en la cooperativa desde hace diez, ocupándose de la producción de leche y queso. Cada poco tiempo, tiene que capacitar trabajadores porque se quedan se van.

«Muchos jóvenes simplemente no están dispuestos a trabajar duro en la tierra, esa es la realidad», explicó. «Si no hubiera tantos migrantes y muchos discapacitados, que se quedan por un período relativamente largo de tiempo, no sé cómo podríamos avanzar», añadió.

La suya es una «cooperativa integrada», es decir que promueve una política de integración, lo que explica la presencia de inmigrantes y de personas con dificultades intelectuales.

«La ley nos exige que tengamos por lo menos 30 por ciento de personas discapacitadas, pero hay muchas más», precisó Letizia, otra integrante de la cooperativa.

Los datos del FSI indican que Italia va por buen camino, pero al mismo tiempo, no debe subestimar los desafíos que tiene por delante, ya sea a corto como a largo plazo.

Por ejemplo, la puntuación de este país en el pilar nutricional fue solo moderado, aunque obtuvo buena nota en las categorías «calidad de vida» y «esperanza de vida», y mala nota en los patrones de dieta.

En particular, los indicadores de «actividad física», «número de personas por restaurante de comida rápida» o «respuesta política a patrones de dieta» no registraron buenos resultados, en comparación con otros países, lo que deja al pilar nutricional como el que más atención necesita en Italia.

Tampoco debe subestimarse el objetivo de reducir el desperdicio de alimentos y crear conciencia sobre la dieta.

Italia, gracias a una profunda atención a la calidad de los alimentos y a una tradición relacionada con la «dieta Mediterránea», identificada por nutricionistas como la más equilibrada del mundo, está entre las mejores por su relación con la longevidad, ya que obtuvo 89,1 de 100 puntos otorgados por el FSI.

«Pero es verdad que, en especial en las nuevas generaciones, existe el riesgo de que los buenos hábitos alimentarios vinculados a la dieta Mediterránea se pierdan por otros modelos menos equilibrados, tomados de malos hábitos y de comportamientos importados», alertó Bazzana.

«En las 130 investigaciones vinculadas al ‘Manifiesto de Alimentación y Salud’, un documento editado por por la organización Navdanya Internacional, que busca ser una herramienta útil para todos los que quieren comenzar una transición hacia un paradigma más sostenible, muchas de las cuestiones planteadas, conciernen a Italia», indicó el especialista Lucio Cavazzoni.

«El hecho de que en la actualidad se compren alimentos enlatados e inundados de una comercialización artera en los supermercados, separa el conocimiento sobre los alimentos de su función nutricional, la que a menudo es muy pobre», explicó. «Tenemos que recuperar esos pasos», acotó Cavazzoni.

El punto fundamental de la discusión es que el consumo de los productos biológicos debe volverse algo «popular», es decir «de la gente», precisó. «No quiere decir masificado y trivializado», puntualizó.

«Y tenemos que revivir los mercados agrícolas porque la producción industrial y los supermercados no solo perjudican a los pequeños productores, sino que comprometen la calidad misma de nuestra comida», alertó Cavazzoni.

«Conectar a los consumidores con los productores, sin abandonar la cuestión de la calidad y con ella el precio máximo de los alimentos, es un aspecto fundamental en el que tenemos que trabajar», añadió.

  1. Traducción: Verónica Firme
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