Joachim Ringelnatz (1883-1934) fue un autor, comediante, artista de cabaret y pintor alemán con una historia enlazada con la República de Weimar y con relaciones con el más que milenario juego del ajedrez. Su verdadero nombre era Hans Gustav Botticher y su seudónimo, Ringelnatz, significa caballito de mar.
Estuvo vinculado al mar y de hecho, llegó a ser grumete y en la Primera Guerra Mundial sirvió en un dragaminas en Cuxhaven, donde cuenta, desde 2002, con un Museo con sus pinturas, muchas de las cuales le sobrevivieron a pesar de estar prohibidas durante la etapa nazi.
Sus poemas son irónicos y con juegos de palabras. Creó en 1920 un personaje ficticio de dibujos animados, un marinero borrachín y anárquico, Kuttel Daddeldu, que apareció en poemas, canciones e interpretaciones teatrales. Fue recuperado posteriormente en la etapa de la República Democrática Alemania (1949-1990) ya que era originario de uno de sus estados, Sajonia. Incluso el entonces presidente, Erich Honecker (1912-1994) se refirió a él como «el marinero agitador tonto con gorra».
Aunque nació en Wurzen se mudó a Leipzig en 1886 donde conoció al ajedrecista local Rudolf Swiderski (1878-1909) y del que escribió, «me impresionó porque era un ajedrecista muy conocido que participaba en torneos públicos».
Swiderski, quien fue definido como «el jugador de ajedrez más extraño jamás conocido», se le calculó un Elo de 2629 y ganó en 1907 a potentes jugadores de la época como el inglés Joseph Henry Blackburne (1841-1924) y Akiba Rubinstein (1880-1961), además de Aron Nimzowitsch (1886-1935). Jugó una partida poco antes de que se suicidara contra Siegbert Tarrasch (1862-1934) en un torneo que ya había ganado pero que no se le otorgó por su muerte.
De hecho, Ringelnatz frecuentaba el club de ajedrez de la localidad y por eso no es extraño que hubiera en su obra alusiones al ajedrez.
Así aparece en dos poemas, Munchen (Munich) y Heimliche Hour (La hora secreta).
En Munchen cita: «Munich, en casa con la mujer real. Finalmente un descanso de nuevo.
Mi cuartito, cocina, baño, salón, (…) No había lugar más hermoso, nunca lo será. Y cocinamos, jugamos al ajedrez y leemos, Charlando: cómo ha sido el tiempo entretanto,
Luego orden, tonto, sordo. hasta que suena el timbre. ¿Somos tan silenciosos como un ratón? (…)».
En el poema ‘La hora secreta’ menciona: «Un pequeño fantasma atravesó el calentador de vapor. No se dio cuerda a ningún reloj. Una mariposa prematura llegó volando al tablero de ajedrez».
Entre sus obras escribe también alusiones ajedrecísticas: «Desde arriba, un semáforo verde hierba resplandece sobre un pincel ovalado gris y un huevo de avestruz, sobre la mesa de caoba, que sostiene un tablero de ajedrez, un vaso y una botella de Tokaji, soportando también los pesados torsos de dos hombres ancianos».
Su poema más conocido es ‘Las hormigas’, Die Ants en su original alemán (1912). En verso, habla de la renuncia a los grandes planes, describe cómo dos hormigas quieren dar la vuelta al mundo desde Hamburgo, pero planean darse por vencidos poco después de partir debido al dolor en la pierna:
Dos hormigas vivían en Hamburgo
y querían viajar a Australia.
Cerca de Altona en la carretera
principal les dolían las piernas
y ahí sabiamente
abandonaron la última parte del viaje.
Tantas veces se quiere y no se puede
y luego renuncias gustosamente
Precisamente en Altona, distrito de Hamburgo, se encuentra, con el texto del poema, una escultura en granito realizada por Peter Schroder, con dos hormigas, ubicada en 2014, y que, desgraciadamente, ha sido víctimas de robo, por el material de bronce en que están hechas, y ataques vandálicos.
Su biografía se encuentra en su libro ‘Mi vida hasta la guerra’, donde se describe a sí mismo: «mi nariz larga y mi perfil irregular atrajeron caricaturas. Pero me parece que la mayoría se olvidó de las caricaturas».
Como curiosidad también estuvo vinculado al fútbol, ya que en febrero de 1930 se traslada de Munich a Berlín, donde se hizo seguidor del Hertha Berlín trabando amistad con su entonces capitán Johannes ‘Hanne’ Sobek (1900-1989) y con el actor y cantante Hans Albers (1891-1960) con los que bebía y escribía poesía. De hecho, escribió un poema alusivo al fútbol, «La locura futbolística es una enfermedad, pero rara, gracias a Dios».
Nunca tomó en serio el ascenso nazi, en 1930 escribía «Hitler me deja frío» pero en 1933 con la llegada de los nazis al poder su obra fue prohibida, sus libros confiscados y quemados y se le prohibió actuar, siendo considerado un «artista degenerado». Un año después falleció en Berlín, muy empobrecido, de tuberculosis. En su entierro se cantó la conocida habanera ‘La Paloma’ que le gustaba mucho.
Y es que como escribió en un poema: «La gente siempre dice: Los tiempos están empeorando. Los tiempos siempre quedan. La gente empeora».
En su ciudad natal de Wurzen, denominada Ringelnatz-Stadt en su honor, de poco más de 16.000 habitantes, cuenta con una colección permanente en su Museo, también fue restaurada su casa natal y se puso su nombre a una Fundación que promueve el conocimiento de su vida y obra.
Con motivo del 125 de su nacimiento, en 2008, se editó un sello postal especial por valor de 0,85 céntimos con texto de uno de sus poemas y Wurzen, cumplió el deseo del poeta (expresado en su poema Ambiciones, ‘Ehrgeiz’) de que una calle llevara su nombre.
En ese poema escribe:
….Mi ideal sería
que después de mi muerte
una callecita llevara mi nombre, una
callecita muy estrecha y torcida, con puertas bajas,
con escaleras empinadas y expedientes de putas,
con sombras y ventanillas torcidas.
Yo allí la frecuentaría.
En una pared de una vivienda de su ciudad natal también está reflejado otro de sus poemas ‘Te amo tanto’, que se inicia: «Te quiero tanto, te daría sin dudarlo una teja de mi estufa».
Su obra, desgraciadamente, no se encuentra traducida al español.