Del director Drew Goddard, que también es el guionista junto con Joss Whedon, llega de EEUU la película La cabaña en el bosque, rodada en 2011 y producida por MGM.
La cabaña en el bosque aúna elementos clásicos de terror con otros futuristas que, basados en las nuevas tecnologías, no pueden ser más actuales en este tiempo de espionajes múltiples.
El argumento es como sigue: Cinco jóvenes universitarios se preparan para pasar el fin de semana en una remota cabaña situada en un bosque, sin cobertura ni medio alguno de comunicarse con el exterior. Al sentirse observados, exploran la cabaña y en el sótano se encuentran con una extraña colección de reliquias, entre ellas un diario que habla de la antigua familia que ocupó la casa. Lo que no sospechan es que están siendo observados y que su vida corre peligro.
Estamos ante una comedia de terror fantástico, con zombis, aparecidos, almas en pena que rondan por bosques empantanados, monstruos gelatinosos y seres que parecen moverse entre los límites de este mundo y el otro, como el guardián de la gasolinera abandonada a la entrada del túnel, lo que aumenta el efecto verosimilitud. Todo son alertas por el camino, avisos a la llegada de que allí hay algo raro y, sin embargo, no hacen caso, son jóvenes alocados en busca de experiencia sexual, lo que, en una psicología al uso, podría aumentar el sentimiento de culpa pero no, todo está programado por otros y cada cumplimiento se celebrará con champán desde lo más alto de la empresa encargada del experimento. Los protagonistas serán así meros títeres de la técnica al servicio del entertainment para exquisitos, y sólo el azar y el humo de los porros les darán una posibilidad de sobrevivir a tanta técnica al servicio del daño.
De momento, ellos están rodeados por seres extraños, muertos vivientes que tienen tan hondas raíces en la psicología de los vivos, que aparecen cuando son conjurados por las páginas de un libro a medio camino entre diario de abordo y grimorio para convocar a los del más allá. Algo muy adecuado para estas fechas en las que la gente celebra la vida disfrazada de difunto, si no fuera porque los convocados a través de la lectura del libro exhiben horribles mutilaciones. Mutilaciones que, por otra parte, se infligieron ellos mismos, o unos a otros de común acuerdo, como fuente exquisita de placer al más puro estilo masoca disfrazado de misticismo. Así por ejemplo, refiere el libro la extrañeza por alguien que, al cortarse un brazo, logra la turgencia del marido. Algo nada llamativo para un torturador -no necesariamente de La Inquisición ni del docto Marqués de Sade-, pero que en la película se repite por dos veces, con tanto acierto, que la segunda provoca ya la carcajada. Claro que, quien tal había escrito en el citado libro a mano, era una virginal doncella de otro tiempo anterior a internet -ahora zombi-, y quien ahora lo leía en voz alta, también era doncella pero de hoy y se asombra de ser tratada como tal: «trabajamos con lo que tenemos», se justifica y le admite el reproche Sigourney Weaver en el papel de ejecutiva de la empresa.
La clave de exageración y broma que provoca la risa de principio a fin, así como las nuevas tecnologías al servicio del terror, es lo que salva a esta cinta de ser una más del género gore, así como la intervención de los ya conocidos aunque jóvenes actores (Kristen Connolly, Chris Hemsworth, Fran Kranz, Bradley Whitford, Anna Hutchison, Jesse Williams, Amy Acker, Brian White, Tim De Zarn, Tom Lenk, Jodelle Ferland,), junto a los veteranos Richard Jenkins y Sigourney Weaver. Todos ellos dan a la cinta categoría y ponen la necesaria moderación dentro del desmadre para hacer creíbles momentos particulares y gusto por el quehacer. La tontería universal que se denuncia al tratarse de un experimento parte de un concurso en el que compiten los países más preparados tecnológicamente (EEUU y Japón como finalistas) remata el esperpento y corona la farsa, siendo las pérdidas humanas el pequeño precio por tanta diversión.
Estreno en España el viernes 8 de noviembre de 2013 en 20 cines.