Me levanto temprano, y tengo la suerte de verte. Siempre has estado a mi lado, incluso
cuando no he sido consciente de ello.
Abrazo el día con tus fuerzas y advierto que la hermosura es una de las fuentes eternas
de las que beberemos.
Hablamos, aunque no estás presente, y nos contamos nuestras cosas: unas son poco
importantes, y a otras les ponemos relieve nosotros. El mundo es así, sencillo y complejo según la óptica que colocamos a la cámara.
Sabes que me gusta madrugar. No me importa el frío cuando eres tú quien aguardas. Me regalas coraje y paz desde el amor multiplicado. Un ciudadano de a pie no aspira a más… ni a menos. He tenido contigo la suerte de cara. El milagro ha sido igualmente que nos contempláramos entre tanta gente. Las prisas y las abundancias a veces no dejan ver el bosque. En nuestro caso vimos la estrella en el árbol más bonito.
Vuelvo a madrugar, y, mientras me acuerdo de los últimos, a quienes no hemos de dejar
solos, intuyo que, desde esos primeros rayos que me otorgas con su correspondiente calor, será un buen día. El azar ha dictado que volvamos a estar juntos. Nada mejor podría imaginar.
Los que critican y no hacen algo bueno por los demás se convierten en el peor problema. Bendiciones a aquellos que son parte de la solución y que además arriesgan sus vidas. Esos tienen corazón, no como el avestruz que esconde la cabeza.