La guerra de Nagorno Karabaj: la culpa es de…  Stalin

Al presidente de Azerbaiyán, Ilham Aliyev, se le esperaba esos días en Granada para la celebración de una ronda de negociaciones discretas con su homólogo armenio, Nikol Pashinian. Pero la invitación, cursada por Bruselas, fue rechazada por el hombre fuerte de Bakú, visiblemente molestopor el lenguaje empleado por el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel. No es este el primer fracaso de la diplomacia dela UE, que ofreció sus buenos oficios para intermediar entre azeríes y armenios y evitar un nuevo conflicto armado, aunque su objetivo oculto era reducir la influencia de Rusia en la región transcaucásica.

Cierto es que el lenguaje empleado por el belga Charles Michel nada o poco tiene que ver con las exquisitas palabras de su colega alemana, Ursula von der Leyen, que llegó a calificar a Alíyev de interlocutor digno de confianza.  

Lo cierto es que los participantes a la cumbre de Granada tuvieron que contentarse, esta vez, con la presencia del presidente armenio, Nikol Pashinian, un convidado de piedra que no eclipsó la mediática actuación del ucranio Volódimir Zelenski. Obviamente, el conflicto de Transcaucasia (aún) no vende…

Pero volvamos al escenario del enquistado conflicto de Nagorno-Karabaj, de este atroz rompecabezas donde se entremezclan factores étnicos, ideológicos y religiosos. Para algunos analistas occidentales, el principal responsable de este estado de cosas es… José Stalin, el dictador que confiaba en el internacionalismo proletario y la convivencia pacífica entre pueblos. Pero el desmantelamiento de la URSS puso de manifiesto los errores de la doctrina comunista.

La autoproclamada República de Nagorno-Karabaj – Artsaj – establecida hace 32 años por la comunidad armenia de esta región fronteriza – dejará de existir a partir de enero de 2024, al negarse sus pobladores a aceptar una reintegración pacífica forzosa a Azerbaiyán, la exrepública socialista soviética poco propensa a ofrecerles ningún tipo de autonomía ni garantías creíbles de seguridad.

En realidad, todo empezó el pasado 19 de septiembre, cuando el Gobierno de Bakú desencadenó una ofensiva contra el enclave armenio, alegando la presencia de terroristas en el suelo de Artsaj. El contingente azerí contaba con 60.000 hombres; las fuerzas armadas de Artsaj, con apenas 2.500, las fuerzas de paz rusas desplegadas en los confines de Nagorno Karabaj con Azerbaiyán, con 2.000 efectivos. La escapada bélica azerí finalizó en la tarde del 28 de septiembre, tras la derrota de las milicias de autodefensa locales y la capitulación del Gobierno regional.  

Armenia no participó en los combates ni en las negociaciones entre Azerbaiyán y las autoridades de Nagorno Karabaj. Más aún, el presidente Nikol Pashinian, reconoció a Nagorno Karabaj como parte integrante de Azerbaiyán. Sin embargo, el líder armenio no dudó en calificar la agresión de operativo de limpieza étnica, acusando al contingente de interposición ruso de no haber velado por la seguridad de los residentes del enclave. Conviene señalar que los reproches de Pashinian coincidieron con… el final de las primeras maniobras conjuntas armenio-norteamericanas, que tuvieron por escenario el territorio de Armenia, país que todavía alberga importantes instalaciones logísticas del ¡ejército ruso!

¿Hubo abandono deliberado de los pobladores de Artsaj por parte de las autoridades de Ereván, como insinúan los manifestantes congregados ante la sede de la Presidencia de Armenia?  Lo cierto es que la posición del gobierno armenio es a la vez oportunista y tramposa. Su postura ambigua respecto a la pacificación de Nagorno-Karabaj, sus recientes amistades con las potencias occidentales, sus reiteradas críticas a la Federación Rusa tratan de poner en una posición incómoda a Moscú, que no ha renunciado a su compromiso humanitario, esperando mantener su influencia en la zona.

Por su parte, Occidente vincula deliberadamente a Armenia con costosos contratos de suministro de armas, destinados a consolidar su presencia en la región transcaucásica.

Azerbaiyán, cuya población es de origen turcomano, juega la baza del apoyo político y diplomático de la Madre Patria – Turquía – y de la ayuda militar y económica de Israel. Su presidente, Ilham Aliyev, el gran ausente de la cita de Granada, advierte: Ereván es territorio azerí; lo reconquistaremos.

El otro protagonista del conflicto enquistado – Irán – se limitará por ahora a proteger sus fronteras. Definirá su papel estratégico una vez que las aguas vuelvan a sus cauces.

La opinión pública armenia culpa del éxodo de refugiados de Nagorno-Karabaj – más de 100.000 personas desplazadas al escribir estas líneas – tanto a Azerbaiyán como a la inoperancia de la UE. Bruselas se volvió especialmente dependiente de las exportaciones de hidrocarburos de Bakú después de auto privarse del gas ruso.

Todo el mundo dice que se preocupa por nosotros, los armenios, pero ¿dónde están? ¿Dónde está Francia? ¿Dónde están los EE.UU.? ¿Dónde está el Consejo Europeo?, inquieren los jóvenes armenios. Decididamente, Transcaucasia aún no vende…

Adrian Mac Liman
Fue el primer corresponsal de "El País" en los Estados Unidos (1976). Trabajó en varios medios de comunicación internacionales "ANSA" (Italia), "AMEX" (México), "Gráfica" (EE.UU.). Colaborador habitual del vespertino madrileño "Informaciones" (1970 – 1975) y de la revista "Cambio 16"(1972 – 1975), fue corresponsal de guerra en Chipre (1974), testigo de la caída del Sha de Irán (1978) y enviado especial del diario "La Vanguardia" durante la invasión del Líbano por las tropas israelíes (1982). Entre 1987 y 1989, residió en Jerusalén como corresponsal del semanario "El Independiente". Comentarista de política internacional del rotativo Diario 16 (1999 2001) y del diario La Razón (2001 – 2004). Intervino en calidad de analista, en los programas del Canal 24 Horas (TVE). Autor de varios libros sobre Oriente Medio y el Islam radical.

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