La memoria histórica no es espectáculo

Hoy día se tiende, sobre todo por los nuevos medios de comunicación, a reducir todo, sea política o cultura, a espectáculo. Y así no se profundiza en el grave problema de la memoria histórica. Porque ésta nos mostraría, no solo los horrores cometidos en un país, sino en una constante que arrastra desde los tiempos antiguos. Guerras, torturas, campos de concentración, persecución de disidentes, cárceles y largas condenas -cuando no asesinatos sin ley- para los enemigos del poder, silencio o persecución para los críticos, disidentes, largas condenas para quienes no comulgan y combaten las leyes injustas y los gobiernos dictatoriales.

En el siglo XX se  culminaron, con la insurrección franquista, los horrores nazis que culminaron en los hornos crematorios, y posteriormente, ya en el siglo XXI los constantes muertos, en los mares o las arenas del desierto, los inmigrantes que huyen de ciudades arrasadas, de hambres y faltas de condiciones sanitarias, sin viviendas, de los territorios asolados por los imperios y dictadorzuelos a su servicio.

Franco-obispos-fascistas La memoria histórica no es espectáculo
Franco rodeado de obispos fascistas

Y sobre estos hechos se impone el silencio, el no querer hablar de sus causas, se prefiere vivir alienados con los espectáculos masivos que se buscan para condicionar a los ciudadanos, mientras menos piensen y analicen la realidad del mundo, mejor. Sea fútbol o deporte, conciertos de saltarines y luces fantasmagóricas y propagandas que atraen a miles de personas, mítines en que unos y otros se aplauden a sí mismos para no discutir ni cuestionar palabras ayunas de contenido, manifestaciones tumultuarias tras banderas, himnos, cantos y discursos demagógicos y falaces, nacionalistas de uno y otro sentido, que avergüenzan a quién tenga un poco de raciocinio.

Y la memoria histórica también quiere reducirse a gestos, desenterrar unos huesos, cambiar algunas estatuas o nombres de calles -que son necesarios pero no trascienden el sentido de los sufrimientos pasados- pues no analizan en profundidad, juzgan y condenan aunque sea en tribunales no reconocidos los hechos salvajes y continuos que se sucedieron durante largos años.

La ética ya no existe, salvo para unas minorías, y la educación y la enseñanza, que es donde debiera figurar su estudio y condena no es capaz de analizar desde las primeras letras hasta los estudios universitarios, esta barbarie que asola la humanidad y destruye civilizaciones.

Damos unas cuantas frases de pensadores rebeldes, que son conscientes de la «banalidad del mal» o del silencio -que no deja de ser colaboración con el mal- de quienes deberían ser referentes culturales para quienes también hacen de las letras diversiones y espectáculos y prefieren no entrar en cuestiones que les llevaría a la protesta para intentar detener de una vez estos hechos y prefieren vivir en la cultura del mercado para ver los beneficios que pueden obtener de él.

Adorno

Mientras no se pueda determinar cuanto se sabía realmente en los tiempos en que se cometían los actos de terror, nadie puede aducir que no sabía lo que sucedió… En primer lugar están los que se limitan a negar lo ocurrido o lo tienen por exagerado…El tirano puede así distanciarse de sus atrocidades, no cometidas por él mismo, que no precisa siquiera controlar, sino que encarga a sus esbirros, mientras que éstos se sienten solo como órgano de ejecución de la orden y temen por su propia vida si no obedecen: de manera que todos los implicados salen del asunto con buena conciencia

Günter Grass (se puede aplicar a la España actual)

El genocidio que Alemania planeó, ejecutó, toleró, negó y ocultó, y que, no obstante, estuvo y está a la vista de todo el mundo, sigue sin ser digerido, indigerible, como una rueda de molino colgada al cuello de los alemanes, incluyendo a los nacidos después de todo aquello.

Antes de ser asesinado, Luther King expresó que no quería hablar de los culpables que participaban en los crímenes y xenofobias imperantes en EEUU, sino de los intelectuales y profesionales que habían optado por callar y no criticarlos.

El franquismo duró 40 años. La transición todavía sigue. Mientras vivió Franco, salvo las minorías que lo combatieron en montes o después pacíficamente en ciudades, fueron la mayor parte de los ciudadanos quienes callaron ante los crímenes que cometía y la censura rígida que envolvía al país. Y ahí podríamos encontrar a académicos de la lengua, catedráticos, escritores, periodistas, funcionarios de toda índole, jueces y hasta trabajadores. Y cuando murió, y hasta nuestros días, salvo las asociaciones que esforzada, casi heroicamente, intentan denunciar ese terrible periodo histórico, no han surgido quienes exigieran un juicio histórico sobre quienes colaboraron con el franquismo o callaron. Este silencio, este mirar solo a la cultura mercado y a la política oportunismo ha sido uno de los lucros que arrastramos. No se ha exigido un análisis profundo y sin ningún tipo de censuras, que se expusiera en todos los medios de comunicación y se volcara en los textos de enseñanza y fallara, aunque no se ejecutara condena sobre los culpables, a quienes sostuvieron el franquismo, que no era el problema de un hombre, sino de cientos de seres humanos que activa o pasivamente le mantuvieran, y se aprovecharan, en el poder.

Damos para concluir esta breve aproximación a un tema sangrante otras breves citas de quienes son partidarios de estas denuncias públicas.

Jean Baudrillard

La cobardía intelectual se ha convertido en la auténtica disciplina olímpica de nuestro tiempo.       

Eduardo Galeano

La dictadura militar, miedo de escuchar, miedo de decir, nos convirtió en sordomudos. Ahora la democracia, que tiene miedo de recordar, nos enferma de amnesia.  

Andrés Sorel
Escritor, nacido en Segovia durante la guerra civil. Fue corresponsal de Radio España Independiente entre 1962 y 1971 y dirigió en París la publicación Información Española. A la muerte de Franco regresó a España y colaboró en diversos periódicos y publicaciones de izquierda, entre los cuales destaca la fundación en 1984 del diario Liberación. Ha sido durante muchos años secretario general de la Asociación Colegial de Escritores de España, y director de la revista República de las Letras.

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