La misoginia de Bolsonaro le dificulta la reelección presidencial

Las multitudinarias marchas de las mujeres brasileñas bajo la consigna #Élno no evitaron la elección del presidente Jair Bolsonaro en 2018, pero ahora el electorado femenino parece decidido a impedir la reelección del mandatario de extrema derecha, informa Mario Osava (IPS) desde Río de Janeiro.

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Las mujeres han asumido el protagonismo en la defensa de la democracia y el rechazo al gobierno del ultraderechista Jair Bolsonaro, identificado con el machismo y agresiones a las mujeres, especialmente contra las periodistas, que se han destacado en la denuncia de las ilegalidades del bolsonarismo. Foto: Alberto César Araújo / Amazônia Real-Fotos Públicas

El antagonismo entre las mujeres y Bolsonaro aparece claramente en las encuestas.

El presidente obtuvo solo 29 por ciento de las intenciones de votos entre las mujeres entrevistadas por el Instituto Datafolha del 13 al 15 de septiembre en todo el país, contra 46 por ciento del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2011), el candidato favorito y postulado por el izquierdista Partido de los Trabajadores (PT).

Pero si las elecciones presidenciales de octubre fuesen solo entre los hombres, Bolsonaro tendría la ventaja, por 44 por ciento frente a 37 por ciento. Como hay una mayoría femenina de 52 por ciento en el electorado de 156 millones de brasileños, Lula cuenta con 45 por ciento del total de intención de voto contra 33 por ciento de Bolsonaro.

Ese desbalance siempre acompañó la carrera política del actual presidente, considerado machista e incluso misógino por sus declaraciones y actuaciones.

Su triunfo en 2018 se debió a una mayoría de 55 por ciento a 35 por ciento sobre el adversario Fernando Haddad, del PT, entre los hombres. Entre las mujeres hubo un virtual empate, según la encuesta del mismo Instituto Datafolha, hecha en las vísperas de la segunda vuelta electoral del 28 de octubre.

Periodistas mujeres, blanco preferido

Un capítulo especial de la permanente confrontación de Bolsonaro con las mujeres sucede en el campo del periodismo. Periodistas han sufrido frecuentes agresiones verbales del presidente y sus seguidores.

Vera Magalhães, columnista del diario O Globo, editado en Río de Janeiro, y presentadora de un programa de entrevistas en la emisora TV Cultura, de São Paulo, es la última víctima.

Bolsonaro la tildó de «vergüenza para el periodismo brasileño» por haber hecho una pregunta sobre los daños provocados por la «desinformación sobre las vacunas difundida incluso por el presidente de la República», en un debate el televisivo el 28 de agosto entre los principales candidatos presidenciales, en São Paulo.

Son «acusaciones mentirosas», protestó Bolsonaro, aunque intentó de hecho boicotear la vacunación contra la COVID-19 a fines de 2020 y comienzos de 2021, negándose a inmunizarse y propalando sospechas sobre la calidad de algunas vacunas y sus no probados efectos colaterales peligrosos.

Un diputado bolsonarista, Douglas Garcia, repitió la agresión contra la periodista dieciséis días después, en otro debate electoral, en ese caso entre candidatos a la gobernación del estado de São Paulo. Además de «vergüenza del periodismo», la acusó de ganar un sueldo mensual de unos 96.000 dólares en la TV Cultura, una imputación desmentida desde antes y públicamente.

Periodismo bajo fuego

Pero el objetivo no son solo ellas, los periodistas en general son un blanco frecuente de los ataques bolsonaristas.

La Asociación Brasileña de Periodismo Investigativo (Abraji) identificó 801 críticas y acusaciones contra el periodismo publicadas en las redes sociales, entre enero de 2021 y mayo de 2022, por Bolsonaro y sus tres hijos que están en la política, un senador, un diputado y un concejal de Río de Janeiro.

La Federación Nacional de los Periodistas (Fenaj) también hizo su Informe sobre Violencia contra Periodistas y la Libertad de Prensa, en el que señala 430 casos en 2021 y 428 en 2020, unos niveles récord desde que la organización sindical inició el monitoreo en los años noventa.

Censura, intento de desacreditar noticias y agresiones verbales son los principales actos de violencia. El presidente Bolsonaro es el agresor más frecuente, una actitud alarmante porque incita adeptos del líder a imitarlo.

Las mujeres son las víctimas de los casos de mayor repercusión.

Patricia Campos Mello, reportera especial del diario Folha de São Paulo, sufrió ataques persistentes desde las elecciones de 2018, por revelar la difusión masiva de noticias falsas y el uso del Whatsapp y otras redes por la campaña electoral de Bolsonaro en una violación de las reglas electorales.

El bolsonarismo desplegó una campaña de difamación e intimidación contra la periodista, que relató su odisea y los mecanismos de desinformación en el libro «La máquina del odio».

Bolsonaro llegó incluso a insinuar públicamente que ella se prostituyó para obtener informaciones. Por eso fue condenado por la justicia a indemnizarla por la ofensa y «daños morales», por una suma equivalente a 6700 dólares.

Miriam Leitão, conocida columnista de economía en O Globo, es otra víctima de ataques de la familia Bolsonaro. El presidente la acusó de mentir en su testimonio sobre la prisión y torturas que sufrió durante la dictadura militar, un hecho comprobado y también relatado en un libro.

«Idiota», «ignorante», «analfabeta», «porquería de prensa» y «cállate» son algunos insultos que dirigió Bolsonaro a algunas periodistas que le hicieron preguntas incómodas.

Sospechas de corrupción

A Amanda Klein, periodista de la TV Jovem Pan, una emisora conocida por defender el gobierno, el presidente la llamó «liviana» e intentó desacreditarla mencionando aspectos de su vida personal, como tener «un marido que vota por mí».

Klein le había preguntado cómo la familia Bolsonaro había obtenido recursos para comprar 107 inmuebles desde los años noventa, 51 de los cuales fueron pagados totalmente o parcialmente en dinero vivo (en efectivo).

Se basaba en la revelación de otra mujer periodista, Juliana Dal Piva, junto con su colega Thiago Herdy, en el portal de noticias UOL, el 30 de agosto. Desde entonces el presidente trata de eludir las explicaciones requeridas por políticos opositores y periodistas.

Corrupción y lavado de dinero ilegal son la sospecha inevitable, porque la información culmina años de noticias e investigaciones judiciales sobre negocios de fuerte apariencia irregular y un patrimonio difícilmente justificable en un grupo familiar sin fuentes excepcionales de ingresos.

La contratación simulada de funcionarios en las oficinas de diputado o concejal, para adueñarse de sus supuestos sueldos, operación conocida como «rachadinha» (división, porque el falso funcionario solo se queda con una pequeña parte del sueldo), podría ser la forma de acumulación de la fortuna convertida en propiedades inmobiliarias de la familia.

Investigaciones sobre ese y otros supuestos delitos fueron anuladas en la Justicia por irregularidades en la acción policial. Pero los hechos, testimonios de personas involucradas y abultadas sumas en moneda circulando en manos del grupo son irrefutables.

La corrupción comprobada sería un duro golpe en el intento de reelección de Bolsonaro, que debe su ascenso político a las denuncias de corrupción contra Lula, la izquierda y los políticos en general.

Por eso el periodismo y especialmente las mujeres que se destacan en esa profesión, son encarados como enemigos por el bolsonarismo. Pero la forma como las trata el presidente y sus seguidores son tiros por la culata en términos electorales.

El gran rechazo femenino a la reelección de Bolsonaro se intensifica a cada ataque machista o misógino. Sin aumentar sus votos en esa parte mayoritaria de la población será imposible un triunfo electoral cada día más lejano.

Además, algunas medidas adoptadas por el gobierno, como facilitar la adquisición de armas por la población, refuerzan la oposición femenina.

La campaña de la reelección recurrió a la primera dama, Michelle Bolsonaro, y su prestigio como creyente de la Iglesia evangélica, en actos cotidianos junto al electorado en un intento por recuperar votos femeninos. Pero la estrategia no dio resultados hasta ahora, según las últimas encuestas.

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