La nostra vita, mete el dedo en la llaga de algunas de las plagas de la sociedad italiana
“Los tacones son como los parientes: incómodos pero ayudan”. La frase, pronunciada por una de las mujeres de la familia (ampliada, modelo típico clan italiano, a algunos amigos íntimos, y a sus mujeres e hijos), resume perfectamente la parábola que es La nostra vita, que el viernes 26 de abril de 2013 llega a las pantallas españolas y que es una buena película aunque dada la poca promoción y lo banal del tema tratado –las dificultades de supervivencia de la clase media-baja romana en estos años de crisis económica mundial y recalcitrante crisis política italiana- no es probable que consiga los espectadores que se merece.
Dirigida por Daniele Luchetti ( actor y realizador, exayudante de Nanni Moretti y autor entre otras de Domani Accadrá, Dillo con parole mie, Mi hermano es hijo único), e interpretada por un soberbio Elio Germano (Premio al Mejor Actor en el Festival de Cannes 2010) junto a Raoul Bova, Isabella Ragonese, Luca Zingaretti y Stefania Montorsi, La nostra Vita nos cuenta un fragmento de la vida de Claudio, obrero de la construcción en los suburbios de Roma y muy enamorado de su mujer, embarazada del tercer hijo de la pareja. La inesperada llegada de la muerte perturba la vida, feliz y sencilla, de la familia. En un gesto de rabia, Claudio decide luchar contra la injusticia que se cierne sobre él dejando de lado los valores que le habían acompañado hasta entonces y abriendo la puerta a la ambición y el ansia de dinero, lo que le lleva a elegir convertirse en pequeño empresario y a protagonizar situaciones cercanas “al espíritu mafioso o camorrista”. El amor y el apoyo de sus amigos y su familia, además de la compañía de sus hijos, le ayudarán a vencer la adversidad y salir del pozo negro en que amenazaba hundirse.
No es un drama moralista, pero sí moral. No se trata de buenos y malos, somos quienes somos y nos vamos desenvolviendo en la vida con las armas que, en cada momento, tenemos a nuestro alcance. “Luchetti dibuja su visión personal sobre la felicidad y el auténtico camino hacia una vida saludable: ni pertenecer al sistema nos garantiza la felicidad ni actuar al margen del mismo nos condena a la desgracia, como tampoco nos asegura el éxito aislarnos del sistema, ni es inevitable fracasar cuando se forma parte de él” (Fotogramas, el cine invisible, mayo 2011).
Nada extraordinario pero sí una película cálida, cruda en su realismo: el papel de la “mamma” en la vida cotidiana; la familia que se reúne a comer los domingos en la caseta al lado del mar; el amigo, víctima de un accidente que le ha condenado a la silla de ruedas, trapicheando porque no puede aspirar a ningún otro trabajo; la exprostituta senegalesa transformada en mujer del camello; los “extracomunitarios” ilegales (algunos solo ilegales, porque se trata de rumanos a quienes la leyenda urbana sigue considerando “no europeos ”) trabajando en oficios muy alejados de su preparación académica (el pediatra maghrebí, peón en la obra)… he aquí que el buen cine italiano de siempre nos visita de nuevo. “La película es un retrato magistral de la clase media italiana, la que no se queja porque cada mes consigue algo de dinero, hay muchos más en peores condiciones, pero que resulta insuficiente para llegar a final de mes. Del neorrealismo de la época glorioso del cine italiano hemos pasado al realismo social, puro y duro, de unos tiempos llenos de contradicciones”.
Modesta y sincera, rodada casi como si fuera un documental, La nostra vita, mete el dedo en la llaga de algunas de las plagas de la sociedad italiana -y de las restantes sociedades del sur de Europa, donde el capitalismo expulsa de su seno a los desfavorecidos condenándoles a la chapuza como deporte nacional, y donde la ilegalidad y el engaño (al patrón, a la seguridad social, al fisco) forman parte del paisaje cotidiano- que, en las actuales circunstancias, resulta muy difícil criticar porque se trata de supervivencia (*).
(*) “E la vita continua anche senza di noi” (“Y la vida continúa también sin nosotros”, verso de la canción Anima fragile, del cantautor Vasco Rossi, que los protagonistas interpretan a gritos en varios momentos de la narración).