Eduardo Madroñal Pedraza[1]
En época electoral los ruidos de la propaganda política pueden desorientar al más pintado, porque cualquier clima de opinión siempre se basa en algún aspecto de la realidad. Pero, ¿qué es lo que realmente preocupa a los españoles?
La última encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas -no libre de los efectos de la propaganda- advierte que los españoles, al ser preguntados por los tres principales problemas dan como respuesta que su mayor preocupación, a mucha distancia del resto es el paro con un 60,6 %.
Le siguen los políticos en general con el 29,4 %, la corrupción y el fraude con un 23,1 % y los problemas de índole económica con un 22,3 %.
Mientras tanto, la independencia de Cataluña preocupa un 7,1 % muy por detrás de la sanidad con un 14,3 %, de los problemas sociales con un 9,6 % o la educación con un 8,5.
Podríamos decir que los políticos en campaña -o sin ella- no atienden a las principales preocupaciones de los españoles sobre la salud del país, que el divorcio entre la mayoría y la clase política -que la propia encuesta refleja- parece irresoluble, y que, después de sus mítines y discursos, habría que espetarles un sonoro “¡¿Y de lo nuestro qué?!”
Porque si hablamos “de lo nuestro”, de lo que realmente le pasa al 90 % de los españoles, de lo que en cada casa se vive en el día a día; nos vamos a encontrar con los efectos de un empobrecimiento y recortes sistemáticos que afectan al empleo y su calidad, a las listas de espera y la tardanza en las citas médicas o al futuro de nuestros jóvenes a los que ya se les está diciendo que no sólo van a tener enormes dificultades para tener un puesto de trabajo fijo acorde a sus capacidades, sino que además no tendrán pensiones.
Sin embargo, ante la convocatoria electoral del próximo 28 de abril (2019), los españoles estamos recibiendo una avalancha de diagnósticos y tratamientos, en apariencia, opuestos, sobre lo que le sucede al “paciente España” y cuál debería ser la pauta para su mejoría.
Para unos el problema radica en una mezcla de corrupción política, la actuación de las cloacas del Estado, los restos del franquismo en la judicatura, una monarquía impuesta por Franco, o el auge de la extrema derecha, que dan como resultado una “democracia devaluada” y sitúa al Estado español, afirman, por debajo de los regímenes de sus socios europeos en lo que a libertades se refiere. Para otros, la hipoteca de Pedro Sánchez con los independentistas amenaza con romper España.
¿Pero cuál es entonces la enfermedad?, ¿que no hay dinero? España es el cuarto país más rico de Europa por volumen de Producto Interior Bruto (PIB). Sin embargo, es también el cuarto país más desigual de la UE-27. Somos el segundo país (sólo nos supera Bulgaria) donde más ha aumentado la distancia entre los que más tienen y los que menos en los últimos diez años.
Como en cualquier diagnóstico, lo primero es establecer la causa de los síntomas para poder dar solución adecuada. Lo que de verdad ocurre y está determinando nuestras vidas y el rumbo político del país es que desde 2010, a través de la ejecución de unos recortes que se han cronificado, el 90 % de la población hemos visto descender, y en algunos casos drásticamente, nuestras rentas y nuestro salario real. Y hemos sufrido un retroceso en derechos básicos ya establecidos, como el acceso a la sanidad, pensiones o la educación públicas.
Lejos de detenerse, este atraco a los sueldos y rentas de la mayoría no ha concluido. Desde instituciones como el Fondo Monetario Internacional, la Comisión Europea y el Banco de España, se nos amenaza permanentemente con que “el actual sistema público de pensiones es insostenible”, llegando a plantearse abiertamente que “será inevitable recortarlas”. Y todas las exigencias de los organismos internacionales conducen a seguir recortando el peso de los gastos sociales -de la sanidad y la educación, de las ayudas sociales- en relación al PIB. Esto es lo que sucede en Barcelona y en Madrid, en Bilbao y en Sevilla.
Paralelamente, o mejor, coincidentemente, en la última década, el lugar que ocupa España en el mundo se ha degradado notablemente. Se nos ha señalado como miembro de los PIGS (cerdos en inglés) –que incluyen a Portugal, Irlanda, Grecia y España-, se ha sacudido el país para imponernos sucesivos “programas de ajuste”, es decir, de recortes. España no solo ha sido virtualmente expulsada de los puestos de relevancia en la Unión Europea, a pesar de ser la cuarta potencia por volumen de PIB, sino que se permite que su unidad e integridad territorial sea cuestionada desde el mismo territorio de otros países europeos.
No es posible comprender nada de lo que pasa en España sin partir de estos dos factores, el saqueo económico al 90 % y la degradación política de España en Europa y en el mundo. Justo los factores que están absolutamente desaparecidos de todas las posiciones que, a derecha e izquierda, se nos ofrecen para explicarnos lo que sucede en nuestro país.
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Eduardo Madroñal Pedraza es profesor de instituto en España.